17/10/2020 |
https://www.lavanguardia.com/musica/20201017/484115845747/nuno-coelho-director-orquesta-obc-auditori.html
El joven maestro portugués, ganador del concurso de la Orquesta de Cadaqués, debuta al frente de la OBC en L’Auditori
Ganar el concurso internacional de dirección de la Orquesta de Cadaqués en 2017 supuso un paso de gigante en su carrera. La recompensa fue trabajar con 40 orquestas de todo el mundo, lo que le va abriendo las puertas de formaciones como la BBC Philharmonic, la Bayerischen Rundfunks, la Orquesta del Teatro Regio Torino... Ha sido asistente de Bernard Haitink, Susanna Mälkki, Andris Nelsons, Marc Albrecht o Gustavo Dudamel, y es director invitado de la Gulbenkian en Portugal. Nuno Coelho (Porto, 1989) forma parte de una joven generación de batutas talentosas con inquietudes particulares. En su caso, haber estudiado su instrumento, el violín, en Austria, y dirección en Suiza, hace que el repertorio austrogermánico le sea muy familiar y este fin de semana tiene ocasión de demostrarlo en Barcelona, al frente de la Simfònica de la ciudad (OBC). En el atril, La noche transfigurada de Schönberg y la Pastoral de Beethoven.
¿Qué conexión ve entre estas dos piezas?
La Noche transfigurada se sitúa en ese período de transición y búsqueda del final del Romanticismo, la búsqueda de nuevos caminos, la relación con la psicología... Este final de siglo en Viena me fascina porque imagino que debe ser un momento similar al de ahora, en que no sabemos cómo va a ser el mañana. Sentimos que Europa va a cambiar y no sabemos qué pasará en veinte años. Y creo que hay una conexión entre Beethoven y Schönberg: la revolución, pues son dos compositores que han cambiado de verdad la historia de la música. Ambas piezas comparten la idea de metáfora: la Noche transfigurada es una metáfora de la aceptación, de comprender que el otro es aceptado. Y la metáfora de la Pastoral es de superación, de pensar que después de la tempestad viene la calma. La naturaleza para Beethoven siempre fue un sitio de calma, sin la presión de la sociedad. Como escribe en sus diarios, “sólo los árboles me comprenden”. Tan solo cuatro o cinco años antes de la Pastoral Beethoven decidía no llevar adelante su idea de suicidio, decidía seguir haciendo música a pesar de las dificultades. Está celebrando la vida. No es Debussy haciendo impresionismo sobre la naturaleza, no. Él habla del impacto de la naturaleza en las personas, lo que significa de alegría y ánimo.
¿Qué destaca de la Pastoral entre el resto de sinfonías de Beethoven?
Creo que es la más revolucionaria. La Tercera lo es por cuestión de la forma, y la Novena por la introducción de los coros. Pero aunque Haydn ya tenía elementos pictóricos en sus sinfonías, una como ésta, con cinco movimientos que tienen un programa que recoge las sensaciones agradables de la naturaleza es revolucionario.
¿Un director de orquesta ha de tener alma de historiador?
El intérprete reconstruye la historia a la inversa. El compositor tiene sus ideas, escribe y da lugar a un producto final. Y nosotros debemos hacer lo contrario: hay un productor final que hay que entender e intentar llegar a la idea del compositor. Requiere ser un poco historiador o detective, comprender su época, saber qué estaba pasando política y socialmente, y luego hay pistas que da su biografía. A mí saber que Heiligenstadt estaba en el campo, esto es, el lugar donde Beethoven escribió su testamento y decidió seguir viviendo, me ha cambiado la manera en que imagino la Pastoral.
¿Cómo ha cambiado su carrera desde aquel diciembre del 2017 en que ganó el premio de Cadaqués?
Uf, para empezar se llena la agenda con 40 orquestas y mucho repertorio. Es como un reconocimiento, es necesario un trampolín en este mundo, algo que marque la diferencia.
Forma parte de una generación que, como siempre, ha de traer algo distinto. ¿Siente la presión?
Yo no siento la presión de hacer algo nuevo. Tampoco tengo la vocación de hacer nada nuevo con la Pastoral o Schönberg, pero es el aquí y ahora. Y con mis conocimientos de ahora, esta es nuestra versión con esta orquesta. De ahí que sea importante seguir haciendo conciertos con público, una grabación siempre es algo del pasado, mientras que la vivencia colectiva en el presente es lo que hace la diferencia.
¿Pero observa la música desde un nuevo ángulo?
Bueno, la gente de mi edad ya hemos crecido con el movimiento de criterios historicistas muy asentado. Cuando empecé a escuchar Beethoven tenía la versión de Karajan pero también la de Harnoncourt y Gardiner. Mi formación musical incorpora todo este estilo, con los conocimientos que tenemos ahora y la tradición de estilo que tenemos ahora. Y eso como joven director me sale más natural, está en tu piel este sonido. Y tenemos una energía y unas ganas naturales de hacerlo, no hemos llegado a ninguna rutina todavía. Todo es novedad, todo es fantástico de descubrir.Estamos ante las mayores obras de arte, de la cultura. Yo que vivo en Viena, justo ahora estaba en el aeropuerto y leía que volvía a haber cierres de la cultura. Y yo mientras tanto ¡me iba a dirigir Beethoven y Schönberg a Barcelona! Es un privilegio.
¿Cuál intuye que va a ser su repertorio como director?
Aún es pronto para decirlo, lo estoy descubriendo, pero seguramente son los clásicos, Haydn, Mozart, Beethoven. Pero me encanta la música del siglo XX, todo, no importa la geografía: Stravinski, Schönberg, Bartók, Debussy, Dutilleux, Jonathan Harvey... Trabajan con la colaboración del compositor puede ser una experiencia fantástica, estrenar una obra.
No hay voluntad de programar siglo XX sin dar protagonismo en el mismo programa a uno u otro clásico. Nadie osa hacer una temporada entera de siglo XX.
Bueno, la cuestión siempre está en si es la programación que hace al público o es el público que hace la programación. Pero habrá que hacer el esfuerzo porque al final el siglo XX ya forma parte del pasado. Ya hace cien años de Stravinski y Schönberg. Hay cierto anacronismo ya. Hay que hacer un esfuerzo de explicar por qué son geniales. No hacer una pedagogía, pero invitar a descubrir poco a poco por qué Stravinski ha cambiado la historia, por qué Schönberg intentó hacer su camino, por qué Bartók ha cogido el folclore y lo ha cambiado. Tememos siempre que el público lo vaya a rechazar, pero tal vez con el marketing y las técnicas del siglo XXI de comunicación debemos encontrar una forma de introducir el siglo XX, esto que ya es patrimonio cultural. Hallar una forma de mostrar que Schönberg no es más que una proyección de Beethoven, que no existiría Schönberg sin Beethoven, y que si Beethoven hubiera seguido viviendo posiblemente escribiría como Schönberg, porque es el camino natural. Y que la música,el arte, siempre habla de lo mismo, sea el siglo XIX o el XXV, del amor, la angustia, la tristeza... Hay que dar la idea de que el museo está vivo y que hay que tocar obras nuevas. El primer programa que dirigí después del confinamiento fue Schönberg, y creo que estaba en consonancia con lo que habíamos vivido. Sin duda era más Schönberg que Mozart lo vivido. Mozart lo usamos para olvidar todo. Pero psicológicamente estamos más cerca a la visceralidad de Schönberg.
¿Cómo descubrió que quería ser director?
Muy lentamente. Yo había hecho todos mis estudios como violinista. Y tenía interés en experimentar. Tuve suerte porque la clase de dirección para instrumentistas estaba llena y cogí la de los directores. Me fui interesando más y más por la parte física de sentir y cambiar el sonido con el gesto. Y por la parte de conocer algo más que la parte del violín. Me fui a Zúrich a estudiar dirección, gané la plaza con la Nederlands Philharmonic, con Marc Albrecht.
¿Tus padres eran musicales?
No. Mi madre era profesora, mi padre periodista. Empecé el violín un poco tarde, porque había una escuela de música cerca y había unos amigos que iban, era un hobby, pero al entrar en la Orquesta Nacional como violinista me entusiasmé.
La Casa da Música ha cambiado completamente la vida musical de Porto, ¿no es así?
Sí, la situó en el centro de la ciudad, y se hace todo tipo de música, desde la orquesta barroca al en ensemble contemporáneo. Hacen mucha música del siglo XX, precisamente. Ha creado una costumbre del público hacia la música del siglo XX. Se fundó y al cabo de dos años yo me fui a Austria a estudiar el violín, pero es una maravilla. Ahora estaría bien tener un teatro de ópera en Porto, porque ese género está muy concentrado en Lisboa.
¿Estás al tanto de lo que hacen tus colegas de generación de la dirección orquestal?
Es increíble poder hablar con mis amigos que están teniendo más o menos las mismas experiencias. Ayuda hablar de eso, descubrir que estamos sintiendo las mismas dificultades y desarrollos. Aprendemos los unos de los otros. Porque lo que me pasa a mí con Beethoven en Barcelona es muy parecido a lo que le puede pasar a un colega con Mozart en Londres.
¿Cómo está siendo la experiencia con la OBC?
Ha sido fácil el Beethoven, un trabajo muy flexible. Ahora el tema es acostumbrarse a las distancias. Cada uno en las cuerdas se escucha más a sí mismo que al resto y es más difícil fundir el sonido del grupo. Hay estas cuestiones a las que vamos a ir acostumbrándonos. Es mejor que no hacer nada. Y con eso de llevar la mascarilla estamos descubriendo que la sonrisa no está solo en la boca, también en los ojos.
MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia