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Jordi Cervelló: “Cuando se estrene mi obra del 1-O no quiero que se haga política”

11/10/2020 |

 

https://www.lavanguardia.com/musica/20201010/483969808008/jordi-cervello-compositor-obc-carregues-musica.html

El compositor barcelonés cumple 85 a punto de estrenar ‘Les càrregues’ y con la OBC recuperando su ‘Concerto Grosso’

Jordi Cervelló (Barcelona, 1935) da la sana impresión de ser un joven de 85 años –los cumple este 18– que transita por la vida con la sensibilidad de un adolescente enamorado y dolido por las injusticias. Desenvuelto y pertrechado con miles de apuntes que ha ido tomando –“te querré decir más cosas antes de que te vayas...”–, recibe a La Vanguardia en su estudio de Sarrià, en Barcelona, donde sigue trabajando sin parar.

Este compositor luminoso y versátil que huyó del imperativo de la atonalidad y el dodecafonismo de su época y fue muy bien acogido en Israel, donde hizo intercambios musicales, y en San Petersburgo, donde grababa piezas que aquí no habrían obtenido la misma calidad, dice, ultima ahora Les càrregues a l’1 d’octubre , una obra sinfónica de cuyo estreno inminente prefiere reservarse los detalles, “por si se tuerce”. En ella describe la represión policial, aunque no pretende nada, “solo haberme desahogado y sacar la mala leche que he ido sufriendo”. La OBC interpreta este fin de semana en L’Auditori su Concerto Grosso (1973).

¿Y dice que acaba de comprar ese violín por cien euros?

Sí, y por la madera debe ser de finales de los 1700 o principio de los 1800. Está muy bien. Y este otro que tengo en préstamo es el de Enric Casals, el hermano de Pau Casals. Desconozco si tenía otro de mejor porque era un músico muy reconocido. Yo llegué a tener unos cuantos violines que me fui vendiendo para poder seguir escribiendo.

Usted de joven era violinista...

Sí, pero un accidente de coche me impidió seguir. La gente que tocamos un instrumento de cuerda lo sentimos mucho, porque es artesanía pura, siempre es el mismo, no envejece, no es como el piano que se renueva siempre, al cabo de diez años, pam, uno nuevo. Y estéticamente es muy bonito ver tocar a un violinista...

¿Le gusta algún intérprete en particular ahora mismo?

Isabelle Faust. Me he animado mucho con ella, me gusta tanto... estoy muy enamorado. Este Bach que hace a su manera y luego un Franck que es un cambio total y que igualmente lo hace tan bien... como su Beethoven.

¿Se enamora fácilmente?

Me enamoro de todo, bueno, de los hombres no pero sí de ellas. Me he enamorado de Stefi Geyer a través de fotos y vídeos. Inspiró a Bela Bartók su Concierto de violín y luego hubo otro, cómo se llamaba, espera que lo busco... cómo era, sí, Schoek, que se enamoró aún más de ella y le hizo este concierto, mira, mira, fíjate cómo empieza... Ella fue maestra de Aida Stucki, que lo fue de Anne-Sophie Mutter...

Sí, quizás le falta un poco de personalidad.

¿Por qué lo dice?

No sé lo que le falta, es difícil. María Dueñas ya encontrará el momento de interpretarlo. He estado tentado de hacer otro, Penderecki tiene un segundo que me gusta más, aunque no se toca mucho porque en las programaciones siempre insisten en lo mismo.

Usted se empeñó precisamente en que se programaran catalanes.

Es que un país se mide musicalmente sobre todo por sus compositores. Un país ha de tener un repertorio amplio, es la primera carta de presentación. ¿Si no qué? ¿los intérpretes? Están y luego no están. Pero aquí a los compositores catalanes se les ha escondido como si fueran un pecado. A partir de los años sesenta escuchar un nombre catalán dolía a los programadores y poco a poco se fueron eliminando. La OCB durante muchos años con Brotons los tocó, pero hoy casi no hacen nada. Yo hacía listas para que se tuvieran en cuenta... Pedrell, Albéniz, Morera, Granados, Garreta, Manén, Lamotte, Suriñach, Benejam... Hacíamos audiciones y proponía grabar las obras que me parecían más interesantes. El poema sinfónico de Obradors inspirado en El libro de la selva está en un CD, una obra que a medida que avanza es más bonita, ¡y nadie la conoce!.

En sus escritos El corpus del delicte y L´índex simfònic, que se encuentran en la web de la Associació Catalana de Compositors, traza una historia de la música catalana. ¿Cuál es su diagnóstico?

Estamos muy mal. Por dos razones: porque en las escuelas no se enseña nada y la gente no sabe ni quién es quien, y porque en Madrid se lo han quedado todo, orquestas que pagamos entre todos mientras aquí seguimos con dos. No ha cambiado el número, solo que antes una de ellas era la Orquestra de Pau Casals. Venían grandes a dirigirla: Richard Strauss estrenó ¡obras suyas! Stravinski vino en cinco ocasiones. Prokofiev tocó su Concierto para piano núm. 3... Es que Casals hizo un milagro, y este milagro se ha acabado y ha quedado un páramo. Por cierto, Hay una biografía de Casals de Robert Baldock que es la mejor sin duda.

Usted no estudió con ánimo de ser compositor. ¿Por eso escapó del movimiento que buscaba romper con todo lo anterior?

Yo estudié el instrumento, sí, pero igualmente compraba partituras de toda esa gente: de Penderecki, aunque él era distinto, era fantástico; de Lutoslawski, que tenía un cuarteto infumable... Había la manía de que todo fuera así, como Arvo Pärt o Górecki, que antes de hacer estas pijadas recientes eran autores del dodecafonismo y del serialismo. Yo lo viví muy de cerca porque mi mujer era prima del director de orquesta y compositor Marcello Panni, quien me llevó aquí y allá. Estuve en el Festival de música contemporánea de Venecia… es curioso porque la gente se reía de Stockhausen. Era todo un teatro. Y luego estaban los Boulez, fríos, pero de los que igualmente compraba las partituras, como de Ligeti, que ese sí era un hombre muy refinado.

Ha sido como una esponja de todo tipo de música y se ha inspirado en temas sociales, como la violencia en Anna Frank, un símbol... Se ha inspirado también en un mundo ideal y luego tiene un apartado de inspiración pedagógica. Pero nunca abandona un sentimiento romántico.

Yo siempre había improvisado un poco, tocaba Bartók y me inventaba cosas. No era grave, la gente no se enteraba. Llevaba dentro toda la música que había escuchado mientras mi hermano se dedicó al piano. Era muy bueno, estudió en Italia, era muy prometedor, y cuando decidió dejarlo quedé trastornado. Mi madre era poeta, no publicaba porque escribía en catalán, pero también tocaba el piano e íbamos a la Academia Marshall y a los conciertos de la Orquesta Municipal, que a veces eran terribles. Mi juventud fue un desastre, no soportaba el colegio en aquellos tiempos del franquismo. A los 14 lo quise dejar. El médico de los nervios, como los llamaban entonces, decía que tenía que descansar, tenía tics... y me mandaban fuera, a Montserrat, por ejemplo. Luego me fui a Milán a estudiar y descubrí una sociedad tan rica en cultura... Mi padre era un buen hombre, un industrial del hierro y el plástico, pero sus amistades no tenían esa sensibilidad y conocimiento cultural que encontrabas en Italia entre la gente de este tipo. España siempre ha quedado fuera de Europa. Aquí no hubo Romanticismo, muy poco Clasicismo y tampoco mucho Barroco. Europa iba adelante y nosotros estábamos fuera.

Decía que no abandona el sentimiento romántico...

Si bebo de ese sentimiento romántico es porque sufro mucho, la vida en sí me hace sufrir. No sé por qué. Ahora, por ejemplo, me parecen brutales esos documentales en los que hay serpientes enormes que se pelean...no puedo verlos ni un segundo.

¿Cómo es que ha tardado tanto en componer Les càrregues?

Llevaba tiempo hecha esta obra sinfónica. A las dos semanas de los hechos empecé. La he ido repasando y cambiando. Va de las palizas que nos dieron. Yo tengo bastantes obras de denuncia y esta es una de ellas. Se inicia con un helicóptero, brbrbrbrbrb, porque aquí [mirando por la ventana] se colgaban continuamente durante un par de horas, y yo salía a gritar... No se les puede perdonar de ninguna manera. Y todo porque el partido corrupto de las narices en Madrid desviaba la atención hacia Catalunya. Por eso me he vuelto así, defiendo la cosa. Toda la prensa contra los indepes como si fueran criminales, ¡qué se han creído! La obra se basa en dos elementos temáticos: el famoso y muy imbécil “a por ellos” alternado con la bella melodía de Testament d’Amèlia. Cuando llegue el momento de estrenarla quiero evitar que se haga política sobre el tema. Es un grito por todos los hechos del mundo en los que un pueblo o unas gentes han sido víctimas de la represión.

¿Qué otras piezas tiene en marcha para ampliar su extensísimo catálogo de obras?

Ahora me publicarán los 24 Capricis. Y he hecho una Sonata para la violinista Isabel Villanueva, que esta muy contenta.

¿Cuál es su rutina para ponerse a escribir?

Ahora hago unos horarios muy raros. Me puedo levantar a las 3 o las 4, en casa ya lo saben, no tengo horarios. Noto que he de ir un poco más rápido para acabar de arreglar cosas.Sobre todo las obras que puedo ir mejorando.Ahora ya lo tengo bastante listo, si me murieses ahora estaría bastante bien, pero hace dos meses no.

¿Tiene prisa por si le pasa algo?

Estoy bien pero a mi edad se vive de propina. Yo trabajo mucho, no paro, aunque este mundo no sabes si no tienes ganas de dejarlo porque es horrible, no sé que hacemos aquí, es algo que no me explico. Cuando me muera ¿lo sabre? Tal vez no lo sabremos tampoco. Y ¿todas estas cosas que he hecho y por las que me he apasionado, qué? 

MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia

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