8/9/2020 |
https://www.lavanguardia.com/musica/20200908/483364729853/lang-lang-piano-bach-variaciones-goldberg.html
Lang Lang aparece en la pantalla del ordenador mitad risueño mitad intranquilo, bien enfundado en un traje color teja y una camisa negra. De pie junto a un piano Steinway y el cartel promocional de su último disco –una doble grabación de las Variaciones Goldberg (Deutsche Grammophon) que ofrece una versión de estudio y otra en directo desde la Iglesia de Santo Tomás de Leipzig donde yacen los restos de Bach–, la iconografía de esta entrevista por Zoom desde Bejin, donde se encuentra en estos momentos el afamado pianista chino, podría recordar a la fórmula de la televenta. Pero no: en el momento en que Lang Lang (Shenyang, 1982) comienza a hablar de esta obra maestra que finalmente se ha atrevido a grabar asoma el músico inteligente, el comunicador nato, el artista apasionado que parece no temer a las críticas. Porque haberlas las hay, no se han hecho esperar.
Su carrera tan mediática como comercial –no en vano es uno de esos contados artistas que consigue trascender el mundo de la música clásica para adentrarse en la cultura popular– no se acopla necesariamente a lo que se espera de un intérprete de la obra del maestro de Leipzig. Lang Lang sabe que en los círculos más exigentes y exquisitos de la clásica no siempre será percibido como un digno escalador de este Everest, que encierra todos los cánones aritméticos de la música de aquel tiempo –se publicó en 1741– y el excelso dominio del contrapunto que Bach llevó hasta las últimas consecuencias.
Pero las críticas nunca han frenado a este artista que de niño sufrió el autoritarismo de un padre frustrado por la Revolución Cultural china –“Suicídate si no sabes hacerlo mejor”, le dijo cuanto tenía 9 años– que volcó en él toda batalla y esperanza artística. Lang Lang tenía 17 años cuando tocó las Goldberg de memoria para el pianista y director de orquesta Christoph Eschenbach, quien no dudó en contar con él para sustituir in extremis al pianista André Watts en una gala benéfica del Festival de Ravinia. Corría el verano de 1999. Al finalizar aquella velada que el jovencísimo Lang Lang compartió con Leon Fleisher, Misha Dichter o Alicia de Larrocha, improvisó un recital para todos ellos con una versión muy romántica de esta monumental obra barroca. Claro que más adelante conoció a expertos en Bach de la talla de Nikolaus Harnoncourt...
¿Cómo se está viviendo la pandemia en China?
La situación está mejorando, ahora hay un mayor control, pero los conciertos no están aún normalizados, solo con el 30% o 40% de la capacidad, igual que en los cines. Estamos todavía en pleno proceso de la pandemia.
¿Y cómo lo asume siendo usted un músico que mueve masas con sus conciertos de clásica en China?
Es muy triste, pero obviamente nuestra salud debe tenerse en cuenta porque se trata de un virus muy peligroso, hemos que tener cuidado.
Ha decidido grabar las Variaciones Golberg de Bach... ¿Cuán difícil ha sido tomar esta decisión en el contexto de su carrera?
Pues ha sido una decisión muy difícil porque es una pieza extremadamente compleja. Y además no forma parte del repertorio de estilo romántico, es Bach, es Barroco, no está escrito para piano sino para clave. Así que de algún modo he tenido que aprender muchas cosas que no había aprendido todavía. Especialmente el estilo barroco, con un maestro de este estilo que me ha ayudado a estudiar las ornamentaciones, las formas del contrapunto, la voz... es un proceso largo. Tienes que encajar en el periodo: es decir, del siglo XXI tenemos que retroceder más de trescientos años, casi cuatrocientos, para viajar al Barroco. Así que es un desafío mucho mayor que tocar Chopin o Rachmaninov.
Y luego está la icónica grabación que hizo el mítico Glenn Gould de esta pieza maestra...
Exacto. Eso lo convierte en un desafío mucho mayor, porque es la leyenda del piano tocando las legendarias Goldberg. Y aquí es donde viene mi interpretación. Tengo que estar convencido por mí mismo antes incluso de salir a tocarla. De lo contrario no tendría la confianza necesaria ni siquiera para intentarlo. En mi primer recital con las Goldberg, el marzo pasado, estaba súper nervioso. Nunca he estado tan nervioso como entonces. Casi temblando, el corazón me iba a mil. Fue algo único, porque Bach es muy difícil. Diría que es el compositor más difícil.
Escuchando su grabación parecería que quiere usted romper las matemáticas que encierra el maravilloso contrapunto del Bach. ¿Es su intención?
Solo quiero... Es que he aprendido que en el estilo barroco he no tienes que ser muy estricto. En la música barroca puedes de hecho hacer mucha improvisación. Y en esta pieza ciertamente tienes que hacer algo, porque son treinta variaciones y cada una tiene que repetirse, con lo que al final tocas la pieza entera dos veces. Y la gran aria la tocas cuatro veces. Así que tienes que aportar algo. De otro modo no encontraria la recreación artística de esta pieza. Por eso a veces la toco más como una cantata barroca, otras la toco como un órgano barroco, con un gran sonido, y a veces como un pizzicato de cuerdas... E intento sacar el máximo del carácter de cada variación, intervenir cada vez en el patrón de esas cuatro y cinco voces con sutiles diferencias, intento cambiar un poco la simetría. Por nada del mundo rompería el patrón o la estructura de Bach, pero intento moverlo un poco porque si no es duro. Y es siempre en Sol Mayor, que no es una clave muy colorida, no es como un Re menor que es muy exótico. No, Sol Mayor es como el sol naciente, no es muy colorida.
¿Hasta qué punto cree que es esencial que Bach escribiera esas variaciones para ser tocadas de noche a fin de entretener el insomne embajador ruso en la corte de Dresde?
Esta era su intención en origen, al principio sí pensó en hacer una melodía simple para poner a su amigo a dormir, pero después de dos variaciones lo que quería era mostrar todas las posibilidades posibles. Usando las siete notas, empezó a fantasear, se volvió salvaje. Así que no la podemos considerar una pieza nocturna. Es de las obras más complejas desde el punto de vista de la técnica digital. Y me alegro de haber empezado a estudiarla muy pronto, cuando tenía diez años, para así aprender todas esas técnicas cruzadas. En todo caso, hay partes que son magníficas como música nocturna. Pienso en la Variación núm. 25 o la núm. 15. Pero el resto no, ya sea la obertura francesa, el minueto... Y bueno, sí que hay una canción de cuna, la Variación núm. 24, e introduce canciones de reunión familiar: hasta la sopa de coles introduce en la canción. Creo que es una música que está entre la experiencia de la vida y un momento religioso. Diría que es esta combinación. Y además quiere lucir técnica, porque él escribió para su mejor estudiante, Goldberg, que tenía una técnica fantástica. Quería hacer alarde de los dedos del chaval, y hay pasajes excitantes que no se encuentran ni en otras obras como las Partitas o las Suites inglesas, ni siquiera para El clave bien temperado utilizó tanto estas técnicas en las que llegas a sobrevolar las teclas. Es un trabajo gigantesco.
Y en estos momentos en que grandes figuras de la interpretación de la música barroca se apuntan al carro de los instrumentos originales y los criterios historicistas, va usted y utiliza el piano moderno de manera además mucho más libre de lo que hiciera en su momento Glenn Gould. ¿Le preocupan las críticas que puedan llegar?
No, no me preocupan, porque creo que la dirección que yo he tomado es puro barroco. La música barroca no era así de económica, esta es una manera errónea de considerar la música barroca. Y eso es exactamente lo que me comunicó Nikolaus Harnoncourt, uno de los mayores maestro del barroco, cuando le conocí. Me dijo: ‘No encierres tu corazón en la música barroca’. Me dijo: ‘No dejes que el marco controle tu interpretación’, eso es lo que me dijo. Y si lo comparamos conmigo mismo, lo que intento hacer está de hecho más cerca del barroco que mi aproximación a la música romántica.
Pero hace uso del pedal.
No más que otros intérpretes.
Afirma usted que para poder tocar las Variaciones Golberg necesita poseer la pieza. ¿Qué quiere decir con eso?
Estas piezas son atemporales, pero cada vez que las reinterpretamos tenemos que insuflarles una nueva vida, tienen que tener un nuevo aliento, una nueva recreación, porque apelamos al alma. Y yo tengo que sentir que conecto corazón con corazón con esta pieza. Si echamos la vista atrás, al tocar algo del repertorio de Horowitz o Rubinstein, ambos pianistas te habrían dicho ‘¿Por qué tocas mi pieza?’ Pero, vamos a ver, no es suya, será de Chopin, o de Scriavin... pero ellos las sienten como propias, sienten que las han descubierto, ja ja.
Usted siempre va por delante del tiempo en cuestión de tecnología y las nuevas formas de comunicación para hacer llegar la música clásica al máximo público posible. ¿Qué propone para esta era pandémica que acaba de comenzar?
Yo intento hacer el máximo de conciertos en vivo por streaming, y también masterclasses. O incluso esta idea de revisitar el mismo disco en estudio y también en la iglesia de Santo Tomás en Leipzig... Pero es que nada puede superar al concierto en vivo en la sala, no hay nada mejor. Estas otras herramientas son de añadido. Así que la única manera para mí es que todo pueda ir volviendo a la normalidad lo más rápidamente posible y todos podamos viajar de nuevo. Porque nada puede reemplazar la actuación presencial.
¿Necesitamos políticos más conscientes de este peligro real que supone el virus para superarlo?
Como músico es difícil criticar, porque vivimos en mundos diferentes. En el mundo de los músicos, lo único que deseamos es la paz mundial y el entendimiento entre unos y otros. Nuestro objetivo es que una serie de gente trabaje conjuntamente con un mismo fin. Pero desafortunadamente no es lo que sucede en el mundo real.
¿Quiere decir que los músicos están más cerca de la forma de entender el mundo del personal sanitario que...?
...que los políticos, desde luego que sí. Estamos de lejos mucho más cerca de su manera de ver las cosas. Sintonizamos mucho más.
¿Le veremos en España? En el Palau de la Música se le esperaba el pasado marzo y la cita se pospuso para abril del 2021.
Espero que sí, en primavera estaré ahí si las circunstancias lo permiten.
MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia