25/8/2020 |
El compositor Hèctor Parra basa en las ‘Constel·lacions’ del artista barcelonés un poema musical
Joan Miró ya tiene su ópera (hablada)
A veces se subestima el impacto que pueden tener las primeras impresiones de los niños. En ocasiones hay estímulos que con los años acaban desarrollando sensibilidades artísticas. En el caso que nos ocupa, una reproducción de un cuadro de Joan Miró colgado en el comedor de un niño aficionado a la música ha acabado propiciando, casi medio siglo después, una pieza musical dedicada al genial artista barcelonés.
Se trata de una suerte de ópera de cámara o un poema musical inspirado en las Constel·lacions mironianas que estos días tiene ocupado al compositor Hèctor Parra (Barcelona, 1976). El cuadro que el Parra niño contemplaba en su casa familiar era Personatges i gos davant del sol. Su madre admiraba al artista y teniendo él seis años le llevó al funeral celebrado en Santa Maria del Mar. Era 1983.
El proyecto de Parra evidencia que no todo lo que ha acarreado la pandemia es negativo. Ha sido gracias al confinamiento que el compositor, al que se le han cancelado proyectos como una ópera en Nuremberg, ha encontrado el momento íntimo para llevar a cabo una idea que le rondaba por la cabeza desde hace tres años. El cierre de fronteras le ha permitido, además, deambular tranquilo por la Fundació Miró o visitar el Mas Miró en Montroig.
¿Por qué se ha fijado precisamente el compositor en las Constel·lacions? De entrada, porque se trata de una de las obras mayores del artista. Las Constel·lacions son una serie de 23 pinturas de pequeño tamaño de entre 1939 y 1941, una de las cuales alcanzó los 28 millones en una subasta en 2017.
Fue la pianista Carmen Martínez Pierret, que Parra conoce desde joven, la que le sugirió la idea. “Pensé que si alguien podía hacerlo era Héctor”. La propuesta era un ciclo de piano con piezas compactas, para las que Parra pensó en pedir “a un poeta actual catalán que tuviera relación con Miró si podía dar un vuelo a la idea”. “Sería lo mismo –añade– que hizo Breton en 1958 cuando escribió un poema para cada Constelación”. El elegido fue Arnau Pons, buen amigo en su día de Jacques Dupin, el poeta que había colaborado en la redacción de la mitad de los títulos de las obras de Miró.
La futura obra la interpretarán al piano Martínez Pierret e Imma Santacreu, la esposa del compositor. Será, por tanto, una composición a cuatro manos experimental, pues se actúa también sobre las cuerdas del piano hasta convertirla casi en una pieza electrónica. “Las Constel·lacions –explica Parra, que lleva 5.000 páginas leídas sobre Miró– son un ciclo pianístico poético, un melodrama musical, casi una ópera de cámara que durará como mínimo hora y media y a lo sumo dos”. Y tendrá también un efecto visual, con Santacreu encaramada sobre las cuerdas del piano, cual gato.
Sobre todos esos detalles conversa el compositor mientras se toma un café en el soleado restaurante de la Fundació Miró. “En realidad –razona– serán piezas de entre dos y cinco minutos que pueden verse interrumpidas por un poema, para cuya lectura estamos pensando en un actor, alguien como Sergi López, aunque aún no se lo hemos comentado. Es un ciclo híbrido, explorador; no es propiamente ópera porque la voz no es cantada sino hablada”, indica. “Nuestra exploración va al extremo de la improvisación para finalmente cristalizar en una partitura. Y eso es algo que yo todavía no había hecho. Son 600 páginas manuscritas, como una ópera”.
Luego está esa búsqueda casi mironiana de los diferentes objetos sonoros para activar las cuerdas del piano. Ha coleccionado hasta un centenar de ellos, la mayoría elementos de la propia tierra. “Juego con caracolillos de mar colgantes, nácar, cepillos, peines de esos de plástico de hotel, brochas de pintor, dedales, peonzas... cosas que encuentro por los mercadillos”. Así, el piano se ha convertido en este ciclo en una gran cocina abierta “en el sentido más molecular y payés del término”. Un auténtico huerto.
Parra ha aparecido en la Fundació Miró, donde le esperaba La Vanguardia, con un libro sobre las Constel·lacions bajo el brazo y preparado, argumenta, para dejarse invadir por otros lienzos del artista barcelonés. De hecho, de las 23 Constel·lacions solo una forma parte de la colección de la Fundació. Hablamos de la sexta, La estrella matinal, la que Miró colgó sobre el cabezal de su cama en Mallorca poco antes de morir. El pintor se la había regalado a su mujer, y esta se la entregó a la anterior directora de la Fundació Miró, Rosa Maria Malet. “Esta va para Barcelona”, le dijo.
El coronavirus también ha influido en el proyecto de Parra. Un tío suyo murió de Covid-19 y para él, las Constel·lacions contienen “algo de mortuorio”. “Miró –dice– ya sentía angustia cuando las pintó”. Lo comenta ante el gran tríptico Pintura sobre fons blanc per a la cel·la d’un solitari, de 1963, que cuelga en las paredes de la Fundació: “Aquí dibujó la linea de la vida... y la muerte. Me han entrado ganas de hacer una obra orquestal con esto, aunque será más adelante, cuando la pandemia no sea un problema”. Avanzando por el pasillo, llegamos a las famosas telas quemadas que Miró realizó en los 80 y cuyas sombras también son fuente de inspiración para Parra. “Era una forma de burlarse del merchandising del arte”.
El músico se entusiasma describiendo con palabras lo que va a ser su poema musical: “Para la número 5, Mujer de la axila rubia peinándose la cabellera a la luz de las estrellas, empecé a investigar con cepillos y peines. Hemos construido un mundo sonoro con los propios objetos del cuadro, que te transportan a la noche. Las púas del peine sobre las cuerdas del piano son los grillos”.
Sobre la número 10: “Lo que hicimos fue soltar una peonza plana sobre las cuerdas del piano, de forma que me vi obligado a encontrar en el teclado un lenguaje que se fuera adaptando a ese extraño sonido”.
Y sobre las 11 y 12: “Estamos probando el efecto de un imán redondo, muy potente, atraído por el metal de las cuerdas. Pero mi padre, que es físico, me advierte de que no podremos mantener el efecto porque las propias cuerdas se convierten en imán. Igual usamos una bola de metal pesada pero no imantada”.
Preguntamos a Parra qué tipo de institución pública o privada podría estrenar esa obra. “Yo se lo propondría a L’Auditori para que se representara en Montroig, donde Miró pintó su célebre Masia. Con los dos pianos y unos objetos para el actor bastaría. Y en formato más grande hemos pensado en Temporada Alta o el Grec. En cualquier caso, es la primera vez que compongo primero la obra y luego salgo a venderla, como de hecho hacía el propio Miró; nadie le encargó las Constel·lacions”.
Parra ha pedido al poeta Arnau Pons que los poemas contengan “textos cristalinos y en algunos casos bretonianos, oscuros, y también monólogos actorales en los que pueda refugiarse Miró, que la gente vea allí al artista que salía de Francia con las Constel·lacions bajo el brazo”. Cuenta el periodista Josep Massot en Joan Miró, el niño que hablaba con los árboles (Galaxia Gutenberg) que en realidad Miró planeaba ir a EE.UU. por consejo de Sert, pero los primeros bombardeos de los nazis le obligaron a precipitar su huida a Catalunya.
Y un paralelismo. Al igual que Miró, Héctor Parra también ha encontrado en París su ámbito para vivir y crear. Lleva allí desde los 26 años, edad con la que se instaló Miró. Tras realizar un Máster de Electroacústica en París VIII, se convirtió en compositor en residencia de investigación del Institute de Recherce et Coordination Acoustique/Musique de París (Ircam) que fundó Pierre Boulez. Hace un mes, el director, Frank Madlener, le llamó para pedirle que propusiera un proyecto. Admirador de Miró, Madlener se emocionó cuando Parra le comentó su idea y, de entrada, le propuso trabajar sobre el Tríptico Azul para el Centre Pompidou en formato de electrónica.
Entre las últimas obras de este compositor prolífico, con proyección en Alemania, Benelux o Inglaterra, cabe citar la ópera Las Benévolas, sobre la novela de Jonathan Littell, que fue estrenada con montaje de Calixto Bieito en Amberes.
Ahora solo falta que las instituciones barcelonesas se animen a poner en escena este poema musical para que Parra obtenga en su ciudad el reconocimiento que ya tiene en Europa.
Maricel Chavarría
La Vanguardia