16/8/2020 |
La violinista francesa da hoy en Torroella su primer concierto desde el inicio de la pandemia
Vivaldi nos da alegría y juventud”, sentencia al teléfono Amandine Beyer poco antes de emprender viaje desde Vigo hasta Torroella de Montgrí, donde se la espera hoy sábado (22 h.) como agua de mayo para su actuación en el festival de música antigua de la localidad. La violinista y directora francesa regresa con su grupo Gli Incogniti para, efectivamente, ofrecer un programa Vivaldi que comenzará con la Sinfonía en Do mayor de la ópera L’Olimpiade y transitará por algunos de sus conciertos. “Un programa en forma de ópera imaginaria e instrumental”, advierte.
“Vivaldi es un elemento fuerte capaz de despertar una chispa de sorpresa cada vez que aparece. Es importante que sea siempre espontáneo, es crucial que transmita esa energía. De hecho es lo que nos da a los intérpretes. Vivaldi es muy amable con nosotros, nos proporciona mucha libertad. Puedes pensar que es simple, que se repite, pero sólo son esquemas sobre los que luego tienes mucho juego”.
Para esta violinista nacida en Aix-en-Provence aunque afincada en Galicia, el genio veneciano no es solo ese extraordinario hombre de teatro y violinista superdotado. Es casi como un compañero, alguien que ha llevado siempre consigo... “Apenas recuerdo la fecha de nacimiento de nadie de mi entorno y en cambio festejo cada año el 4 de marzo, el cumpleaños de Vivaldi”.
Como en el caso de Jordi Savall la semana pasada en Torroella, este promete ser un concierto emocionante, pues supone su regreso a los escenarios desde el inicio de la pandemia. El coronavirus ha acabado con todos los conciertos de su conjunto desde el 29 de febrero. “Justo le contaba a mi pareja, que forma parte de Gli Incogniti, que estoy como un poco nerviosa, jaja”.
Tenían un tour por Japón, y ella la integral de Partitas de Bach en el Festival de Leipzig –“estuve preparándome un año, ¡y un mes antes me dicen que se cancela!”–, pero nada de eso enturbia su alegría de vivir... su alegría de Vivaldi.
“Estuve en casa ocupándome de mi hija, de mis plantas, de mi violín, aunque también hice una pausa: algo insólito porque no había dejado de tocar a diario desde los 7 años. De repente te sentías prescindible con el violín cuando sanitarios, alimentarios y personal de limpieza eran los trabajos esenciales. Luego se vio, sí, que había mucho contenido cultural online”.
Lo que no ha abandonado Beyer son las clases que imparte en Basilea, ahora online, y sus planes para sacar nuevo álbum. Torroella está de enhorabuena pues tras un tiempo sin grabar Vivaldi –ha trabajado Bach, Haydn y acaban de grabar Sinfonías de Carl-Philipp Emanuel Bach–, la violinista planea ocupar en abril el Espai Ter con 25 músicos, incluidos vientos y percusión, para hacer un cd de Vivaldi. “Torroella me gusta pero sobre todo la playa”.
El compromiso de la estrella de la música barroca con el festival se va afianzando, especialmente desde que no dudó en coger el coche y a su familia en plena pandemia, cruzar la península y grabarse tocando en el Espai Ter para el documental de los 40 años del festival.
“Fue una perfecta vuelta al escenario, con tranquilidad, sin público”, dice. Viajaba con su hija, una niña de 14 años discapacitada, con la que hasta los 11 años no lograron comunicarse. Fue en un centro de Cerdanyola, Essentis, dedicado a niños con parálisis cerebral que aprendieron a hacerlo.
“No sabíamos si oía y veía. Fue duro pero inspirador porque ves hasta qué punto eres dependiente de las respuestas del otro... La clave es que no puedes entender nada de esa persona. Tú emites y no sabes lo que percibe. Pasé 11 años al lado de mi niña sin saber si me escuchaba y reconocía. Pero ahora está ya leyendo y viendo Merlí en catalán. Todo gracias a una escuela en Pontevedra. ¿Música? Le gusta más la clásica que la barroca”..
MARICEL CHAVARRÍA
La Vanguardia