19/6/2004 |
Nos habituamos hace años a la presencia de la Filarmónica de Munich cuando a su frente estaba Sergiu Celibidache, que nos regaló para Ibermúsica una serie de conciertos irrepetibles. Más tarde volvió con Zubin Mehta y luego con quien es su titular desde 2000, James Levine, un director solvente, fácil de gesto, animoso y buen constructor, aunque de criterios que a veces se nos antojan más bien epidérmicos y que se irá con la Sinfónica de Boston este mismo año. En esta ocasión nos ofrece en el Auditorio Nacional de Madrid dos programas, los días 23 y 24: Grand Bamboula, para orquesta de cuerda, del neoyorkino Charles Wuorinen (1938), Noche transfigurada de Schönberg –que se escuchó, en el mismo ciclo, hace pocas semanas a la Orquesta de Filadelfia–, Concierto para clarinete de Copland y El mandarín maravilloso de Bartók; El mar de Debussy, la obertura de Rienzi de Wagner, y la Primera sinfonía de Brahms.
El Cultural