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Concierto para desinfectante y orquesta

17/6/2020 |

 

Los músicos de la Orquesta Sinfónica de Barcelona (OBC) vuelven esta semana, tres meses después del parón a causa de la Covid-19, a los ensayo

Los músicos de la Orquesta Sinfónica de Barcelona (OBC) vuelven esta semana, tres meses después del parón a causa de la Covid-19, a los ensayos. Les recibe el imponente Auditorio de Barcelona, una mole de hormigón y metal que en este tiempo ha criado algunas malas hierbas entre los adoquines del pavimento exterior. En un recoveco de las escaleras de acceso ha acabado prosperando una palmerita que hacía años que no acababa de decidirse a brotar. Ahora luce un esplendoroso verde intenso mientras algunos perros juguetean por los alrededores. La despoblación del edificio han convertido su atrio de acceso en un terreno ideal para lanzarles la pelota.

En la puerta de entrada, un guardia de seguridad espera a los artistas armado con un termómetro de infrarrojos. A su lado, el bote de gel hidroalcohólico. Son los primeros pasos de la nueva coreografía ritual impuesta por las autoridades sanitarias. Ni que decir tiene que todos van con la mascarilla puesta. Una vez dentro, ya no fichan con la huella dactilar, para evitar toquetear todos la misma superfície, del mismo modo que no pueden beber agua en las fuentes que antaño tenían a su disposición. Quien quiera agua, que recurra al botellín.

Queda aún un paso importante antes de acceder al escenario. Coger las partituras. En otros tiempos, se les proporcionaban los originales, que luego volvían a las estanterías del archivo correspondientes. Hoy, se les facilitan fotocopias que han estado previamente en cuarentena y que serán destruidas tan pronto como acabe el concierto. Nunca se sabe bajo qué línea del pentagrama se puede agazapar un virus.

Ahora sí, los desinfectadísimos maestros acceden al escenario, donde les espera a cada uno su silla. Nada de intercambiárselas, que cada una lleva la etiqueta con su nombre, no vaya a ser que uno se siente sobre los microbios de otro. Del mismo modo, no hay un atril para cada dos intérpretes, sino que cada uno tiene el suyo. Es una manera de no compartir nada, pero también es el único remedio que queda, ya que las sillas están a dos metros de distancia y, con un atril a medio camino, sería imposible vislumbrar una sola corchea sin prismáticos. Eso sí, una vez sentados pueden, por fin, quitarse la mascarilla.

Hay veinticinco músicos desperdigados por todo el escenario, en lugar de los aproximadamente sesenta habituales. Al fondo, trompas y flauta, los temidos instrumentos de viento. En el centro, el director, Daniel Espasa. Sentado a su clavicémbalo, dedica los primeros minutos a constatar lo que cuesta encontrar un sonido homogéneo cuando los músicos apenas se pueden escuchar los unos a los otros a causa de la distancia. Ni tan siquiera pueden mirarse de reojo, como acostumbran, para saber cuándo los compañeros están a punto de atacar la nota e ir todos a tiempo. Algunos comentan que quizás en la fase tres puedan acercarse un poquito más. A partir de ahí, suena la música. Sácame un decibelio de aquí, ponme un crescendo allá… La acústica de la sala vacía y con pocos músicos acompaña bastante, y se constata que al menos aquella emoción y la vibración del directo no han cambiado.

Así tendrán que trabajar todo el mes de julio, a menos que se relajen las exigencias sanitarias que se imponen al mundo de la Cultura. Un sector, al parecer, mucho más sospechoso de propagar virus que, por ejemplo, el del fútbol, donde a nadie se le ha ocurrido obligar a los jugadores a mantenerse a dos metros de distancia ni a pasar un trapito con desinfectante al balón después de cada pase.

La OBC ha programado un ciclo de seis conciertos que se celebrarán sin público in situ, pero con cámaras y micrófonos. Se ensayará de lunes a jueves, y el viernes se grabará el concierto, que emitirán Radio Clásica, Televisió de Catalunya y Catalunya Música. Según explica el director general de L’Auditori, Robert Brufau, se han buscado repertorios que permitan usar solamente a una parte reducida de la plantilla de la orquesta. Además, se ha apostado por el patrimonio musical propio. Habrá Haydn, Mozart y Chaikovski, pero también catalanes como Gerhard, Manén, Toldrà, Humet y Guix. A su lado, autores del siglo XX no tan habituales en las programaciones: Britten, Ligeti y Copland, entre otros. «Es un preludio a lo que puede acabar sucediendo si no podemos llenar de público más de un tercio o la mitad del aforo: al menos, quien no pueda acceder a la sala podrá seguirnos a través de una nueva plataforma digital que estamos poniendo a punto», comenta Brufau. Pese a las restricciones, se muestra «feliz de poder retomar la actividad de la OBC». 

Pep Gorgori
Abc

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