4/6/2004 |
Hace un par de meses, con motivo del estreno en Bilbao de un montaje de Peter Grimes procedente de la Ópera de La Moneda de Bruselas, resaltábamos en estas páginas el buen momento que vive la institución belga. Desde la llegada a la gerencia de Gérard Mortier a principios de los ochenta, el teatro no ha dejado de acrecentar su prestigio internacional. Todo gracias a una firme apuesta por la calidad musical –Sylvain Cambreling y Antonio Pappano han sido sus últimos responsables musicales–, la creación actual y una incuestionable valentía en sus proyectos escénicos. Si el pasado mayo presentaban una rareza como Eliogabalo de Cavalli –a cargo de René Jacobs y Vincent Boussard– ahora le llega el turno, el próximo miércoles, a una nueva producción de una obra más habitual como es el Tannhäuser, que cuenta con un doble atractivo. Por un lado, comprobar cómo destila el entramado wagneriano el que desde hace dos temporadas es director musical de la casa, el japonés Kazushi Ono, que atendiendo a lo visto en su paso por España posee una sensible batuta capaz de transmitir el drama y la fuerza expresiva latente en la partitura. No menos curiosidad ha levantado lo que con este título pueda hacer uno de los enfant terrible de la escena de los años ochenta, el polifacético Jan Fabre (sirva de ejemplo uno de los figurines diseñados para la ocasión). Para el protagonista requiere un heldentenor que aquí se encuentra en la voz de Louis Gentile, habitual del repertorio wagneriano. Von Eschenbach será encarnado por el barítono Roman Trekel, mientras que las féminas estarán defendidas por Adrienne Dugger y Natascha Petrinsky.
El Cultural