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Desconcierto sinfónico andaluz

28/5/2004 |

 

La crisis se adueña de las orquestas

Las formaciones sinfónicas andaluzas asisten a una fuerte crisis. Al desastre de gestión de la Sinfónica de Sevilla, convertida en una orquesta sin cabeza visible, se han sumado las de Málaga y Córdoba. La primera releva abruptamente a Rahbari por Ceccato, mientras que los profesores de la segunda han pedido que no se renueve a su directora, Gloria Isabel Ramos. Granada encara la sustitución de Pons por Kantarow.

“Lo peor de la música en Andalucía son los políticos. ¡Sin ninguna duda! Carecen por completo de cultura musical y –por ello– de la sensibilidad para asumir sus responsabilidades. Aquí, en Andalucía, ha pasado algo muy curioso. Se han creado orquestas y auditorios, se ha generado un público, se han hecho muchas cosas, pero los políticos siguen siendo, musicalmente, analfabetos, incapaces de comprender lo que es una orquesta. Cuando llegué a Málaga, sabía con qué orquesta iba a trabajar, qué tipo de público iba a tener. Pero nunca imaginé los políticos con los que iba a tener que lidiar”.

Son palabras de Alexander Rahbari, aún titular de la Filarmónica de Málaga. Acaso excesivas, pero que ponen el dedo en la llaga de la gravísima crisis sinfónica que atraviesan las cuatro grandes orquestas andaluzas, todas ellas dependientes por partes iguales de la Junta de Andalucía y de los correspondientes ayuntamientos: Córdoba, Granada, Málaga y Sevilla. El panorama no puede resultar más desolador. Los políticos andaluces, sin realmente saber qué hacer, eluden la toma de cualquier decisión. El desconcierto campea a sus anchas, y el nivel artístico, salvo en la Orquesta Ciudad de Granada, que es la única que mantiene el tipo ante tal descalabro, se hunde con más rapidez que el Titanic.

Abandono y desidia
Basta apuntar cuatro datos para cerciorarse de la situación de abandono y desidia a la que se ha llegado. El colmo lo marca la rocambolesca situación de la Sinfónica de Sevilla, que no es que no tenga director titular: es que ni siquiera sabe si lo tiene o no. Se supone que el francés Alain Lombard, cuya muy deficiente gestión al frente de la orquesta hispalense ha sido unánimemente considerada como “impresentable”, sigue ocupando oficialmente la titularidad musical y artística, razón por la que percibe unos ingresos que para sí quisiera el presidente del Gobierno.

Sin embargo –y afortunadamente, todo hay que decirlo–, lleva casi un año sin ofrecer un sólo concierto, sin atreverse a aparecer ante un público deseoso de expresarle su indignación por sus sucesivos desplantes. Especialmente tras conocerse que el día de la clausura de la temporada 2002-2003 dejó plantados en Sevilla a público y orquesta la misma jornada del concierto para, sin decir nada a nadie (salvo que se encontraba enfermo), marcharse a Verona a dirigir en su Teatro Lirico una función de Turandot protagoniza por Giovanna Casolla y José Cura. Desde entonces, los abonados sólo han visto su grisácea imagen en los periódicos, trapicheando con el Alcalde y con la ex-consejera de Cultura de la Junta y hoy flamante ministra de Cultura, la socialista Carmen Calvo. Mientras Lombard deambula por despachos y amenaza con convocar ruedas de prensa e incluso con querellas por injurias, es el director de orquesta jerezano y profesor del Conservatorio de Sevilla, Juan Luis Pérez, quien programa y prepara en silencio la temporada 2004-2005.

El progresivo deterioro del conjunto desde su creación en 1991 ha diezmado las posibilidades de una formación que comenzó como uno de los más despuntantes del nuevo mapa sinfónico español. No menos espectacular ha sido el declive de la Orquesta de Córdoba, que tras el brillante inicio liderado por Leo Brouwer se ha adentrado en una insultante fase de mediocridad y rutina. La desidia y pérdida de ilusión del gerente, y la muy equivocada gestión artística de la directora Gloria Isabel Ramos –el noventa por ciento de los profesores de la orquesta han firmado un escrito pidiendo expresamente al Consejo de Administración la no renovación de su contrato– han enrarecido aún más el ambiente de la formación hasta convertirla en un hervidero del que sólo se saldrá tomando medidas extremadamente drásticas. “Y, sin duda, con el cese inmediato del gerente y de la directora musical”, corean al unísono dos profesores de la orquesta.

Las cuatro orquestas andaluzas se formaron en torno al manoseado 1992. Corrían tiempos de vacas gordas por España. La Expo-92 se avecinaba y muchos pensaron que a fuerza de pesetas se iba a lograr todo. Había que dar una imagen cultural. Incluso una vida musical como la que se disfruta desde hace siglos en Centroeuropa. Se levantaron estupendos auditorios y se compraron cientos de músicos del viejo bloque del Este europeo para fundar orquestas que ahora hacen agua.

Toros en Oslo
Es como si el gobierno noruego de repente se decidiera a implantar los toros en su país y comenzara a inaugurar plazas de toros en Oslo, y Bergen, y a contratar toreros en España. Pero los toros no son sólo la plaza y el torero. También hacen falta apoderados, sastras que sepan bordar un traje de luces, músicos capaces de tocar un pasodoble cuando lo pide el presidente, veterinarios que sepan qué dar de comer a los toros, un público que sepa diferenciar una verónica de una chicuelina, gerentes cualificados capaces de administrar la plaza… ¡Tantas cosas! Todo eso faltó cuando se crearon estas nuevas orquestas. También modestia, sentido de la realidad y cultura musical. Más de uno hasta se creyó que en Sevilla había una orquesta clónica de la Filarmónica de Berlín. Incluso algunos músicos empezaron a sentirse integrantes de la Filarmónica de Viena. Casi nadie se percató de que la tradición es cosa de tiempo y no sólo de millones. Estaba claro que, más pronto que tarde, la situación iba a estallar. Y, salvo el caso de la Orquesta de Granada –la única que, realmente, ha desarrollado un proyecto artístico razonable– las otras formaciones sinfónicas atraviesan avatares muy graves y diferentes, resultado de errores acumulados. La dañina politización que de manera congénita padecen la Sinfónica de Sevilla y la Filarmónica de Málaga –cuyo nuevo titular, Aldo Ceccato, ha sido unilateralmente designado por el alcalde, algo que, por cierto, ya pasó en Sevilla con Klaus Weise–; la nefasta labor gerencial de algunos nombres (los casos más clamorosos son el del ya cesado Francisco Senra en Sevilla y el de Alfonso Osuna en Córdoba), y los repetidos y flagrantes errores al designar directores titulares –parece que se nombran con el fin específico de buscar el fracaso– son algunos de los factores que también han contribuido a acelerar la grave crisis que actualmente afecta a las orquestas de Córdoba, Málaga y Sevilla, a lo que aún hay que añadir la razonable incertidumbre que genera en Granada la partida de Josep Pons y la llegada de su sucesor, el francés Jean-Jacques Kantarow.

Noticia de última hora: Aldo Ceccato, que sucederá a Alexander Rahbari al frente de la Filarmónica de Málaga a partir del próximo septiembre, acaba de anunciar la base de la “novedosa” programación de su primera temporada como titular: ¡Las nueve sinfonías de Beethoven y sus cinco conciertos para piano y orquesta! Como se dice por Andalucía: “¡Vaya tela!”

Justo Romero
El Cultural

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