El pianista Leif Ove Andsnes es lo que en el mundo de la clásica se entiende por un músico cool. Un tipo enrollado, de su tiempo, pero sin ansias de protagonismo, aunque en la cercanía resulta más bien tímido y mantiene ese dulce tono de voz que nunca sabes si atribuir a su condición de nórdico o a una genuina prudencia ante la entrevistadora. El noruego Leif Ove Andsnes (Karmøy, 1970) está en Barcelona este fin de semana. Es la estrella solista de la OBC, con la que tocarà, a las órdenes de Kazushi Ono, el ‘Concierto para piano núm. 4º’ de Rachmaninov. No es una pieza cualquiera: su grabación con Warner Classics ha merecido múltiples premios y una nominación a los Grammy. Aunque esto fue antes de que hiciera una inmersión en Beethoven, del que ha estado grabando y tocando la integral de los conciertos de piano, sonatas, música de cámara.. ‘La Vanguardia’ habla con él tras un ensayo en L’Auditori.
¿Por qué cree que su interpretación de este ‘Concierto para piano núm 4’ es tan aplaudida? ¿Qué tiene de especial?
Imagino que es porque es buena, ja ja. Es un concierto relativamente desconocido, por varias razones. Una de ellas es que los dos anteriores de Rachmaninov son muy famosos, perfectamente románticos. Además hay que tener en cuenta que éste es especialmente difícil. Y no sólo para el solista, también para la orquesta y yo diría que para el director. Por eso se le escoge poco. A mí me encanta. Contiene la síntesis de las cualidades de Rachmaninov, contiene todavía la nostalgia, el romanticismo, pero a su vez aparecen armonías de jazz, algo del misticismo de Scriabin y una vitalidad rítmica propia de Prokofiev, Stravisnki o Copland. Supongo que es porque estuvo en América, en contacto con las vanguardias, con la modernidad.
¿Y qué aporta usted?
Las cosas cambian a la velocidad de vértigo en este concierto, se pasa de una emoción a otra rápidamente y tienes que ser ágil dejando clara la nueva atmósfera, ir de algo muy romántico a algo más nítido. Aquí no se extiende en frases románticas como en el 1º o el 2º. Requiere mucha concentración.
¿Existe algo parecido a una pianística nórdica?
Hay un estereotipo respecto a Europa, esa idea de que los intérpretes latinos son más extrovertidos y los del norte más introvertidos, pero le aseguro que conozco a músicos muy extrovertidos y vienen de lo más al norte de Noruega. Es cierto que hemos crecido en un contexto musical distinto. Para mí Albéniz era algo muy fascinante cuando lo oía de niño, crecí también con él pero no lo vivo internamente como lo pueden vivir aquí. No es algo que vaya conmigo como Sibelius, que me llega directo al corazón. En todo caso, en nuestro mundo globalizado hay tantas oportunidades de intercambio… Yo llevo viajando desde los 18 años. Y le diré que a veces encuentro cierta similitud entre noruegos y catalanes. Por ejemplo, Mompou y Grieg comparten una maestría de la miniatura. Y tienen una sensibilidad de las armonías muy especial, con cosas que vienen del folk, muy claras y limpias, que te llegan al corazón. Basta tres compases de uno o el otro para saber qué quieren explicarte. Y les identificas. Capturan una atmósfera.
Es su segunda vez en Barcelona, y la primera vez que toca con Kazushi Ono a la batuta. ¿Cómo ha sido este encuentro?
Ha estado bien. Para este 4º de Rachmaninov siempre pido tres ensayos y no los dos que se acostumbran a hacer, por su dificultad. Así la orquesta puede percatarse bien del intríngulis. En esta pieza el equilibrio es muy complejo, porque en ciertos pasajes se tiene a tocar con mucha fuerza. La verdad es que ahora llevaba seis o siete años sin tocarlo.
Seis o siete años son los que han transcurrido desde que tenía previsto debutar con la OBC, pero se lo impidió un volcán islandés…
Un volcán de nombre impronunciable, sí. Entró en erupción y tuvo que cerrarse el espacio aéreo.
Vive en Noruega todavía. ¿Háblenos de su infancia?
Crecí en una comunidad, en unas islas noruegas... en una de 13.000 habitantes, muy rural. Mis padres eran ambos profesores de música. En casa había un piano y venían alumnos a tomar lecciones, así que cuando tenía yo cuatro años quise ser uno de ellos. Y empezaron a enseñarme. A los seis ya tocaba piezas de Mozart. La música se convirtió en mi primera lengua, aprendía a leer música antes que textos. Y la verdad es que no había más niños en aquella comunidad que tocaran instrumentos, era algo excepcional. Tuve suerte de tener una profesora de piano con la que empecé a los ocho años. Y cuando tenía 15 me fui a la ciudad de Bergen, la siguiente más grande. Y aún vivo allí.
¿Por qué? ¿Está bien conectada?
No especialmente, pero mi mujer toca en la orquesta local, tenemos tres niños y se ha convertido en mi base. Durante una década viví en Copenhague desde donde es más fácil viajar, sí.
¿Y cómo era ese equilibrio siendo niño entre las horas de ensayo y el recreo infantil?
Vino de la manera más natural. Mis padres nunca me exigieron demasiado, practicaba un par de horas al día. Y estaba muy interesado en otras cosas, el fútbol, el deporte, cosas que podía compartir con mis amigos. Recuerdo que siendo muy niño me senté al piano y sentí que aquel era mi lugar, mi ámbito, mi espacio. Recuerdo esa sensación ya teniendo siete u ocho años. Pero no tenía ni idea de que iba a ser pianista profesional, no existía esa noción, eso fue después. Sólo era ese sentimiento de identidad: eso soy yo, es lo que soy.
Pero sin obsesión.
Obsesión en el sentido de que quería aprender piezas, eso sí. Tuve la suerte de tener una maestra sabia, que me fue ofreciendo temas. Y me entusiasmaba con ellos, pero no había ánimo de perfección, sencillamente me daba otra cosa a tocar. Era más bien un juego. Y creo que es importante para los niños.
¿Hablando de estereotipos, parece que los músicos noruegos deberían estar más dedicados a la música contemporánea?
¿Ah, sí? Quizás porque ha habido muchos compositores, especialmente en Finlandia. Finlandia es un caso muy especial, han tenido muchos compositores y directores de orquesta, pero no es lo mismo en Noruega, Suecia o Dinamarca.
Usted no ha grabado demasiada contemporánea que digamos.
No es lo principal, no, tengo solo un par.
Le va más el periodo romántico.
Sí, pero también he estado los últimos años con ese proyecto de Beethoven que titulé ‘Beethoven journey’. Grabé y toqué todos sus conciertos para piano, y también sonatas y música de cámara. Ha sido una experiencia única en mi vida tomar un solo compositor. De manera que sí, clásica, romántica y música del siglo XX. Después de Beethoven he tocado Grieg. Ahora en diciembre grabaré una serie de piano de Sibelius que de hecho es muy poco conocido.
¿Y eso?
Porque su obra para piano es muy desigual. Es vasta, pero tienes que escoger. El 3%0 o 40% es buena música, el resto no es tanto. Era la orquesta lo que llevaba en la sangre. Pero si escoges es una música magnífica.
¿Y que ha descubierto de Beethoven en esta inmersión que ha hecho de tres o cuatro años?
Muchas cosas. Ya de joven me fascinaban sus formas, sus rincones, su carácter revolucionario. Al final de este intenso trabajo siento que la diversidad emocional y la libertad que demuestra son increíbles. Siempre tienes la sensación de que tiene algo importante que decir. Algo que en otros compositores sientes en algunas piezas, en otras menos. Pero Beethoven siempre te demanda: “escúchame”. Siempre estará allí para el mundo, y siempre habrá gente que aprecie su mensajes.
Como noruego, ciudadano de un país que ni siquiera ha querido pertenecer a la Unión Europea, ¿qué opinión le merece el ‘Brexit’?
Noruega es de los pocos países que no forman parte de la UE y no es algo de lo que me sienta muy orgulloso. Deberíamos participar. Y tiene que ver con razones geográficas e históricas, porque Noruega queda lejos de Europa y de donde se toman las decisiones, y además hemos sido colonia, primero de Dinamarca y después de Suecia, hace un siglo. Así que los noruegos son orgullosos. Algo similar quizás a esas diferencias que tienen ustedes en España. Y supongo que a causa de esta independencia tan joven, en Noruega ha habido miedo a tener tan lejos el centro de decisiones. Por otra parte, tuvimos la suerte de encontrar petróleo en el mar del Norte, en los años sesenta y setenta; el país se convirtió en un país rico, y la gente se pregunta por qué debería compartir esa riqueza con el resto de Europa. Creo que deberíamos desde un punto de vista moral.
Eso dividió al país. ¿Aún sigue dividido?
Sí, en esto el país está aún dividido. Y el ‘Brexit’ me parece fatal para Gran Bretaña. Y todos mis amigos en Gran Bretaña sienten lo mismo, no sé quién votó a favor, ja ja.
El mundo de la cultura…
Sí, es natural. Nos pasamos la vida viajando y entrando en contacto con gente de otras culturas. Sólo tenemos que continuar con ese diálogo.
¿Cuántos conciertos da al año?
Ahora 70, antes eran más, pero ahora con los hijos pequeños divido la actividad: seis meses de conciertos y seis meses sin.