Sinfónica de Madrid. Cien años de magisterio
23/4/2004 |
El conjunto sinfónico más antiguo de España cumple ahora su primer centenario. La Orquesta Sinfónica de Madrid (OSM) vive un excelente momento, tutelada por Jesús López Cobos y al servicio del Teatro Real. La próxima semana, y con dirección de José de Eusebio, afronta uno de sus mayores retos: la interpretación de la Sinfonía Turangalila de Messiaen. El Cultural se acerca a la realidad de una formación de irregular trayectoria histórica.
“La Orquesta Sinfónica de Madrid (OSM) es el conjunto sinfónico más antiguo de España, el primero que va a cumplir cien años. Fue fundada en 1903 y dio su primer concierto el 7 de febrero de 1904. Es la heredera de la primera formación orquestal estable que se creó en nuestro país”, dice con orgullo su presidente, el flautista Pedro González. Y no le faltan razones a los 106 profesores que integran la plantilla de la OSM para celebrar con optimismo el centenario. “Vivimos un momento rejuvenecedor. El nuevo contrato que acabamos de firmar con el Teatro Real, que nos vincula durante los próximos siete años; la incorporación de Jesús López Cobos como director musical; la ampliación de la plantilla con 16 nuevas plazas, que aportarán savia nueva; la creación a finales de 2000 de la Orquesta-Escuela de la Sinfónica... tenemos motivos para mirar al futuro con enorme confianza”.
Para Cristóbal Halffter, “Compositor asociado” de la OSM desde 2000, “la Sinfónica es un conjunto ejemplar en muchos sentidos. Su disponibilidad, el talante de los profesores, la dedicación excepcional a las músicas contemporánea y española y la ductilidad de la que hace gala la convierten en un conjunto inusitado y ejemplar en el panorama sinfónico español”. “¡Ojalá tuviéramos cien sinfónicas de Madrid en España!”, exclama antes de confesar que el mejor regalo que se le puede hacer es una sede propia, “en la que pueda ensayar y presentar sus propias actividades”.
López Cobos, por su parte, no duda de que la Sinfónica atraviesa un momento de “esperanzadora regeneración”. “Estoy convencido de que su alto nivel se convertirá pronto en extraordinario”, vaticina el maestro zamorano. ¿Es equiparable el nivel de la OSM al de otras orquestas de foso extranjeras? “Sin ninguna duda. Ahora mismo estoy haciendo Traviata en París, en La Bastilla, y le aseguro que la calidad instrumental en absoluto es superior a la ofrecida por la Sinfónica cuando hicimos este mismo título en Madrid”, contesta López Cobos desde su hotel en la capital gala. ¿Cuál es su sueño como director musical de la OSM? El maestro no duda la respuesta: “Que en cuatro años su nivel haya subido de tal manera que dé la pauta de calidad del Teatro Real”.
Organización autónoma
La Sinfónica de Madrid significa un punto y aparte en la burocratizada vida orquestal española. Su organización es autónoma, sin dependencia administrativa de ninguna institución de carácter público, algo que le otorga una manera de ser determinante a la hora de hacer un buen trabajo. Estas peculiaridades han sido precisamente las que decidieron a López Cobos a aceptar la titularidad. Además de “autónoma”, la OSM es autogestionaria, prurito que llevan muy a gala todos sus profesores. “Somos”, dice Pedro González con orgullo, “una orquesta que se controla a sí misma. Nosotros decidimos con plena responsabilidad qué hacemos y con quién trabajamos; qué músicos queremos incorporar y qué maestro queremos como titular”. Según González, esta capacidad de autogobierno propicia que los profesores se sientan especialmente involucrados en la Sinfónica.
Sin embargo, tan feliz seña de identidad tiene su reverso. Es la inseguridad laboral, el estar siempre pendiente de los contratos o acuerdos de servicios que negocie la orquesta con las instituciones públicas. “Aunque, en este sentido, tras el acuerdo firmado con el Real en 1997, la orquesta vive un momento de estabilidad sin precedente en sus cien años de historia”. Precisamente, este acuerdo a siete años con el Real ha sido la razón por la que la pasada temporada la Sinfónica completara su nombre con la coletilla de “Orquesta Titular del Teatro Real”. ¿Ha supuesto este cambio de denominación una pérdida de identidad? Ni Pedro González ni Jesús López Cobos, titular desde 2003, piensan así: “Lo único que ha ocurrido ha sido que la orquesta ha profundizado su arraigo con el Real, pero mantiene su plena identidad. En las actuaciones que hacemos fuera del Real, así como en nuestro ciclo de conciertos, seguimos denominándonos Orquesta Sinfónica de Madrid”. Para López Cobos,“no tendría sentido albergar dentro del teatro una orquesta que ni siquiera mantiene una relación nominal con el mismo”.
De esta manera, la OSM sigue un esquema muy parecido al de la Filarmónica de Viena,“que cuando toca en el foso de la Staatsoper se denomina orquesta de la ópera”, aclara Pedro González. Con el retorno al Teatro Real, la Sinfónica no ha hecho sino volver a su propia casa, que ocupó hasta su cierre, en 1925. Fue precisamente allí donde la OSM se presentó en 1904, dirigida por Alonso Cordelás. Sólo un año después, en 1905, comenzó su fecunda colaboración con Enrique Fernández Arbós, que se prolongaría durante tres largas décadas. Fueron los años de mayor esplendor. Una época ejemplar, en la que también ocuparon su podio importantes figuras. Incluso Ígor Stravinski, que el 22 de noviembre de 1933 dirigió obras propias en el Teatro Capitol de Madrid.
Admiración por Arbós
Bajo la poderosa impronta de Fernández Arbós, músico al que su actual sucesor López Cobos profesa especialísima admiración –“sus memorias, que ahora se van a reeditar al cuidado de José Luis Temes, son un compendio de sabiduría y un testimonio de su grandeza humana y artística”–, se definieron los objetivos básicos de la Sinfónica, que siguen manteniéndose vigentes.
Tras la muerte de Arbós, en 1939, y la conclusión ese mismo año de la Guerra Civil, la titularidad de la Sinfónica fue ocupada por directores españoles como Conrado del Campo, José María Franco, Enrique Jordá y Vicente Spiteri. Fueron tiempos muy difíciles, los peores de su historia, especialmente los años cuarenta y cincuenta, “durante los cuáles la verdad es que no hay casi nada reseñable” recuerdan Gómez Amat y Joaquín Turina en el documentado libro que publicaron en 1994. En 1981, tras un acuerdo con el Ministerio de Cultura, la Sinfónica pasó a ser la orquesta estable de todas las producciones del Teatro de la Zarzuela. “Aquel momento”, recuerda hoy con cierta nostalgia Pedro González, “marcó el final de la grave crisis que sufría la orquesta desde 1939”. ¿No se sienten celos de la comodidad laboral que supone ser empleado público, como el resto de las orquestas? “Pues yo diría que casi no, aunque sí se siente cierta envidia. Algunos músicos que se han ido a diferentes orquestas, que han opositado a la Nacional, a la RTVE, o a otros conjuntos, me lo han dicho con verdadera pena. Yo creo que trabajar para ti mismo es un estímulo que compensa ciertos riesgos”.
La capital dedicación al foso, primero en el Teatro de la Zarzuela y, desde 1997, en el Teatro Real, no ha impedido la activa dedicación sinfónica. Primero con García Navarro y luego con López Cobos. El foso quema, “sobre todo si no se hace a buen nivel”, subraya López Cobos, que considera que “una orquesta no puede existir sin tener una vida sinfónica propia”. Por ello, ha impulsado tanto el ciclo de conciertos que la Sinfónica ofrece promovido por la Comunidad de Madrid como un ciclo camerístico protagonizado por los propios profesores.
Especial relevancia tiene el vínculo con el gran maestro alemán Kurt Sanderling, que mantiene el puesto de “Director honorífico”. Invitado a participar en algunos de los conciertos extraordinarios: “Estuvo muy amable, como siempre. Pero me dijo que ya no dirigía más. Que había cambiado la batuta por el bastón”, afirma Pedro González.
Justo Romero
El Cultural