6/3/2016 |
Urs Flueeler
Nikolaus Harnoncourt, que ahora nos ha dejado a los 86 años, ha sido uno de estos maestros. Él enseñó a muchas generaciones otra manera de escuchar la música antigua. Educó nuestro oído a una forma de apreciar aquella música, lejos de los modos de la interpretación romántica o post-romántica que eran la dominante, como eran dominantes Brahms y Beethoven y poco más en aquella Austria triste de la posguerra.
Herbert von Karajan era el jefe máximo de la orquesta Sinfónica de Viena en la que Harnoncourt era una simple violonchelista. El músico debatía con otros miembros de la orquesta sus inquietudes por buscar y encontrar una nueva forma de interpretar, pero debían hacerlo a escondidas, lejos de los oídos de aquel director al que tanto le gustaba la autoridad.
En unos años tan lejanos como los primeros años 50 del pasado siglo Harnoncourt y su esposa Alice crearon el Concentus Musicus Wien dedicado a la interpretación de aquella música antigua, del barroco y del primer clasicismo, con instrumentos de época. Aquello fue una auténtica revolución.
Se trataba de reproducir lo más verosímilmente las condiciones en que aquella música se había tocado y cantado en su momento, de ser fiel al espíritu de la época en que fue compuesta. Y no solo era cuestión de utilizar instrumentos antiguos o réplicas modernas. Se trataba también de intentar reproducir los 'tempos' y las dinámicas que se encerraban en las partituras casi siempre con escasas indicaciones.
Harnoncourt fue un pionero que haría escuela. No pasó mucho tiempo y en Inglaterra John Elliot Gardiner y Christopher Hogwood emprendieron el mismo camino con los English Baroque Soloist y la Academy of Ancient Music, respectivamente. Han seguido numerosas formaciones en Europa que se han especializado en la interpretación con instrumentos originales y criterios musicológicos.Y hoy la lista es extensísima, desde WIlliam Christie y Les Arts Florissants, a la Armonia Atenea que dirige George Petrou, sin olvidar a Fabio Biondi y su Europa Galante, o Il Giardino Armonico de Giovanni Antonini.
Plasmó su revolución en numerosas grabaciones. Es de referencia la integral de las cantatas de Johann Sebastian Bach en un proyecto iniciado conjuntamente con otro pionero, el holandés Gustav Leonhardt.
El director austriaco no puso límites a su práctica musical. Dirigió a las más grandes orquestas del mundo. Su repertorio era amplísimo y no se circunscribía solo a la música antigua o al clasicismo. Dedicó mucho tiempo al romanticismo y post-romanticismo, como él mismo explica en su libro 'La música es más que las palabras' (Paidós).
Éste es solo uno de los varios libros en los que plasmó su pensamiento musical, su filosofía. 'La música como discurso sonoro' (Acantilado) recoge una serie de ensayos sobre la interpretación histórica. En 'El diálogo musical' (Paidós), Harnoncourt reflexiona sobre Monteverdi, Bach y Mozart.
Este último compositor era uno de sus favoritos lo que le llevó en numerosas ocasiones al Festival de Salzburgo donde dirigió varias de sus óperas. El recuerdo que a mi me queda de Harnoncourt es de aquel festival, pero curiosamente, no está relacionado con Mozart. Se trata de 'King Arthur', la semi-ópera de Henry Purcell, interpretada en el Felsenreitschule con una puesta en escena disparatada y muy divertida de Jürgen Flimm que había colocado una pasarela alrededor de la orquesta como si fuera un teatro de variedades. Harnoncourt siempre tenía un aspecto muy circunspecto que revelaba sus orígenes aristocráticos. Difícilmente se reía, pero en aquel caso se rió ¡y cómo! cuando uno de los actores le cunbrió la cabeza con un gorro multicolor de lana a mitad de la obra.
Así acabó aquel estupendo 'King Arthur', con un público entusiasmado por la interpretación y un Harnoncourt feliz y sonriente con su gorro. También estaría feliz por interpretar aquella obra porque Purcell fue uno de sus primeros amores musicales. Sus primeras grabaciones barrocas empezaron con música para viola del inglés.
Harnoncourt se ha ido con la misma elegancia con la que nos había enseñado tantas cosas. En diciembre del año pasado, la víspera de su 86º cumpleaños, anunció en una carta manuscrita cuyo facsímil fue distribuida a los asistentes a un concierto del Concentus Musicus en el Musikverein de Viena, que sus facultades físicas requerían la cancelación de sus planes de futuro. Su hora final no se ha hecho esperar.
ROSA MASSAGUÉ
El Periódico de Catalunya