El 15 de marzo de 1977, la PBS, el canal de la televisión pública de Estados Unidos, retransmitió, desde el Metropolitan Opera House de Nueva York, la ópera «La bohème», de Giacomo Puccini, con Luciano Pavarotti y Renata Scotto al frente del reparto. Vieron aquella retransmisión cuatro millones de personas, lo que equivale a multiplicar por mil el aforo del coliseo neoyorquino. El 8 de marzo de 2015 se retransmitía a través de internet, desde el Teatro Real, la ópera «La Traviata», de Giuseppe Verdi; se inauguraba así la página web «The Opera Platform», que tiene previsto ofrecer cada mes al menos una ópera desde uno de los quince teatros europeos –entre ellos, el Covent Garden londinense, La Monnaie de Bruselas o la Staatsoper de Viena– que integran la red.
Han pasado casi cuatro décadas entre estos dos acontecimientos, que indican claramente la creciente importancia que el sector audiovisual y las nuevas tecnologías tienen en la difusión de la ópera. «La alianza entre este género, muchos de cuyos principales títulos tienen entre doscientos y trescientos años, y las nuevas tecnologías, tiene algo de paradójico, pero todo lo que está pasando hasta ahora en la difusión de la ópera a través de los medios audiovisuales no son más que buenas noticias», dice Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real.
El coliseo madrileño acogió, precisamente, en los primeros días del pasado mes de mayo la conferencia anual de Opera Europa, asociación que reúne a ciento cuarenta compañías y teatros provenientes de treinta y cinco países. El eje de sus debates fue la ópera en vivo en línea y el lanzamiento de «The Opera Platform» su punto culminante. El «streaming», necesario para muchos de los responsables de los teatros de Ópera, fue calificado por otros como «superficial y superfluo». Joan Matabosch opina que «los audiovisuales no quitan espectadores a los teatros; tengo la sensación de que es más bien lo contrario. Aquellos teatros que han sido capaces de difundir su producto más allá de sus paredes le están dando más sentido a las subvenciones públicas, imprescindibles para su supervivencia, sobre todo en Europa. Hay que tener en cuenta que sus presupuestos cuentan con dinero público: un 30 por ciento en algunos casos, como nuestro teatro, y hasta un 80 por ciento en el caso de varios teatros alemanes».
El Real ha sido pionero en este aspecto, y hace cinco años adquirió una equipación audiovisual en alta definición, que no tenía entonces ningún teatro europeo. «La tuvimos antes incluso que cualquier televisión», dicen orgullosos Natalia Camacho y David Pérez, responsables del departamento audiovisual del Teatro Real. Para ellos, la explotación de sus productos a través de las redes –también en cines, en televisión y en DVD– resulta «imprescindible» en un teatro de ópera. «Es una herramienta fundamental que tiene un gran poder divulgativo y que facilita el acceso a un público mucho más amplio. Al teatro le aporta visibilidad y posibilidades comerciales».
Filtro audiovisual
Natalia Camacho y David Pérez apuntan otro aspecto: el filtro audiovisual que se ofrece al lenguaje operístico. No hay nada, naturalmente, comparable a acudir a una representación en vivo, pero la calidad de las transmisiones permiten ofrecer al espectador una experiencia totalmente distinta, en la que se pueden apreciar detalles que en un teatro sería difícil. «Puede ser –concluye Matabosch– una experiencia maravillosa. Ver a una gran soprano, que además sea una excelente actriz, en un primer plano de su actuación, es algo impagable».
«La Traviata», la primera retransmisión de «The Opera Platform», que estará disponible online hasta el mes de noviembre, puede llegar a las trescientas mil visitas, dice Matabosch. «Una sola representación transmitida por internet, por tanto, puede ser vista por más espectadores de los que un teatro puede albergar en toda una temporada. Invertir en este aspecto tiene muchísimo sentido; los teatros que no sean capaces de hacerlo van a perder el tren del futuro».
Palco Digital es la plataforma a través de la cual el Teatro Real ofrece las retransmisiones de sus producciones, así como otro material audiovisual relativo a ellas (ensayos, reportajes, entrevistas…) Teatros como el Metropolitan Opera de Nueva York (Met Opera on demand) tienen también plataformas digitales propias, y algunos, como La Scala de Milán o el Covent Garden de Londres, llevan las retransmisiones de sus producciones a cines en todo el mundo. Pero está claro que el futuro de los teatros pasa, como concluye Matabosch, por adaptarse al futuro digital.