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La pianista que nunca dio con la tecla correcta

14/2/2015 |

 

 

 

Anne Naysmith sorprendió en los años 70 por su gran talento como intérprete, pero un romance fallido y graves problemas económicos la llevaron a vivir en la calle. Esta semana, moría atropellada por un camión

 

Ya nadie en el exclusivo barrio londinense de Chiswick recuerda algún concierto de Anne Naysmith. Han pasado más de cuarenta años desde que la talentosa intérprete tocó su última nota ante un piano, pero siempre que cualquier vecino aborda la historia de la famosa «andrajosa de Chiswick», todos comienzan su relato mencionando la gran capacidad artística de la mujer que acabó convirtiéndose en la sombra de un sueño ahogado entre las ruedas del infortunio. «Desde los 70 no tocaba el piano, pero era muy común escucharla canturrear por la calle. Sonaba como un ángel. La música fue lo único que nunca la abandonó», explican a «The Guardian».

Y es que su vida puede contarse con las notas de la Sonata para piano No. 8 de Beethoven como telón de fondo, donde la esperanza del principio decae en un emotivo y complejo ritmo y finaliza inexorablemente con una sensación de negación. En los sesenta deslumbró como maestra de piano en escuelas privadas y, fruto de ese virtuosismo que demostraba, fue invitada a varios conciertos y acabó tocando en el prestigioso Wigmore Hall del centro de Londres. Un periodista del Times elogió incluso en una de sus críticas la «rica calidez» de su interpretación de Rachmaninov. Su carrera profesional, por entonces, estaba en alza y las salas de concierto no dudaban en contratarla. Pero esta dulce situación pronto se desvaneció.

A finales de los 70, diversos problemas financieros y la angustia de un romance fallido consumieron su estabilidad. Acabó siendo desahuciada de su vivienda y tuvo que vivir en el Ford Consul que había logrado comprar en la década anterior con el dinero de los conciertos. Los siguientes veinte años se los pasó durmiendo en su vehículo y malviviendo por las calles del que había sido su barrio de siempre. Pero lo peor aún estaba por venir: en 2002, ante la queja de una vecina, las autoridades le quitaron su coche por ser, supuestamente, el hogar ideal para los roedores. Desde entonces, dormía en pequeños refugios que creaba entre arbustos y árboles cerca de un aparcamiento. «Las autoridades le ofrecieron en muchas ocasiones una vivienda o un simple abono para el autobús, pero ella rechazó cualquier ayuda. Lo único que quería era recuperar su casa», cuentan sus vecinos a CHISWICKW4.com.

«La dama del Ford Consul»

Después de cuatro décadas pisándole los talones, la desgracia remató esta semana su trabajo. El martes, un camionero que circulaba de noche por la ciudad no vio a la pianista y la atropelló con su vehículo. Los servicios de emergencia acudieron rápidamente al lugar del accidente pero no pudieron hacer nada para salvar su vida. «Por qué eligió adoptar un estilo de vida tan sacrificado no está claro, pero ella nunca se quejó o lo criticó», destaca John Todd, consejero local.

Betty Furner, que se presenta como amiga suya, la recuerda con emoción: «Ana era respetada porque siempre fue fiel a sí misma. Fue ferozmente independiente y muy orgullosa de lo que era. No tenía que hacer preguntas, ella tenía las respuestas». Ahora, los vecinos están preparando un bonito funeral para ella y asumirán sin problema los gastos de su entierro.

Para muchos, su historia recuerda inevitablemente a Miss Shepherd, «la dama de la furgoneta» que inmortalizó el dramaturgo británico Alan Bennett. Ella era una anciana vagabunda y chiflada que vivía en una furgoneta reventada en la misma calle del escritor. Tras varios años de sufrir vagamente por la integridad de la mujer, Bennett le pidió que, por las noches, entrara a dormir a un cobertizo que él tenía en el jardín. Pero a las pocas semanas, la furgoneta de la mujer estaba instalada dentro del minúsculo jardín del escritor. Durante los siguientes quince años, ella hizo de ese jardín y del montón de chatarra su casa. Hasta su muerte.

«La dama del Ford Consul», como así podría considerarse a Anne Naysmith, deja ahora en el letargo de su ausencia al barrio londinense de Chiswick. Las notas finales de una mujer que nunca dio con la tecla correcta en la sonata de la vida. 


Abc

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