Cuando las tiendas de música aún formaban parte del hábitat natural de los melómanos, un disco compacto llamaba la atención del comprador desde las estanterías: eran las Cuatro Estaciones de Vivaldi en la versión de Fabio Biondi para el sello Opus 111. Lo llamativo era el número de pegatinas que el disco llevaba puestas, testimonio de la multitud de premios recibidos, y que casi llegaban a tapar la imagen de portada (unas máscaras venecianas).
Corría el año 1991, y aquel registro demostró que los italianos tenían algo que decir en un ámbito (el historicista) y un repertorio en donde hasta aquel momento mandaban los conjuntos ingleses y holandeses. Desde entonces, Biondi y su grupo Europa Galante se han impuesto como uno de los referentes interpretativos de Vivaldi y del Barroco italiano en general, contribuyendo también a la divulgación de repertorios y autores menos conocidos. Es el caso del olvidado Adriano in Siria, melodrama de Francesco Maria Veracini que Biondi y sus huestes ofrecen en el Auditorio Nacional.
Veracini es conocido principalmente por su música instrumental. ¿Cómo surge la idea de investigar en su restringido catálogo operístico?
Veracini es una referencia para los violinistas tanto desde un punto de vista de la evolución del instrumento como por la belleza de su música. Su calidad me impulsó a echar una mirada a su música vocal.
¿Qué tal se maneja Veracini en el melodrama?
«A Veracini le llamaban "Capo pazzo" (cabeza loca). No se dejaba encasillar»
«Adriano in Siria» contó en su día con un reparto vocal de estrellas, entre las que destacaban los «castrati» Senesino y Farinelli.
En el aspecto vocal, la postura de Veracini es muy interesante. Pese a su formación violinística, en ninguna ocasión trata la voz como si fuera un instrumento, a diferencia de lo que ocurre en los melodramas de Vivaldi.
Veracini tenía fama de hombre original y extravagante.
«En nuestras "Cuatro Estaciones", hay un regreso a la placidez»
En Madrid propone también las «Cuatro estaciones» de Vivaldi, de las que en 1991 firmó un pluripremiado registro que supuso su consagración internacional. ¿Se esperaba el éxito de aquel disco?
No me lo esperaba, sinceramente. El trabajo relativo a aquella grabación fue tranquilo y lo realizamos con una mirada muy «virgen», como si acabáramos de encontrar la partitura en una biblioteca.
Sin embargo, aquella interpretación reveló un Vivaldi mediterráneo, distinto del que hacían los grupos historicistas ingleses que entonces dictaban ley en este repertorio.
Pero no hubo por nuestra parte intención de hacer algo diferente o romper esquemas. Todo salió de una manera muy espontánea.
¿Y cómo suenan sus «Cuatro estaciones» en la actualidad?
Por supuesto algunos aspectos de aquella versión permanecen, pero al mismo tiempo nuestras Cuatro estaciones han cambiado mucho en el sentido de un regreso a un cierto gusto clásico en la manera de tocar.
¿Clásico en qué sentido?
«El concepto de autenticidad me hace sonreír»
¿Dónde situaría entonces el concepto de autenticidad?
La filología es una ocasión de conocimiento enorme para interpretar y comprender cierto lenguaje, pero no olvidemos que somos hombres del siglo XXI. No es posible el conforto del regreso a lo antiguo porque han cambiado los sistemas de escucha y de fruición de la música. No se trata de hacer Vivaldi tal como se hacía en la época de Vivaldi, porque los criterios son diferentes. Además, el Setecientos está fragmentado en muchas verdades y conforma un cuadro amplio e incoherente. Se daban muchas diferencias entre un músico y otro, entre una ciudad y otra. Por eso, el concepto de autenticidad me hace sonreír, porque habría que situar siempre cada cosa en un contexto, en un lugar y en una geografía extremadamente concreta. Por suerte, creo que hemos entrado en una fase en la que somos conscientes de la existencia de un vocabulario (barroco) que hay que respetar, pero también somos conscientes de que estos conocimientos se enfrentan a inevitables ajustes, porque nuestra sociedad ha cambiado radicalmente con respecto a la de hace tres siglos.
Vivaldi es también protagonista de su último disco. ¿Qué piezas ha elegido en esta ocasión?
«Los últimos conciertos muestran a un Vivaldi más profundo, más atormentado»
¿Podemos afirmar que estos conciertos dibujan la personalidad del compositor al final de su vida?
En cierto sentido, sí. Hay en ellos una suerte de tristeza, de melancolía... Vivaldi fue olvidado por todos, fue enterrado en Viena en una fosa común. Los adagios de algunos de estos conciertos poseen un tono desgarrador, como un presagio de su terrible final.