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'Sólo ahora se puede entender a Rossini'

27/12/2014 |

 

  • El veterano director Alberto Zedda publica 'Divagaciones rossinianas', un ensayo dedicado a deshacer los tópicos (facilón, poco intelectual...) sobre el 'mozart italiano'

A los 86 años, Zedda no descansa en su empeño de difundir la dimensión oculta de Rossini. Formado en la efervescente escena artística de Milán de la posguerra y curtido en las filas de la izquierda más dura, Zedda llegó tarde a la música, una vez comenzados sus estudios universitarios de Filosofía y Letras. Lo hizo siguiendo los pasos de una chica de la que se había enamorado. «El secreto del libro es la pasión. Y el secreto de esta pasión es, por una parte, haber encontrado la música de adulto y no de niño, y por otra parte, haberla descubierto a través del amor», explica, jocoso, desde su apartamento en la madrileña Plaza de España.

Después de una carrera tan larga que ha pasado por Verdi, Vivaldi, Handel, Donizetti y Bellini, Zedda acaba volviendo una y otra vez al protagonista de este libro por una razón: «La problemática de Rossini, la dificultad a la hora de plantear los problemas, no de resolverlos, porque este es un libro de interrogantes, no de respuestas». Esta dificultad «te habitúa a ir al fondo de estos problemas, aspectos que normalmente uno no va a explorar porque se contenta con un nivel de comprensión más superficial. Esta es la obligación que me dio el señor Rossini. Bueno, no él sino su arte», dice Zedda.

Aún así, Zedda parte de la idea de que la música de Rossini no le gusta especialmente. «Me gusta como resultado general, me gusta el filósofo Rossini. Para él, el hedonismo sirve para llegar a la gran espiritualidad e incluso a Dios, llegado el caso. Su modernidad consiste en que es un libertino espiritual emparentado con Nietzsche», explica.

Su formación humanista le permitió descubrir aspectos ocultos. «Empecé a publicar textos en los que se decían cosas que hasta entonces no se habían dicho. Por ejemplo, que 'Il barbiere di Siviglia' era una buena ópera, pero no la mejor de Rossini. Y, sobre todo, que el Rossini grande, el verdadero, no era el cómico sino el dramático: el de 'Semiramide', 'La donna del lago', 'Tancredi'», recuerda.

«A través de mi trabajo de investigación descubrí un Rossini sumergido, que tenía una forma de comunicación moderna. Fui el primero que dijo que el silencio rossiniano no era, como todos pensaban, porque su música era demasiado antigua respecto al mundo romántico que estaba surgiendo. Era una música abstracta, que hablaba con una simbología típicamente contemporánea: el 'nonsense', el juego, la ambigüedad... Y he ahí el misterio de Rossini: cómo es posible que una misma música pueda servir indistintamente para sufrir y disfrutar», explica Zedda a propósito de uno de los grandes enigmas: por qué Rossini se retiró de la ópera en 1829 y vivió los 39 años restantes de su vida alejado del género.

«Nadie me explicó el secreto de Rossini, ni tampoco puedo explicarlo yo», confiesa. «Pero en el libro intento poner las sensaciones que tengo cuando lo escucho. Es un artista increíble, porque la apariencia es tan simple, los vocablos son tan sencillos... Como un niño que te dice cosas enormes. Tiene un primer nivel placentero, porque sus melodías son muy pobres, cortitas. Pero, en cambio, tiene un ritmo melódico, creativo. Es pulsación vital, energía pura. Parece un compositor de segunda, pero escuchas el final del 'Guillermo Tell' y te viene una emoción que no se puede explicar. Y, si lo analizas, es nada, tres notas. Lo más banal: do, mi, sol [canta]. Pero te crea una apoteosis única».

«Cuando sucedió el 11-S, Stockhausen dijo que aquello era la obra de arte más perfecta. Todo el mundo dijo: '¡Está loco!'. Pero, en cierto sentido, tenía razón, una razón absurda. Pues el pensamiento de Rossini estaba en ese orden de ideas», detalla Zedda. «La música es un arte abstracto, pero no es lo mismo una marcha militar que un dueto de amor. Hay límites. Pues bien, la escritura vocal de este compositor es puramente abstracta, es como Mondrian o Miró. Parece fácil, pero...», se plantea. Por todo ello, «es ahora cuando podemos entender a Rossini, en el momento en que estamos acostumbrados a dotar de sentido lo que aparentemente no lo tiene. Cuando escribí esto, hace 50 años, decían que Alberto Zedda estaba completamente loco. Pero el tiempo va pasando y tienen que darme un poco la razón», se ríe.

DARÍO PRIETO
El Mundo

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