La Moneda, el teatro modelo
26/3/2004 |
El coliseo belga presenta Peter Grimes en la temporada de la ABAO
El 27 de marzo, el Teatro de la Moneda de Bruselas vuelve a España por segunda vez en este curso lírico. Será en la temporada de la ABAO de Bilbao, con su célebre producción de Peter Grimes de Britten. El Cultural ha analizado las características de un centro operístico que está considerado como ejemplar e incluye una entrevista con su responsable musical, el japonés Kazushi Ono.
El aficionado medio no podrá por menos que preguntarse qué es lo que tiene el Teatro de la Moneda de Bruselas para que sus fuerzas hayan visitado ya los tres centros líricos más importantes de España –Barcelona, Madrid y Bilbao– en los últimos años. Frente a otros poderosos coliseos, la Moneda, aparentemente al menos, suena como un lugar de menor peso. Tampoco su presupuesto, similar al que manejan el Liceo o el Real, resulta apabullante. Y sin embargo, su visita a Bilbao es la segunda en esta temporada, tras abrir la del Liceo con Wintermärchen de Boesmans y la tercera en los últimos años. Acude con la producción de Peter Grimes realizada por Willy Decker que tanto fascinara a los madrileños.
Parte de su magia viene de que este teatro ha establecido un estrecho vínculo con la ciudad que le acoge. Su actual director, Bernard Foccroulle, señala que ha sido y es “un lugar de una intensa vida cultural y social, en todos los sentidos del término. El pueblo de Bruselas se dio cita en sus muros para aplaudir a los grandes artistas locales y extranjeros, para bailar y hablar, para resistir a las ocupaciones y a los sufrimientos de la guerra, para festejar los grandes acontecimientos y las liberaciones”.
Construido en 1700 obtuvo este nombre por ocupar el solar de lo que había sido una fábrica de moneda en el siglo XVII. De allí partió en 1830 la revolución belga tras una representación de La Muerte de Portici. Tras un incendio, el actual edificio fue remodelado en 1856 por el arquitecto Polycarpe-Charles Séchan. En él se estrenaron obras como Herodías de Massenet en 1881, Sigurd de Reyer en 1884 –obra de notable trascendencia en su época–, L’Étranger de D’Indy en 1903 y Le roi Arthus de Chausson en 1904. Posteriormente llegarían Antígona de Honegger, 1927 o El jugador de Prokofiev, 1929. Allí nació el Ballet del Siglo XX de Maurice Béjart.
Esplendores de antaño
Un momento importante vino con el nombramiento en 1981 de Gérard Mortier como director, con la intención de devolver a este teatro a sus esplendores de antaño. Para el compositor Philippe Boesmans, cuyo Wintermärchen obtenía un notable éxito en la apertura de la temporada del Liceo, “antes de la llegada de Mortier, la Moneda estaba en su nivel más bajo. Funcionar, funcionaba; tenía su temporada, pero no le interesaba prácticamente a nadie. Sólo Béjart y su Ballet del siglo XX podían considerarse como un motor. Béjart era el único en darle proyección internacional, pero el resto era rutinario”.
Con la llegada de Mortier se produjo un cambio radical. El que luego sería director del Festival de Salzburgo y que ahora debuta al frente de la Ópera de París, daría en Bruselas su salto a la fama. Convierte a Boesmans en su asesor musical, impulsando la creación actual. Reestructura la orquesta, que deja en manos de John Pritchard y de su amigo Sylvain Cambreling quien, a partir de 1987, quedaría como director musical. Y encomienda a Gunther Wagner la reorganización de los coros.
Con la marcha de Mortier a Salzburgo, tomaría su puesto Bernard Foccroulle que no sólo ha continuado la línea de Mortier, sino que la ha acrecentado. Antonio Pappano, que había sido asistente de Barenboim, asumió la labor musical para consolidar a su orquesta y coro entre los mejores de Europa. Pappano señalaba a El Cultural que la renovación se llevó a cabo “con gente joven y de calidad. El Teatro de la Moneda tiene una acústica particular y hay que recrear un determinado color en el sonido. Se diseñó una temporada de conciertos de cámara y sinfónicos. Incidimos en aquellas óperas que exigen un gran trabajo como Rosenkavalier o La condenación de Fausto, además de creaciones de Debussy o Wagner, que evidencian la calidad, tanto del conjunto como de sus solistas”.
También la Moneda se ha caracterizado por apostar por los mejores directores de escena del momento, con gran perspicacia a la hora de apostar por nombres de proyección futura. En fechas recientes, Achim Freyer, Stéphane Braunschweig, David McVicar, Robert Wilson o Jan Fabre han realizado o proyectan montajes de gran calado. Para Kazushi Ono, que viene de heredar el puesto de Pappano, la idea de Foccroulle es muy inteligente: “Plantea la necesidad de que el director escénico y el de orquesta empiecen a trabajar uno o, incluso, dos años antes del estreno. Por ejemplo, Jan Fabre va a hacer Tannhäuser en junio y ya venimos planificándola desde hace meses. A veces no es fácil. Pero este proceso conduce siempre a resultados importantes porque el acto creativo es resultado de un trabajo en común. Es lo que diferencia los montajes de la Moneda de otros sitios. Nunca he visto nada similar a lo que sucede aquí en el resto del mundo”, afirma exultante.
Música y drama
El propio Pappano, que ahora ejerce de director en el Covent Garden, afirma que él aprendió en Bruselas que “una compañía de ópera se basa en la ideal combinación de música y drama. La música viene de la fuente dramática y, por ello, lo más útil es meterse de lleno en el montaje para comprender en qué línea va. Me siento muy afortunado de haber contado con producciones de gran calidad durante estos años que, sin duda, han potenciado la fama de Bruselas”. La prueba está en que muchas de ellas son impenitentes viajeras. El mismo Peter Grimes que se verá este fin de semana en Bilbao, se llevará a la Royal Opera House en verano.
En relación a la elección de intérpretes, Antonio Pappano comentaba que “se ha ido logrando que vengan grandes cantantes por los proyectos y que se identifiquen con ellos, que no se limiten exclusivamente a cumplir. La Moneda no puede tener como prioridad traer algunas estrellas porque no cuenta con dinero para pagarles. Pero hay tantos cantantes en el mercado que, con un repertorio inteligente, siempre se puede llegar a excelentes resultados”. Y ahí está la Aida que cerró la etapa del maestro británico donde se reunió un reparto “ejemplar”.
Otro puntal ha venido de la elección del repertorio, ampliándolo por los dos extremos, el barroco y la creación actual. En el primer caso ha estado al pie del cañón René Jacobs, un excelente director especializado en los siglos XVII y XVIII. Esta temporada se hacía cargo de una Agrippina de Haendel y afrontará una nueva lectura de Eliogabalo de Cavalli en abril, con la española Silvia Tró Santafé como protagonista. En medio, se da el lujo de recuperar, en versión de concierto, la inhabitual Marco Antonio y Cleopatra de Hasse, en su día, casi tan famoso como el mismo Haendel.
Y es que cualquiera que analice la temporada de la Moneda, se encontrará con un panorama atípico. Ono señala que un teatro de repertorio como la Moneda –o el Real– corre el riesgo de convertirse “en un lugar social donde no se sabe si es más importante la representación o la cena posterior”. Y para ello, la mejor manera de evitarlo es diseñar un programa interesante, variado y novedoso. En su actual temporada, sólo Don Giovanni, Tannhäuser y, según se mire, Peter Grimes forman parte de lo que podríamos denominar repertorio. A su lado Alceste de Gluck, El regreso de Ulises de Monteverdi, El rey Arturo de Chausson, además de las antes citadas. Y nada menos que dos estrenos, The woman who walked into doors de Kris Defoort y Thyeste de Jan van Vlijmen, en una decidida apuesta por la renovación del repertorio. Pocos pueden presumir de grandes éxitos en nuevas creaciones. Y ahí está el caso de Ballata de Luca Francesconi, que la pasada temporada obtuvo el aplauso unánime. “El interés tan grande que han generado proyectos recientes como Ballata no es corriente en otros teatros”, afirma Ono. “Ésa es una energía importante para nuestro trabajo ”.
Todo ello sin olvidar que la Moneda fue uno de los primeros teatros en aplicar un programa educativo que ha sido imitado por doquier. Totalmente pionero en sus orígenes, ha obtenido resultados excepcionales que han incitado a muchos colegas a copiarlo y considerarlo un referente.
Luís G. Iberni
El Cultural