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La crisis llega al Festival de Bayreuth

25/7/2014 |

 

 

 

¿Cabe imaginarse la apertura del Festival wagneriano de Bayreuth sin que irrumpa en el yermo informativo estival su tradicional escandalillo con el consiguiente revuelo mediático? Este año la gran novedad parecía ser precisamente ésa: la carencia noticiosa casi total. Nada no sabido desde hace meses era reseñable en el inveterado apartado sucesorio y de rencillas familiares. La antes cuestionada Katharina Wagner ha firmado ya la prolongación de su contrato hasta 2020 del más antiguo y principal festival cultural de Alemania, pero como directora única. Persistían igualmente ecos residuales sobre el pasado tufillo nazi, relacionados con la prosecución del análisis valorativo de parte del archivo documental o con la exposición abierta hace días en la ciudad sobre Franz Wilhelm Beidler, el primer nieto de Wagner, y su lucha contra el régimen hitleriano y la «leyenda bayreuthiana». Beidler era hijo de Isolde, la ilegítima hija primogénita de Richard y Cosima Wagner cuando vivían en contubernio.

Nada especial que reseñar asimismo en el programa de actos: ninguna nueva producción y apenas cambios en los repartos. El arranque con la última reposición de la insípida y denostada puesta en escena del «Tannhäuser», de Sebastian Baumgarten, parece todo un síntoma revelador de simple continuismo sin mayores pretensiones. Ni siquiera el reencuentro con la excitante batuta de Kyril Petrenko (en la tetralogía de «El Anillo») o la experta dirección de Christian Thielemann (en «El holandés errante») parecían excitar los ánimos.

Previsiblemente, esa carencia informativa indujo a cancelar la habitual conferencia de prensa internacional. En contrapartida, emergió al primer plano la imposición de una tasa de aparcamiento de 5 € en las plazas y praderas de las inmediaciones del Festspielhaus o el que hubiese todavía entradas disponibles, no sólo en el mercado negro, sino –esto sí es novedoso— en los puestos oficiales de venta.

Para aguar aún más la fiesta, deslucir el desfile de personalidades y desvirtuar por completo las imágenes en los telediarios sobre el arranque de la 104a edición del Festival, hay previsión de lluvia para este viernes y quedará vacía también la butaca de la señora Merkel, asidua participante desde hace más de veinte años en la jornada inaugural. La oficina de la cancillería alegó incompatibilidades en su agenda personal, pero todo el mundo intuye el verdadero motivo, puesto que más tarde, el día 30, viajaría a Bayreuth. Así estaban las cosas cuando estalló la bomba. Un escandalillo que, de tornarse los hados, podría convertirse, artificiosamente generado, en un escándalo mayúsculo.

Las protestas de Castorf

Frank Castorf, el todavía director del teatro «Volksbühne» berlinés y vapuleado autor de la archiabucheada producción del bicentenario de la tetralogía de «El anillo del nibelungo», estrenada el año pasado, expresó en el semanario «Der Spiegel» su indignación contra las dos hermanastras co-directoras del Festival, acusándolas de torpedear su producción, en la cual presenta la lucha por el anillo/oro como una lucha por el petróleo.

Toda una declaración de guerra remachada con el recurso a la asistencia jurídica del camaleónico abogado y político Gregor Gysi, que en tiempos de la extinta República Democrática Alemana alcanzó dudosa notoriedad como “defensor” de personas contrarias al régimen comunista.

El iconoclasta Castorf, cuya estrella palidece también en su teatro berlinés, que él regenta desde 1992, critica que se aproveche su indolencia para confrontarle con hechos consumados, como si fuera un «idiota», al cambiarle sin notificación previa a Martin Winkler como intérprete de Alberich por el bajo-barítono kazajo Oleg Bryjak, o prohibirle mostrar en escena un cartel del partido neonazi NPD. Presiente que la dirección del Festival, que ve inmersa ahora en conatos involutivos y ansiosa únicamente de preservar el poder, repudia la «anarquía» escénica, que tanto soliviantó al público en 2013.

Secretismo

Su invectiva afecta especialmente a Katharina Wagner,«factótum» del Festival, otrora discípula suya y considerado por ella como su mentor artístico. Calificó igualmente de «caricaturescas» las actuales posibilidades financieras del inexistente «taller de Bayreuth» y arremetió duramente contra el ambiente de recelo y secretismo reinante, un «miedo, precaución y servilismo» que le recuerdan la atmósfera asfixiante de la Alemania comunista. Sospecha que se busca el escándalo para poder defenestrarle y agrega cáusticamente: «decayó el ímpetu, venció el tedio».

Sea como fuere, nos queda la música. Castorf cedió un tercio de su tiempo de ensayo a Petrenko, en 2013 indiscutido triunfador en el foso, que lo aceptó gustoso para pulir aún más su gratificante labor directorial.

Aparte de las seis piezas mencionadas se repondrá el peculiar «Lohengrin» de Hans Neuenfels y Andris Nelsons con una novedad destacable: el papel de Elsa lo asume Edith Haller en substitución de Annette Dasch, ausente por baja de maternidad.

ovidio g. prada
Abc

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