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Reich: "Es un error hacer una distinción estricta entre música culta y música popular"

17/6/2014 |

 

 

Steve Reich, galardonado en la categoría de Música Contemporánea de la VI edición de los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, es uno de los principales representantes de la música culta estadounidense. Cuando se le pregunta sobre los rasgos que definen a esta última y sus diferencias con las creaciones europeas, no duda: “Pienso que los compositores clásicos americanos de hoy en día estamos más orientados hacia la armonía y, por tanto, resultamos más comprensibles para el gran público que algunos de nuestros contemporáneos europeos que han seguido la línea estética de Stockhausen, Berio y Cage. También somos más rítmicos y esto es algo que gusta a la gente”.

En el encuentro con medios de comunicación que ha mantenido en el Palacio del Marqués de Salamanca, sede madrileña de la Fundación BBVA, ha detallado que, en su opinión, “es un error hacer una distinción estricta entre música culta y popular, cuando lo que ocurre, más bien, es que ambas se están fusionando. Hoy tenemos músicos que han recibido una formación extraordinaria en los mejores conservatorios y tocan rock and roll!”.

Steve Reich, que hoy participará en la ceremonia de entrega de los Premios Fronteras del Conocimiento, insiste en que “la relación entre música culta y popular ha sido la norma en la historia de la música. Todos los grandes autores del Renacimiento, desde Dufay a Palestrina, tenían que escribir su Misa de L'homme armé, que adaptaban canciones populares francesas bellísimas. Los grandes autores del barroco escribían, sin excepción, zarabandas, versiones estilizadas de danzas populares. La Sinfonía número 104, Londres, de Haydn es una canción austriaca. La música de Bartók -incluida la abstracta, como en los cuartetos de cuerda- requeriría de un bisturí para separarla del folclore húngaro y hoy sabemos que la de Stravinski se nutre muchísimo de canciones populares rusas. En mi país, Charles Ives era un organista y en una de sus mejores obras, Three places in New England, oímos lo que tocaba en las iglesias. Ese mismo espíritu está presente en The Threepenny Opera de Kurt Weill, que es el cabaré de la República de Weimar; y de Gershwin es difícil distinguir si mejor como compositor o como escritor de canciones, porque es las dos cosas. A lo largo de la historia la norma ha sido combinar música culta y popular. Solo en momentos anormales -una época que empezó con Schoenberg- se cerró la puerta que comunicaba ambas y eso fue una locura. Mi generación ha tenido la suerte de abrir otra vez la ventana. Y no fue una revolución: fue una restauración, un volver a la normalidad, a la armonía, al ritmo y a la melodía. Lo hicimos de una manera nueva, sí, pero restaurando valores que han estado siempre en la música occidental”. 

Steve Reich nace el 3 de octubre de 1936 en Nueva York, y pasa su infancia entre esta ciudad y Los Ángeles. Se licencia en Filosofía en la Universidad de Cornell y estudia composición con el jazzman Hall Overton, y después con William Bergsma y Vincent Persichetti en la Juilliard School (1958-1961), donde conoce a Philip Glass. En el Mills College estudia composición con Darius Milhaud y Luciano Berio. 

Es precisamente en su etapa como alumno de Berio cuando Reich se desmarca de la línea trazada desde Europa a partir de la Segunda Escuela de Viena y se suma a la andadura propia de la música contemporánea americana. El propio Reich explica la razón de su distanciamiento: “Me hice compositor porque me encantaban Stravinski, Bach, el altomedieval Pérotin, el músico de jazz John Coltrane, Mile Davis, el bebop… Y no tenían nada que ver con la música serial y dodecafónica que me enseñaron en la universidad, así que empecé a seguir la música que amaba”.

En estos momentos Reich está trabajando en “una obra que, tentativamente, se titulará Música para cuerda, viento, piano y bajo eléctrico, que podría estrenarse en 2016 en Londres, Colonia, París y el Carnegie Hall, de Nueva York”.

El compositor se ha sentido siempre extraordinariamente acogido en Europa: “Las instituciones que hoy me piden obras son europeas en su mayor parte, porque hay una larga tradición de inversión de dinero público en cultura y arte. Todos los compositores que conozco pasamos más tiempo en Europa porque hay más apoyo a la interpretación. En Estados Unidos, solo en Nueva York y Los Ángeles es posible programar este tipo de conciertos”.

Reich no duda de que el interés de las nuevas generaciones por la música continuará: “La música ha sido, es y siempre será un lenguaje universal”.


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