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Ruiz Zafón: «El daño causado por la piratería digital es difícilmente reversible»

10/3/2014 |

 

Carlos Ruiz Zafón vive la literatura como partitura. Mientras trabaja en la última entrega de la tetralogía que abrió «Las sombra del viento», revela su faceta de compositor en el concierto que la Orquesta Sinfónica del Vallés ofrecerá el 5 de abril en el Palau de la Música de Barcelona. Una decena de piezas en las que describe, esta vez con corcheas, el universo del Cementerio de los Libros Olvidados. De no haber sido escritor, hubiera tomado el camino del Conservatorio. La música, subraya, «siempre me interesó más que nada en el mundo, pero nunca tuve la oportunidad de tener una educación musical y por ello tuve que convertirme en autodidacta, lo cual, aunque en sí no es malo, no era lo más adecuado para el tipo de música que a mí me hubiera gustado hacer. Además, ya de niño intuí que me ganaría la vida escribiendo y creo que fue la decisión adecuada, aunque nunca se sabe. La vida te da unas cartas que no escoges y las juegas como mejor sabes o puedes».

Cuando la novela vea la luz a finales de este año se cumplirán quince desde que concibió «El Cementerio de los Libros Olvidados». ¿Cómo era el Ruiz Zafón que imaginaba una Barcelona brumosa en Los Ángeles?

–Mucho más joven y quizás algo más ingenuo. Tenía por entonces treinta y pocos años, y aunque a esa edad uno ya no es un chaval, aún retiene creo esa sensación de promesa, de futuro y de que hay mucho tiempo y oportunidades por delante en la vida. Hay días en que todavía me siento un poco como aquel tipo quince años más joven y otros en los que me gustaría parar el mundo y bajarme un ratito, como supongo nos pasa a todos. Kilometraje y desgaste habitual aparte, no creo que haya cambiado tanto.

Escribe de lunes a sábado. ¿Alguna rutina o superstición especial?

–En mi caso no hay superstición alguna y sí la rutina normal y necesaria en cualquier tarea compleja. La escritura es un oficio y no difiere sustancialmente de ninguna otra práctica profesional donde uno le pone horas y empeño y se esfuerza hasta donde el cerebro alcanza. Así día tras día, mes tras mes, hasta que se concluye el trabajo.

¿Música de fondo o silencio?

–Depende del día y del momento. La música me gusta tanto que me resulta fácil distraerme y empezar a prestarle más atención a lo que escucho que a lo que escribo. Pero a veces ayuda a la concentración, o a hacer que el tiempo que uno pasa exprimiendo los sesos sobre la página sea más placentero.

¿Músicos afines?

–Me gusta sobre todo la música clásica, desde Bach a Hindemith y todo lo que hay entre medio, y el jazz, de Duke Ellington a Miles Davis. También me interesa la obra de compositores que trabajan para el cine y otros géneros de la música popular, desde el blues, el soul clásico, el rock de los 60 y 70 o la música electrónica entre otros muchos…

¿Cómo es el último dragón de su colección?

–Uno bastante grande que encontré en un aeropuerto alemán y me llevé a casa gracias a la amabilidad de la tripulación del vuelo, que le dejaron ocupar una butaca. Lo tengo ahora en mi estudio, a ver si le voy enseñado algo de la profesión para que me ayude y se gane las lentejas.

En Estados Unidos se lanzó un audiolibro de «La sombra del viento» ¿Podría ser un buen formato para los lectores de e-books?

–Son mercados diferentes. El audio-book, sobre todo en mercados donde esta arraigado hace muchos años como los Estados Unidos, se dirige a lectores que pasan mucho tiempo en el coche o el tren camino de su trabajo y quieren aprovechar esos momentos para tener tiempo de lectura. El libro electrónico es básicamente una alternativa al libro en papel.

¿Se han cumplido las expectativas de ventas del e-book que auguraban los profetas digitales?

–No, pero eso era previsible. La distribución digital no ha sido ni será nunca un negocio de contenidos, sino de plataformas. El problema fundamental de las industrias culturales o de entretenimiento es preservar la monetización de sus recursos y mantener un modelo de negocio sostenible. Esos son intereses opuestos a los de las grandes compañías tecnológicas y de telecomunicaciones, que esencialmente incrementan su margen de beneficio a base de devaluar los contenidos y traspasar el valor añadido de recursos que no han producido y que no les han supuesto coste alguno al de los servicios y productos que venden al consumidor, que se rinde dócilmente a cualquier cosa que le ofrece el sector tecnológico. Un proceso de vampirización económica muy similar al que ya se inició con la desregulación de la industria financiera en los 80 y que, creo, tendrá efectos similares y visibles en unos diez o quince años, pero en el campo de la cultura.

Usted ha sido víctima de la piratería digital... ¿Ha observado alguna mejora en la legislación?

–La he observado en muchos países, sí, pero en el caso español hasta la fecha no se ha implementado legislación efectiva y creo que el daño causado es difícilmente reversible. Intuyo que se trata de un problema de aritmética electoral, de populismo por defecto y también de algo más profundo, relacionado con la fibra ética de esta sociedad. En un país donde ocho o nueve de cada diez descargas de e-book es pirata este debate es, cuando menos, académico.

Hablando de piratas, ¿dónde estaría hoy Mauricio Valls, el malo más malo de «El prisionero del cielo»?

–Quién sabe. Tal vez en una posición de prestigio, poder y relevancia. O si no le han salido las cosas bien del todo, porque hay mucha competencia en ese campo, ejerciendo de «intelectual» y filósofo, flirteando acaso con la política, con el periodismo y posiblemente instalado el mundo de la tertulia a ver si así consigue trepar unos peldaños y posicionarse mejor mientras malvive del amiguismo y de paniaguadismos varios al servicio de algún poder o amo que le alimente. Mauricios Valls los hay a montones, algunos consagrados y otros eternos aspirantes. Lo que los determina no es la condición, sino la oportunidad.

Fermín Romero de Torres adquiere gran protagonismo en la primera y tercera novela del ciclo. ¿Seguirá ahí?

–Fermín es una parte de mí mismo, un personaje instalado en mi cerebro muchos años, antes incluso de asomar la nariz por las novelas. Es, por supuesto, un homenaje a la tradición picaresca, pero sobre todo una expresión de cierta manera de ver el mundo que tiene bastante en común con la mía.

¿Piensa escribir sobre situaciones y personajes diferentes?

–De momento, me concentro en el trabajo del día, ese gran final operístico para un mundo, una historia y unos personajes con los que llevo ya conviviendo muchos años. Más allá del Cementerio de los Libros Olvidados, por supuesto, hay otras historias y mundos por contar, pero ahora estoy en el último acto de lo que para mí ha sido y es un gran proyecto personal: todas mis fuerzas están puestas en él.

¿Qué diferencia las corcheas de los adjetivos?

–Música y literatura son lenguajes complejos, con infinidad de recursos y mecanismos. Yo tengo la tendencia, quizás por mi interés en ambos, de ver al lenguaje literario desde una óptica similar al lenguaje musical. Me aproximo al texto como una composición orquestal, con su métrica, su armonía y contrapunto, sus figuras rítmicas, progresiones, claves, colores y timbres, su diseño de orquestación con capas y niveles donde diferentes elementos de instrumentación crean sonoridades, imágenes, texturas y articulaciones que permiten comunicar emociones, ideas y transmitir la esencia de la historia que uno intenta ofrecer al lector.

La suite de «La sombra del viento», que estrena en el Palau de la Música Catalana, consta de diez piezas. Se editó un cedé con veinticinco... ¿Qué criterio de selección siguió?

–Al cabo de los años he ido componiendo tantas piezas de música que había mucho donde elegir. La propuesta de la Orquesta Sinfónica del Vallés era crear una suite que pudiera cubrir la primera parte de un concierto tradicional, alrededor de 35 ó 40 minutos. El criterio de selección fue encontrar una secuencia de piezas que pudieran articularse en una suite con su propio contenido narrativo. Elegí diez porque me pareció que eran una primera impresión representativa e interesante, aunque confío que en el futuro puedan haber nuevas ocasiones de explorar a fondo el material que ya existe y el nuevo que sigo componiendo.

Afirmó que le gusta todo tipo de música menos el heavy metal y el cante hondo. ¿No salva a nadie?

–Bueno, estaba bromeando. Hay música valiosa y admirable en todos los géneros y hay mucho de bueno tanto en el heavy metal como en el cante hondo y el flamenco. Ponía esos dos ejemplos porque quizás son los tipos de música que escucho menos. Aun así me interesan desde los orígenes del heavy bandas como Led Zeppelin y grupos que incorporan elementos del género mezclándolo como otros sabores como los Red Hot Chili Peppers, Rage Against the Machine y muchos otros. Y por lo que hace al cante hondo y al flamenco lo que ocurre es que mi ignorancia sobre el género me impide disfrutarlo más. Tenemos gigantes como el tristemente desaparecido Paco de Lucía, uno de los mejores guitarristas de la historia en cualquier género. Y artistas como Camarón, o las fusiones entre el jazz y el flamenco de Tomatito y Chano Dominguez por poner algunos ejemplos. La verdad es que la música me gusta toda y lo que admiro y disfruto es el oficio, la musicalidad y el arte, en el género y tradición que sean.

SERGI DORIA
Abc

Catclàssics, música clàssica de Catalunya a internet