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John Adams: “El silencio no existe para mí”

22/2/2014 |

 

 

El compositor estadounidense John Adams se pone al frente de la la Orquesta Nacional de España para dirigir algunas de sus obras

 

El compositor estadounidense John Adams, en el Auditorio Nacional. / Cristóbal Manuel

De alguna manera, la respuesta a esa “fealdad” llegó de la mano del minimalismo estadounidense donde él, como siempre, encajó a ratos. “Tras ese periodo tan difícil de Boulez, Stockhausen o Schoenberg, los primeros minimalistas devolvieron a la música el principio de placer. Podía tener sentido, pero el sonido también te encantaba. El problema es que es demasiado rígido, y yo quería hacer música con esa energía, pero que fuera dramática. Mis piezas son más complicadas. Fui criticado en el 85 por ‘corromper el minimalismo”. Un paisaje sonoro donde había llegado tras la estela de un John Cage en el que hoy ve poco más que una influencia liberadora. “Me dio confianza para alejarme de la academia. El problema con él es que no se identificaba con el canon. No tenía relación con mucha de la música que me gusta. No le gustaba Beethoven, Wagner, Miles Davis, Bob Dylan… Todo tenía que encajar en su filosofía. Al final me di cuenta de que era más ortodoxo que Boulez. A todos nos gustaba, pero su arte es para mí completamente estéril”.

Y esa vacuidad, o más bien falta de influencia de la música culta contemporánea respecto a otras disciplinas artísticas es algo que le inquieta. “Stravinski en su época fue tan famoso como Einstein. Todo el mundo conocía su nombre. Hoy ya no es posible. Hay tanto ruido y el pop es tan omnipresente… incluso la gente con una gran educación escucha esa música. Conozco a muchos en Silicon Valley, vivo ahí. Y ninguno escucha clásica. Su influencia ha encogido respecto a aquella época. En fin, tengo menos público que Stranviski, pero todavía tengo”. Porque quizá sea hoy el compositor norteamericano más influyente; con permiso de Philip Glass. “Eso es porque él ha hecho música para el cine, lo que amplía su audiencia”, matiza.

En sus óperas pone el foco en acontecimientos que permanecen en la psique colectiva, como aquel encuentro entre Nixon y Mao. Otro ejemplo: el conflicto nuclear en Doctor Atomic. O el terrorismo en The Death of Klinghoffer. Y ¿Obama? ¿Serviría para una ópera? Podría ser, aunque prefiere centrarse en periodos de al menos dos décadas atrás. Por eso está ahora estudiando la época de los derechos civiles en EE UU, Martin Luther King y los Panteras Negras. Según él, el germen de los tiempos oscuros que vive su país. “Estuvimos muy contentos con la elección de Obama, pero cuando un negro llega a la presidencia, todo el racismo que había contenido explota. Hoy hay una élite riquísima, y una gran población de pobres. Y esos, o no votan, o lo hacen en contra de sus intereses después de ver Fox News. Me da miedo lo que pueda pasar en los diez próximos años”. Otra vez, un incesante zumbido.

 

Daniel Verdú
El País

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