NOTÍCIA

El domingo 2 de febrero ha fallecido en Berlín, a los 78 años de edad, el director de orquesta alemán Gerd Albrecht.  Llorando todavía a Claudio Abbado, quizá el mundo musical no preste demasiada atención a esta pérdida. Pero, aunque su nombre nunca alcanzara el relieve mediático de otros colegas de su generación, la relevancia del director de Kassel en el ámbito de la dirección orquestal del siglo XX es incuestionable y, en cierto sentido, inmensa. Basta con hacer un somero repaso a su extensísima discografía, que incluye una asombrosa cantidad de primeras grabaciones mundiales de obras maestras del repertorio, especialmente del centroeuropeo, con particular atención hacia la ópera, género en el que sobresalió como un sólido concertador de fino instinto dramático. Imbuido de una especie de misión que le hizo desdeñar el repertorio trillado y el juego de la enésima versión de la misma obra, Albrecht centró su tarea en la recuperación de obras y autores mal conocidos u olvidados. Gracias a él existen documentos sonoros, servidos además con la solidez de un poderoso Kapellmeister, de óperas y piezas sinfónicas que rara vez suben a los escenarios. Autores como Zemlinsky, Korngold, Ullmann, Wellesz,  Schreker, Krenek, Hindemith, Schnittke, Reger, Janácek, Busoni, Schoeck, Henze, Gurlitt o incluso el Dvorák menos frecuentado de Dimitrij o Wanda deben mucho de su actual reconocimiento al infatigable trabajo de Albrecht, en teatros y salas de grabación,  al frente de orquestas como la Filarmónica Checa (con la que mantuvo una tormentosa relación), la Tonnhalle de Zürich, la Filarmónica de Hamburgo o la Orquesta de la Radio Danesa, entre muchas otras. Su legado es inmenso y su gloria está contenida en él. Frente a los directores que se sirven de la música, Albrecht decidió servirla, y servírnosla de paso. El agradecimiento del melómano inquieto es, pues, grande.