Cuando se cumple una semana del robo de un violín Stradivarius, valorado en más de cuatro millones de dólares, en Milwaukee, todavía no se conoce el paradero de esta pieza única, aunque varias han sido las iniciativas realizadas para acortar su cautiverio y que este sea lo menos dañino para el instrumento.
Por una parte, la oferta de una recompensa de 100.000 dólares a aquella persona que aporta información que permita la recuperación en buenas concidiones del instrumento; y, en segundo lugar, la circulación de una carta abierta escrita por un violinista en la que a través de varios puntos asesora a los ladrones, que sustrajeron el Stradivarius a la fuerza utilizando pistolas de descargas eléctricas, sobre los cuidados necesarios para que no sufra daños irreversibles, además de advertirles que les resultará imposible venderlo. «Soy un musico que no tiene nada que ver con este incidente, pero estoy muy interesado en asegurarme que esta extraordinaria antigüedad, que ustedes tienen en su poder, no sufre ningún daño», explica el autor de la misiva.
La carta, que se puede leer en el blog Artsjounal del crítico musical Norman Lebrecht, se resume en cuatro puntos principales. El primero de ellos, que vayan a comprar un estuche para el violín -«sabemos que tiraron el suyo después del robo»- a una tienda de música. Y les apremia. «Hoy. Y métanlo dentro de manera segura».
También se refiere a las condiciones climatológicas y sus efectos sobre el instrumento. «El aire seco del invierno es muy dañino para el violín. Salgan hoy y compren un humidificador para la habitación. Que funcione durante algunas horas al día donde se encuentra el violín. Si la madera se seca demasiado, se romperá, produciendo daños terribles».
«Nunca podrán venderlo»
Y a continuación les advierte que «nunca» podrán vender el instrumento. «Es una pieza única e identificable. No es como un diamante que se puede cortar y cambiar su fisonomía. Piensen más que es como un ser humano, como el hijo de alguien. Es una pieza viva de la historia, con 300 años de antigüedad. Benjamin Franklin tenía 9 años cuando fue construido a mano en el norte de Italia».
A lo que añade el autor de la carta que existe un red muy potente que se ocupa de buscar intrumentos robados. «Si lo intentan vender, con toda seguridad serán detenidos y pasarán años en la cárcel. Lo que han hecho es equivalente al secuestro. Los violinistas de todo el mundo odian su comportamiento y ninguno le dará un centavo».
Acaba la carta con una recomendación clara y directa sobre lo que deberían hacer después de comprar un estuche para el violín. «Lo mejor que pueden hacer es cogerlo y llevarlo a un centro comercial local, dejarlo en algún lugar seguro y marcharse. Déjenlo en algún lugar cálido donde no pueda ser golpeado ni le pueda dañar el agua». Y, por último, les reclama: «Hagan algo honorable. Permitan que el violín continúe haciendo música. Es algo que no tiene valor para ustedes pero la música que todavía está en su interior no tiene precio».