13/8/2013 |
En la mismísima primera página de su libro 'Mi vida con Wagner' (Akal), el director alemán Christian Thielemann explica que a los 15 o 16 años, además de la música de aquel compositor, escuchaba mucho a Gustav Mahler. Sin embargo, en algún momento se cruzó en su vida Anton Bruckner, "lo contrario de Mahler", y puesto a decidir se decantó por los dos compositores que más se parecían, por Wagner y Bruckner.
Christian Thielemann y la Orquesta Filarmónica de Viena reciben el aplauso del público tras interpretar la '5ª sinfornía' de Anton Bruckner en el Festival de Salzburgo. SILVIA LELLI / SALZBURGER FESTSPIELE.
O sea que su profundo conocimiento de la obra del compositor austriaco viene de lejos. Y no solo eso. A Thielemann se le tiene en estos momentos por el director alemán más alemán lo que no es de extrañar con el bagaje que se formó en su juventud con dichos compositores.
Bruckner (1824-1896), que se movía libremente por el tardo-romanticimso, creó un mundo sinfónico grandioso, con obras de gran duración y armonías siempre sorprendentes. De sus nueve sinfonías, el mismo Bruckner consideró la 'Quinta, en si bemol mayor', como un punto de inflexión, y efectivamente, marca un antes y un después en su producción.
Así no es de extrañar que Thielemann le tenga querencia a esta obra. Siendo director de la Orquesta Filarmónica de Múnich (2004-2011) la grabó (Deutsche Gramophon) y más de uno la consideró comparable a una mítica versión de Sergiu Celibidache. Ahora el director alemán ha traído esta sinfonía al Festival de Salzburgo con la Orquesta Filarmónica de Viena. Material pues de primerísima calidad.
El concierto, el día 11, tuvo lugar en el Grosses Festspielhaus, la enorme sala del festival con su también enorme escenario y Thielemann supo aprovechar bien el gran espacio. Dispuso a la orquesta de una forma que le permitió crear un mundo sonoro compacto y nítido, pero que al mismo tiempo dejaba reconocer el sonido de todos y cada uno de los instrumentos. La sección de cuerda estaba colocada en gradas de distinta altura. A un nivel más elevado, la madera, y por encima de todos y a gran distancia de la cuerda, con un gran vacío en medio, el metal.
Desde el inicio del primer movimiento, con una lenta introducción y mucho pizzicato, director y orquesta sentaron las bases de lo que vendría después con los grandes bloques en los que el autor secciona su obra con cambios de tempo radicales marcados por silencios. Bruckner, además de compositor, fue organista. Se dice del órgano que es un instrumento que resume una orquesta entera. En el caso que nos ocupa, había momentos en que parecía que se escuchaba un órgano, solo que tocado por casi un centenar de maestros.
Las olas expansivas de la sinfonía tenían reflejo físico en el movimiento corporal de violines y violas que parecían un mar en movimiento. Los filarmónicos vieneses tocaban muy a gusto y se les notaba. En algunos momentos, Thielemann les dejaba hacer. En otros les empujaba hacía las profundidades y las cumbres armónicas del austriaco imprimiendo siempre una lentitud que beneficiaba el tejido musical de la obra.
El resultado fue una 'Quinta' espectacular, de larga duración, y envolvente que el público agradeció con grandes aplausos. A Thielemann y a los músicos se les veía muy felices. Tras recibir los primeros aplausos, lo primero que hizo el director fue felicitar a los contrabajos. Sus pizzicatos iniciales habían abierto el camino a una gran noche sinfónica.
Rosa Massagué
El Periódico de Catalunya