Thomas Hengelbrock tiene muy claro cuál es su responsabilidad como director de orquesta y para quién trabaja: «Wagner, Mozart, Bellini... son los jefes. Lo mejor que puede hacer un director de orquesta es ayudar al compositor, ponerse de su lado. Mi responsabilidad es hacia él», subrayó ayer, en un encuentro con la prensa, el músico alemán que estos días se encuentra en el Teatro Real para presentar una reinterpretación de «Parsifal» de Wagner (la única cita del coliseo madrileño con el compositor alemán en el año que se celebra el bicentenario de su nacimiento).
Una relectura en la que participa la formación Balthasar-Neumann Ensemble y Coro -fundados por el propio Hengelbrock, especializada en interpretaciones historicistas y que aquí utiliza «un 80% de instrumentos originales», algunos de ellos concebidos expresamente por Wagner.
Reinterpretación orquestal y vocal
Pero el acercamiento de Hengelbrock al testamento musical de Wagner -para entonces ya estaba gravemente enfermo- no se limita únicamente a los instrumentos, sino que su objetivo en este proyecto, realizado en colaboración con el Konzerthaus Dortmund y la Philharmonie Essen, ha sido restablecer la interpretación vocal original de una ópera que fue estrenada en Bayreuth, en 1882, el único espacio, según expreso deseo de compositor, donde debería ser representada de ahí en adelante.
Pero este deseo, como muchas de las anotaciones que dejó escritas en la partitura (Wagner apuntaba todo), no han sido respetadas. Bien porque su legítima heredera, su viuda Cosima, quien dio indicaciones para que se interpretará de otra manera, bien debido al cambio de siglo con el que llegaron instrumentos modernos, «sobre todo en los que respecta a los metales», aptos para sonar en auditorios mucho más amplios, «como el Met de Nueva York, con capacidad para 4.000 personas», forzaron un cambio en la interpretación.
«No se puede interpretar a Wagner haciendo gritar a los cantantes», insiste Hengelbrock. Una práctica que se ha perpetuado en el tiempo en parte por aquellos directores de orquesta que interpretan la música «siempre en fortissimo». Tampoco debe abusarse del vibrato. «En la partitura manuscrita de Wagner solo hay dos notas con vibrato», asegura Hengelbrock. «La falta de vibrato era el estilo normal de la ópera».
Preocupación por la dicción
Todas estas divergencias llevaron al director de orquesta alemán a reflexionar y a investigar en numerosas fuentes las intenciones y deseos originales del compositor, que, entre otros aspectos, siempre mostró un gran respeto y preocupación «ya desde niño» por la palabra, por el texto. «Influenciado por su padrastro, Ludwig Geyer, actor de teatro, Wagner siempre dio mucha importancia al libreto, que debía dar paso después a la música. Consideraba que el público debía entender las palabras, lo que se estaba contando».
«En las obras de Wagner, las orquestas y los directores no quieren dar a los cantantes el lugar que les corresponde»
Otro de los cambios que Hengelbrock critica es el de los tempos, modificación marcada por Cosima Wagner cinco años después de la muerte de su esposo: «Con tempos más lentos quería conseguir un ambiente más sagrado, frente a la rapidez que imprimían algunos directores judíos, como Meyerbeer o Felix Mendelssohn. Esto provocó el desplazamiento de la línea vocal creada por Wagner», y el consiguiente escándalo por parte de los expertos en la obra del compositor que consideraron la modificación «una vergüenza».
Instrumentos originales
Así, en la versión que estos días se puede escuchar en el Real, Hengelbrock presenta una mayor claridad en la intepretación vocal. «Se escuchan las cuatro voces perfectamente». A ello contribuye la recuperación de instrumentos construidos en la época -con cuerdas de tripa- o las campanas que representan la búsqueda del Grial. «Wagner no quería que sonaran como las de las iglesias así que ideó un piano campanil que presentaba una combinación de sonidos -demasiado suaves en opinión del propio compositor, que nunca se mostró satisfecho del todo- que buscaban una tonalidad más cristalina».
Hengelbrock es consciente de que «establecer una nueva técnica de interpretar a Wagner lleva años». Y recuerda que cuando Harnoncourt comenzó su aventura de interpretar Mozart con instrumentos originales fue muy criticado. «En el desayuno leíamos los periódicos y clamaba: ¡"No han entendido nada"!». Sin embargo, el director aleman cree que este «Parsifal» puede ser un «punto de partida para repensar a Wagner», aunque, insiste, «yo no he inventado nada. He visto lo que gente inteligente ha escrito. Muchas veces se renuncia a ello por falta de tiempo. Hoy no hay espacio para la fantasía», lamentó.
En cuanto al elenco vocal protagonista, está formado por Matthias Goerne (Amfortas), Victor von Halem (Titurel), Kwangchul Youn (Gurnemanz), Johannes martin Kränzle (Klingsor), Simon O'Neill (Parsial). El papel de Kundry estaba previsto que lo cantara Angela Denoke que por indisposición no pudo hacerlo el martes, siendo sustituida por Anna Larsson, «que solo tuvo 25 minutos de ensayo antes de la función», explicó Hengelbrock. Según Mortier, Denoke podrá retomar el papel en la función de hoy jueves y en la del sábado.
Bayreuth, la casa de los líos