No engañaba la cantante italiana cuando advertía de que, aún siendo 'Mission' un repertorio desconocido para el público, la gente disfruta a rabiar en los conciertos de su actual gira. En ellos rescata la diva, entre oberturas y arias, una veintena de piezas del músico/espía Agostino Steffani (Castelfranco Veneto 1654 - Frankfurt 1728). Pero tiene la virtud de combinar el barroco más vivaracho y "divertente" del compositor -el diálogo con las flautas no deja lugar a dudas de su condición de mezzosoprano de coloratura- con sus arias más evocadoras y delicadas.
¡Guapa! ¡Brava! No es sólo que la cantante sea mediática y por ende el público reaccione con varios grados más de entusiasmo a sus directos: la Bartoli conecta con su público, de tú a tú, con un vínculo inquebrantable. Le hace partícipe de las historias que interpreta y, como la verdadera teatrera que es, consigue convertir el concierto en una total escenificación, con la complicidad de esos magníficos intérpretes que forman la Orquesta de Cámara de Basilea. Vestida de largo y azul infinito, ha dejado claro que una semana de intenso barroco como la que ha vivido Barcelona no podría haber tenido lugar sin ella.
Después del contratenor Bejun Mehta en el Liceu y de William Christie y Les Arts Florissants en l'Auditori, parecía que no iban a quedar ni euros ni aplausos para el concierto de Cecilia Bartoli. Nada más lejos: si bien no vendió todo el aforo, la cantante demostró que puede con todo, incluso con la peor crisis.
Adiós a la primera de las divas que aterrizan en Barcelona este invierno. Por delante queda Mariella Devia, gran especialista del repertorio belcantista del siglo XIX y la únia capaz de abordar el papel de 'Il pirata', de Bellini (en el Liceu en versión concierto) y dos bellezas de la escena operística como son Anna Netrebko (la Iolanta de Tchaikovsky, también en el Liceu) y Elina Garança, cuya prodigiosa técnica se pondrá al servicio de Bizet, Gounod, Massenet, Tchaikovsky y Ginka en su concierto de enero en el Palau de la Música.