-¿Cuál ha sido su primera impresión de la Orquesta del Palau de les Arts?
-Es una orquesta de primera categoría, joven pero muy flexible. Cuando pido un sonido determinado, los músicos tienen que traducirlo rápidamente, sino me pongo muy nervioso. No tengo paciencia. Y la de Les Arts responde enseguida. Con una orquesta como esta se puede construir una tradición.
-Quizás responden tan rápido porque han tenido como maestro a Lorin Maazel, un hueso duro.
-Absolutamente, se nota que han estado con un grandes maestros Maazel y Mehta.
-Es conocido por su imprevisibilidad, tanto en la elaboración de programas como en la interpretación de piezas clásicas ¿Qué «Bohème» nos tiene preparada?
-Van a ver una versión muy fiel a la partitura. Quiero dejar de lado las malas costumbres a la hora de interpretar a Puccini. Él dejó escrito exactamente cómo quería que se tocara su música, y sin embargo hace un siglo que se hace ignorando su voluntad. En ese sentido, «La Bohème» es una partitura muy amada, pero muy castigada. Puccini, al igual que Mahler, no tenía muy buena impresión de los directores.
-¿Un ejemplo concreto de esa malinterpretación?
-La aria de Mimí en el primer acto. Siempre se toca y se canta a la mitad del tiempo deseado por el compositor. Parece que cuando dice «Yo soy Mimí», ella ya esté muerta; parece un pobre cadáver, de tan largo y aburrido que es el tiempo con el que suele tocarse. Eso es autocomplacencia de sonido, que es justo lo que Puccini detestaba.
-Su interpretación de Beethoven (recientemente publicada en Decca) ha sido calificada de «revolucionaria».
La única revolución está en la genialidad de Beethoven. Yo sólo he querido acercarme lo más posible al deseo escrito del compositor, tanto en la interpretación como en los tempi, que son mucho más rápidos.
-Es paradójico que para respetar la voluntad del compositor haya que tener mentalidad iconoclasta.
No solo eso, si no que se necesita mucho coraje para hacer lo que he hecho con Puccini, Beethoven, y ahora con Brahms. Cuando se ha tocado un clásico de la misma manera siempre se tiende a pensar que es la correcta. Lo difícil es sacar la parte irracional de los músicos y que hagan algo distinto. Para mí sería mucho más fácil dedicarme a hacer veladas ligeras, pero no lo hago.
-Más de uno se llevó un chasco cuando decidió no sustituir a Maazel.
Eso fue una fantasía muy alejada de la realidad. Mi vida durante los últimos diez años ha estado siempre orientada a la orquesta de Leipzig. Es verdad que he hablado de proyectos con Helga [Schmidt], pero siempre complementarias. Estoy muy contento de estar en Valencia, pero solo trabajo como director invitado en contadas ocasiones.
-Los trabajadores del Palau han previsto una movilización de protesta coincidiendo con el día del estreno de «La Bohème» ¿Les apoya usted?
Los gobernantes no entienden que no tiene sentido construir un teatro del nivel de este si no hay un mantenimiento financiero posterior y sostenido. Si se corta la actividad se interrumpe el proyecto cultural de futuro. No lo digo solo por España, sino también por Italia, hay decenas de teatros que tienen el riesgo de cerrar por lo mismo.
-¿Ha sufrido en Leipzig recortes similares?
Comparado con España allí hay una situación privilegiada. La diferencia es que no sólo el alcalde de ahora, sino desde hace siglos se ha deseado la identificación de la ciudad con su cultura musical [debido a su relación con Wagner, Bach, Mendelssohn, Schumann, etc.] Espero que su ejemplo sensibilice la actitud internacional.