5/11/2012 |
La nueva directora del festival de Pentecostés en Salzburgo acaba de iniciar la gira de su último álbum DECCA
Imagínense a Cecilia Bartoli llegando sola a Berlín procedente de Leipzig y apeándose del tren con una maleta en cada mano. He ahí una diva moderna, una mujer que vive su arte con tanta pasión como control y a la que no le importa salir de gira sin ayuda de cámara, aunque sea por esa única noche en Leipzig donde sin duda triunfó. “Ha sido un éxito increíble, la gente me ha pedido ¡cinco bises!”, cuenta Bartoli exultante en un moderno hotel de Berlín, su siguiente parada. “¡Y eso tratándose de música de un compositor desconocido! Señal de que si la música es de valor y contenido, la gente la siente”.
La mezzosoprano romana trata de expresarse en italiano, pero se contagia del español de la entrevistadora, no puede evitarlo. Esa fiera de los idiomas, que lo es también de los repertorios y de los públicos –su anterior trabajo, Sacrificium (2009), fue otro éxito–, acaba de comenzar la gira que corresponde a su último álbum titulado Mission. Una grabación que es el resultado de una investigación sobre Agostino Steffani, ese cura nacido a mediados del siglo XVII que fue diplomático, espía, embajador del catolicismo en la Germania protestante... y compositor del Barroco temprano. Y en cuya misteriosa vida ha logrado implicar la mezzo a su amiga la escritora Donna Leon, quien ha escrito 'Las joyas del paraíso'.
Acompañada de la Orquesta de Cámara de Basilea,Cecilia Bartoli llegará en diciembre a España –el día 10 a L’Auditori de Barcelona y el 13 al Auditorio Nacional de Madrid–, después de haber dejado huella en la Salle Pleyel, el Barbican o el Concertgebouw.
¿Eso de ejercer de detective añade satisfacción al canto?
-Desde luego que sí, porque descubrir una música vocal tan profunda y con un perfume händeliano... porque Steffani es como el abuelo de Händel... eso es muy satisfactorio.
¿Qué le puso sobre la pista?
-Fíjese en que el de Steffani era un nombre que figuraba en la lista de compositores de la Roma de principios del siglo XVIII para mi disco 'Opera proibita'. Pero a mí no me cuadraba que Steffani sólo hubiera hecho unos duetos, que era lo único que circulaba, así que pedí a la biblioteca de Londres, a la de Viena, Munich y Mónaco que buscaran entre sus manuscritos. ¡Y ahí estaba! A parte de la conocida 'Niobe, regina di Tebe, este hombre compuso 16 óperas, música sacra, música litúrgica, cantata, motetes...
¿Qué fue lo primero que hizo al descubrirlo?
-Al principio pensé que se trataba de un error. Que haya un compositor anterior a Händel que yo no conozco... no es posible. Y cuando me confirmaron que tenían su música pedí una copia, eso que te envían en un microfilme, y al imprimirla y comenzar a estudiar quedé impresionada por la belleza. Es fantástica. Su fuerza radica en su profundidad y su dulzura, en la capacidad del compositor de escribir música trascendental que, sin ser sacra, te eleva, te lleva a otra dimensión del cosmos.
Usted ha dicho que alguien que escribiera estas arias no podría tener las manos manchadas de sangre por el asesinato del conde Philipp von Königsmarck, a quien la corte de Hannover eliminó por acostarse con la princesa Sophia Dorothea. Una "conducta adúltera" que el propio Steffani critica en una de sus óperas. ¿No le parece que la Iglesia ya ha dejado muestras de saber compaginar belleza y poder?
-Bueno, creo que no estaba implicado directamente, pero que conocía los hechos. La vida de Steffani es un misterio del que estoy segura que el Vaticano tiene mucha información.
¿Ha intentado acceder a ella?
-Sí pero al final lo que me interesa es su música. No puedo esperar cien años a que el Vaticano me abra su biblioteca.
¿De pequeña le gustaba más que le contasen historias o prefería leerlas por sí misma?
-Ambas. Pero como cantante y actriz que soy, ¡que me las cuenten! Porque con la fantasía puedes ir lejos, pero si te lo narra un buen actor... Y mis padres, y especialmente mi abuelo materno, contaban historias muy interesantes, algunas dramáticas, de la guerra. Y sabían hacerlo con color.
Y cuando su madre cantaba ópera, ¿usted lograba separar a la intérprete de la progenitora?
-Uy, una vez cantando ella 'La traviata', que al final se muere, yo tenía entonces cinco o seis años y empecé a gritar: “¡No, no, fermate tutto, non é possibile!”.
¿Eran muy exigentes sus padres para que usted haya salido una artista tan voraz?
-No más que los padres de mis amigas. Éramos tres hijos y no siempre teníamos niñera, así que nos llevaban al teatro. En invierno, a la Ópera de Roma, y en verano, a las Termas de Caracalla. Allí me lo pasaba pipa. Supongo que este ha sido el secreto: me transmitieron ese especial amor por la música y el canto.
Caracalla, el escenario del primer concierto de los Tres Tenores... ¿Cree que su carrera habría sido la misma sin ese fenómeno de apertura de la ópera a los grandes públicos?
-Es una buena pregunta, no lo sé. Desde luego la mentalidad fue otra a partir de entonces, se rompieron esas barreras de la seriedad de la música clásica, donde todo el mundo tiene que estar muy concentrado, sin poder toser. Ese clima pesado ha mejorado mucho.
¿Qué balance hace de ese primer año como directora del festival de Pentecostés en Salzburgo?
-Es un éxito. Desde Karajan no se había vuelto a repetir: se ha duplicado la venta de entradas. Bueno, es la primera vez que lo dirige una mujer. Y una mujer que ha trabajado con Karajan; esa conexión es importante.
¿Y cómo le ha ido en el terreno burocrático?
-No me lo podía imaginar, pero dirigir un festival es un trabajo de psicología. Cada persona, cada artista, necesita cosas distintas, y eso como directora tienes que comprenderlo.
¿Siente la obligación de lanzar al estrellato a grandes voces desde el festival?
-A cantantes y a artistas en general, claro que sí. Quiero abrir el festival, proponer cosas diferentes y presentar a artistas jóvenes. El próximo año presentaré al contratenor Fanco Fragioli. Y también entrará por primera vez el ballet. Haremos Le sacre du printemps, con el Mariinsky y Valery Gergiev, puesto que el tema de la próxima edición del festial es 'Víctimas sacrificadas'. Y también vendrá Daniel Bareinboim con la Western Divan, que interpretarán el Réquiem de Brahms y cantará René Pape.
Y cuando Cecilia Bartoli coge el teléfono y llama a los artistas nadie le dice que no,¿no es así?
-Si no tienen las fechas comprometidas, no, je, je.
Este año ya se trajo a la gran revelación del momento, el contratenor Philippe Jaroussky, para la ópera 'Giulio Cesare in Egitto' y un reparto de vértigo.
-Ah, sí. Es magnífico. Hemos grabado duetos en 'Mission' pero desgraciadamente él se ha tomado un tiempo sabático y no hemos podido incluir estos temas en la gira. El disco es sobre todo vocal, pero en la gira con la Kammerorchester Basel incluye oberturas, sinfonías...
Usted tiene fama de ser una artista independiente. ¿Sabe que William Christie considera que esta producción de Giulio Cesare podría haber sido la suya en lugar de optar por Giovanni Antonini?
-No tenía ni idea. En el momento en que lo hicimos con él y Les Arts Florissants en la sala Pleyel yo todavía no era directora en Salzburg. Me encanta trabajar con Christie, hicimos un Giulio maravilloso, con video incluido, pero mi primero Giulio fue con Minkowski. También podría decir él que por qué la hice luego con Christie. No sé, no tengo esta ópera en exclusividad con ningún director de orquesta. Para mí es importante trabajar con distintos músicos porque es el modo de aprender cosas nuevas.
Es una gran comunicadora, le gusta controlar su producto. ¿Eso de salir en la portada del disco con la cabeza calva disfrazada de cura forma parte del impacto que busca o se lo pedía el cuerpo como actriz?
-Forma parte de la historia de Steffani. Qué sentido tenía hacerme una foto glamurosa con mi melena, mi sonrisa, pero sin que tenga nada que ver con el proyecto. Es embarazoso. Con 'Sacrificium' también teníamos una historia cruel con niños que eran castrados en Italia, y me pareció inoportuno salir con una sonrisa en la portada hablando de una historia tan trágica. Sé que va en contra del cliché de cantante siempre hermosa, pero cuando hay una historia potente, un personaje con coraje, es importante presentar eso.
Con la energía que desprende cuesta imaginársela en momentos de tristeza. ¿Algún día le cuesta levantarse de la cama? ¿El exceso de trabajo la deja vacía?
-No, el trabajo no me produce tristeza, solo las situaciones como la que vivimos ahora con la cultura. Tenemos un gran problema económico que los políticos creen que se solucionará recortando la cultura. Eso me entristece, que los niños no puedan contar con esa educación. Cuando no hay fortaleza económica, lo que nos permitirá seguir viviendo es la fortaleza del alma.
Bartoli ha superado su primer año como directora del festival de Pentecostés en Salzburgo con un saldo más que positivo. "Desde Karajan no se registraba un éxito como el de este año: las ventas se han duplicado", asegura la mezzo. "Y es la primera vez que lo dirige una mujer, que además trabajó con Karajan; conexión importante".
Ningún artista deja de acudir a su llamada. Y además Bartoli gusta de abrir el festival a músicos jóvenes. Este año hizo su particular descubrimiento del contratenor Philippe Jaroussky, con quien además ha grabado duetos en Mission -lástima que no pueda salir de gira por estar de año sabático-, y el próximo año presentará a otro contratenor: Franco Fagioli. "Y además -avanza- entrará por primera vez el ballet en este festival: haremos Le sacre du printemps con el Mariinski y Gergiev, pues el tema del festival será 'Víctimas sacrificadas'. Y también vendrá Barenboim con la Western Divan para tocar el Réquiem de Brahms en la voz de René Pape".
Maricel Chavarría
La Vanguardia