Britten en la playa de Aldeburgh en 1959. / Hans Wild
Cada día vemos en revistas y periódicos noticias relacionadas con el bicentenario de Verdi y Wagner, que se celebrará en 2013. Pero hay una tercera celebración con epicentro en un pequeño pueblo de la costa oriental del Reino Unido, que no puede pasar desapercibida. El centenario del nacimiento de Benjamin Britten, uno de los músicos más importantes del siglo XX, aglutina más de 1.500 actos de conmemoración –en su mayor parte, musicales-en 30 países distintos. Una fiesta sinfónica y operística para uno de los estandartes culturales británicos.
Britten era un hombre complejo. Provinciano, partidario de la tonalidad en una época en la que las vanguardias colonizaban Europa y homosexual –convivió hasta su muerte con su pareja, el tenor Peter Pears-, pasó la mayor parte de su vida en Aldeburgh, su pueblo costero natal de East Anglia, y el rumor del mar, de las tormentas y de las playas está presente en buena parte de su obra. Sobre todo en la ópera que marcó el inicio de su consagración, Peter Grimes. La historia del despiadado marinero alcohólico que deja morir a sus aprendices llegó en la posguerra a las manos de Britten, a través de un texto de George Crabbe. Para ella concibió una música que marcaría su sello personal, una música de una familiaridad extraña e inquietante, con puntos comunes con la de Sibelius. “Britten cambió la percepción de la música británica, sobre todo tras el rotundo éxito de Peter Grimes. A pesar de las dificultades de la posguerra, la ópera fue escuchada y vista en los principales centros culturales de Europa y Estados Unidos, lo que permitió que su música sinfónica se empezara a escuchar en todo el mundo”, explica Jarman. Por eso Peter Grimes está en el centro de las celebraciones, y se representará en la playa de Aldeburgh, donde está ambientada; y también en el Auditori de Barcelona el próximo mayo.
Pero Peter Grimes es solo un aperitivo, porque dentro de los festejos se representarán todas sus óperas: Albert Herring en la ópera de Sidney y Billy Budd en Glyndebourne en agosto, Muerte en Venecia –basada en la obra de Thomas Mann- en Moscú en noviembre de 2013, Otra vuelta de tuerca en la Ópera de Tel Aviv en febrero… Y tres estrenos que serán especiales por su ubicación: la primera interpretación de una ópera de Britten en China –El diluvio de Noé en el Beijing Music Festival dentro de un mes-, El sueño de una noche de verano entre los árboles de un parque de Sao Paulo y la intepretación de Gloriana, la ópera compuesta para los actos de la coronación de la Reina Isabel II, 60 años después en la Royal Opera House. También habrá otro estreno importante: el ballet El príncipe de las pagodas se representará en Japón, donde transcurre la acción; y la parábola El hijo pródigo será interpretada en el teatro del Museo del Hermitage de San Petersburgo, donde está el cuadro de Rembrandt que inspiró al compositor.
Benjamin Britten vivió una época convulsa: era rechazado por los profetas de la nueva música que imponían sus criterios desde Centroeuropa, encabezados por un intransigente Pierre Boulez; vivió los dolores de la Segunda Guerra Mundial y vió cómo su tierra quedaba herida tras la contienda. Reflejo de esas terribles vivencias, Britten visitó la derruída catedral medieval de Coventry, bombardeada hasta la destrucción. Años después, con motivo de la inauguración de un nuevo templo aledaño a las ruinas del anterior, Britten estrenó una de sus mejores obras, el alegato antibélico del War Requiem. Este año también será recordado: en el Festival de Salzburgo –dirigido por Pappano e interpretado por Ian Bostridge, Anna Netrebko y Thomas Hampson-, en Lucerna y Munich dirigido por Mariss Jansons y en Berlín con Simon Rattle a la batuta.
Y relacionado con la preocupación que tenía Britten por concienciar a los niños en la importancia de la música, habrá espacio para ellos también en el aniversario. Coincidiendo con el cumpleaños del compositor el 22 de noviembre del año que viene, 75.000 niños de todas las escuelas del Reino Unido cantarán al unísono las Friday afternoons. Además, una de las piezas que el compositor creó pensando en que los jóvenes se acercaran al mundo de la música clásica, The young person’s guide to the orchestra, estará también en el centro de las exposiciones, ya que la Biblioteca Británica expondrá los manuscritos de la pieza por primera vez en la historia.
Britten no pensaba en pasar a la historia de la música. Siempre quiso hacer música por vocación, sin pensar en salir en un futuro en los tratados ni entre los grandes compositores. “Quiero que mi música sea para uso de la gente, que les agrade. No escribo para la posteridad”, decía Britten. Cien años después de su nacimiento, sin embargo, su paso a la posteridad le ha venido por méritos propios.