¿Cómo se vive eso de salir de cantar Debussy e ir a ver el fútbol?
Es que todo el mundo estaba pendiente del fútbol, y al salir de la función, de tarde, nos acercamos a casa de unos amigos y tenían la tele puesta, con dos goles marcados. Pero a mí me importa tres pepinos el fútbol. Me parece todo excesivo. Que se le esté dando tanta importancia a este deporte puede estar bien por la situación que atravesamos, pero las sumas que se barajan y todo esto me parece alucinante. Me alegro lógicamente de que hayamos ganado, pero no tengo esta pasión por el fútbol.
No hace tanto que se han puesto topes a los elevados cachés de la lírica y la clásica. En Valencia acaban de fijarlo en 18.000 por función, cifra ya consolidada en el Liceu.
Es que ha sido desmesurado. No lo hemos sabido canalizar de una forma normal: o estamos abajo o estamos arriba. Lo que ha pasado en Valencia... se sabía desde hace tiempo que a Zubin Mehta y a otros se les pagaba lo que se les pagaba, y luego ha salido lo que ha salido. Pero lo que no puede ser es lo que sucede con los futbolistas, que cobran cantidades sin parangón por ganar y nos parece normal. Yo que vivo en Francia sé que allí les parece irreal que un equipo se empeñe por fichar a jugadores. Aquí hemos hecho un avance espectacular en la música en los últimos 20 años, porque este era un país sin cultura musical, y hemos formado orquestas y construido auditorios, pero claro, quizás no se ha tenido un presupuesto respetable, con visión de futuro y de estabilidad, con una base, con formación en las escuelas. ¿Y ahora qué? ¿Como no hay dinero se va a ir hundiendo todo, con lo que nos ha costado crecer? Me parece lamentable. En Alemania, donde he vivido, ves cómo la música y las lenguas se aprenden en el colegio perfectamente, las artes son cuestiones que te cultivan y te hacen crecer.
¿Educa a su hija en la música?
Tiene ocho años y procuro darle clases de piano y educarla un poco en la música. No para que sea una profesional sino para que aprenda los valores de la música. Controla un montón. Y yo pienso: 'qué maravilla, si a mí me hubieran enseñado así'. Yo no empecé con el piano hasta los diez, pero me aburría y lo dejé. Hay que seducirles.
¿Y a usted no la sedujeron de pequeña?
Sí, pero con el canto. El piano lo dejé y cogí la guitarra. Cantaba tan afinada que acabé entonando para las clases de los mayores. A los 18 empecé el conservatorio. Y puericultura, claro, porque eso de la música en este país no se veía como una profesión. Y más en un pueblo de 3.000 habitantes (Fitero) en el que la única noción de música eran las monjitas que nos enseñaban. Yo no tenía ni idea de lo que era el canto lírico.
¿Los festivales de verano logran realmente crear nuevos públicos?
Yo creo que sí. Hay mucha gente a la que le da miedo acercarse al Liceu porque les parece muy serio y en cambio descubren en verano aquella cantata, aquella misa... Mucha gente no se conforma con playa, chiringuito y discoteca, sino una oferta cultural.
Usted es muy contraria a encasillarse. Es gratificante verla compaginar la ópera en el Liceu con un festival de canto coral como Cantonigrós.
No hay que tener prejuicios. Josep Maria Busquets, el director de Cantonigrós es un enamorado de la música, la lírica y la cultura en general. Y eso me dice que hay calidad en este festival. Lo que sí recalqué es que el marco no tuviera condiciones, y las tenía: me cuidaron mucho y la acústica era buena, lo que me ha dado pie a que ahora, después de cinco años, no dude en aceptar otra vez. Y la experiencia con la Jove Orquesta fue fantástica: me dieron un nivel de seriedad muy interesante. Me gusta poder fomentar eso en gente joven, que hagan música como profesionales.
Para este 30 aniversario del Festival Internacional de Música de Cantonigrós cantará Montsalvatge, Mompou... ¿Quien lo decide?
Me pidieron autores catalanes, y habiendo pocos que usen orquesta les propuse Montsalvatge y Mompou. Y como la última vez que canté allí, hace 5 años, hice Poulenc con el coro, esta vez pensamos con mi asistente, que es musicólogo, en hacer Grieg.
Ha acabado siendo la estrella de los festivales de Catalunya.
Ja, ja. En Torroella me acabé convirtiendo en una habitual como lo es Joaquín Achúcarro. Tenían ganas de que cada año montara algo nuevo, que experimentara y estrenara allí, ya fuera un concierto barroco o un recital de arias francesas. Este año no voy porque ha habido problemas económicos y está la cosa un poco rara, por eso cantaré en Sant Fruitós de Bates, donde llevan tiempo queriendo que vaya y sé que les cuesta mucho llevarlo adelante y ponen mucho empeño. Pero en agosto no tengo nada y por fin descansaré.
Cuénteme qué ha sido lo peor de trabajar con el gran Robert Wilson en la puesta en escena de 'Pelléas et Mélisande'. ¿Es un divo?
Pues no me ha parecido tan divo. Oyes tanto de esas personas y luego ves que las más interesantes no son nada divas. Él es muy trabajador, minucioso y perfeccionista, y como yo también soy un poco perfeccionista nos hemos caído muy bien. Puedo estar o no de acuerdo con su concepto, pero… lo cierto es que esta ópera le va bien al tipo de estética que él quiere crear. ¿Si ha sido difícil? Ha sido muy difícil, no tanto con él los últimos días, cuando se detenía mucho en la iluminación. Porque él quiere dar esas imágenes de luminosidad y te machaba mucho con las posiciones. Imagínate: un espacio diáfano, negro, donde hay un cuarto, el medio y otro cuarto, y tienes que guiarte por cuarto marcas y caer siempre en tu sitio. Sin embargo, lo más duro ha sido aprender el lenguaje de los movimientos, toda esa gesticulación que él quiere, toda esa coreografía. La trabajamos los primeros 20 días con su asistente, una bailarina. Integrar toda esa coreografía en ese espacio que él crea ha sido muy duro. Ha sido de las obras más difíciles que he montado.
¿Y en qué dice que puede no estar de acuerdo?
Pues por ejemplo el barítono que hace el personaje de Pelléas decía que algunos movimientos le bloquean al cantar. A mi no ma ha sucedido, creo que integrado bien este movimiento continuo, esta noción de movimiento-tiempo-espacio tan distinta. Y eso que soy bastante inquieta, lo cual a la asistente le pareció que sería interesante que fuera capaz de crear algo en esta estética de estatismo, o mejor dicho, de no barullo. He aprendido cosas de esa dimensión que no creía tener, más cercana al yoga o a lo zen, esa otra forma de avanzar por el espacio. Es precioso cuando consigues crear en tu imaginación el espacio inexistente, como ese bosque del que voy apartando las ramas. La gente me dice que como espectador vas entrando en ese mundo abstracto, otra dimensión, esa poesía. Pero te agota, es una tensión total durante toda la obra y toda esa energía que has dado en el escenario luego cae. Pero ha sido muy interesante. Le veo más cosas positivas que negativas y, desde luego, si me propone hacer otra cosa aceptaré. Es un artista.
¿Le ha propuesto algo?
Me ha preguntado qué quiero hacer.
Pero no nos lo va a contar.
Todavía no, de lo contrario estas cosas se gafan.
Lleva ya veintitantos años cantando. Este es su tercer montaje de 'Pélleas et Mélisande'. Cada uno ha llegado en una época muy distinta de su vida. ¿Cómo se siente?
Hay muy pocos de mi generación que sigan cantado pero me siento en un momento importante de mi carrera, porque la trayectoria te da un poso muy interesante. Sin duda dices las cosas de otra manera, tienes otra forma de comunicación y eso se va aprendiendo. Yo he sido de las que ha necesitado tiempo para trabajar una obra... para ponerla en voz, como decía mi maestra. Este Pélleas me ha costado más de mes y medio ponerlo otra vez en voz, porque tu cuerpo se adapta a esa sonoridad y la tienes en el inconsciente, pero recordar requiere su tiempo. Igual que la escenografía necesita el tiempo de canalirzarse en tu cuerpo. Todo artista lo necesita. No sé, siempre me quedo con ganas de más ensayos.