10/3/2011 |
La violinista alemana, que está de gira por España, presenta su disco «Poème», que incluye partituras de Chausson, Suk, Respighi y Vaughan Williams.
La violinista Julia Fischer Después de actuar ayer en el Auditorio Nacional de Madrid, Julia Fischer (Munich, 1983) repite hoy programa en el Centro Cultura Miguel Delibes de Valladolid (20 horas) —y mañana en Oviedo—, con la Orquesta de Monte Carlo que, bajo la batuta de Neeme Järvi, interpretará obras de Berlioz, Gershwin, Ravel y el «Doble Concierto para violín, violonchelo y orquesta», de Brahms. Es con esta misma formación, pero liderada por Yakov Kreizberg, con la que acaba de grabar el disco, «Poème» (Decca), que saldrá a la venta en abril. «He sido residente con ella, y al tratarse de una orquesta francesa tiene una gran variedad de matices y de colores», justifica la violinista alemana.
El proyecto de esta grabación viene de lejos. «Sinopoli me preguntó en 1999 si quería grabar el “Poema autounnale” de Respighi, pero finalmente, por varias razones, no salió el proyecto, aunque sí aprendí la obra y me encantó. Me parece maravillosa. Durante muchos años —continúa— la idea estuvo dando vueltas en mi cabeza, bien para grabarla o para tocarla. Finalmente, me di cuenta que existían otras piezas en ese periodo, entre el final del Romanticismo y el principio del Impresionismo, que nunca son interpretadas porque siempre se suelen programar las mismas obras del repertorio para violín. Así que fui elegiendo partituras no solo de Francia, donde se dió más este tipo de música, para mostrar así el impresionismo en diferentes países». «Poème» reúne, además de la obra de Respighi, piezas del compositor checo Josef Suk, del francés Ernest Chausson y del británico Ralph Vaughan Williams.
Una infancia muy normal
Hija de un profesor de matemáticas y de una pianista, el violín no fue la primera elección de Fischer, si no el teclado, siguiendo los pasos de su progenitora y de su hermano, pero ya eran demasiados en la familia. «Mi madre me dijo que tenía que tocar el violín porque si no iba a ser muy aburrido si todos tocáramos el piano». Asegura que tuvo «una infancia muy normal, como cualquier niño, estudiaba uno o dos horas al día. La diferencia es que mi hobby era la música».
Un hobby que se «transformó» en algo más a partir de los diez años. Tras pasar por el Leopold Mozart Conservatory, en 1995 comenzó a recibir clases de Ana Chumachenco en Munich. A los once años ganó el prestigioso premio Internacional de Violín Yehudi Menuhin; en 2003, fue la ganadora del Concurso Europeo de jóvenes Instrumentistas, celebrado en Lisboa, que la lanzó a nivel internacional; y en 2007, fue nombrada «Artista del Año» por Classic Fm Gramophone Awards. En la última década ha trabajado con las mejores orquestas, solistas y directores, y su repertorio abarca desde Bach hasta Penderecki. «Me gusta la variedad, ya sea en las obras como en la forma de interpretarlas: en concierto sinfónico, en música de cámara o en recitales».
No renuciar al piano
A pesar de decantarse por el violín —ahora toca un Guadagnini—, Fischer no renuncia al piano. Incluso hizo su debut oficial con este instrumento en 2008, en Francfort. Ese mismo día ofreció otro concierto con el violín. Recuerda la experiencia de manera casi traumática. «Requirió mucho esfuerzo, porque el piano necesita mucho tiempo de estudio». Pero no piensa abandonarlo. «Al menos una vez al año quiero tocarlo, aunque sea en música de cámara», confiesa.
Uno de sus próximos proyectos se encuentra su debut en el Festival de Pascua de Salzburgo, en el que tocará por primera vez con la Filarmónica de Berlín, bajo la batuta Simon Rattle. Para la artista se trata de un encuentro «sentimental», pues además de ser una de la mejores del mundo «es una orquesta alemana».
SUSANA GAVIÑA
Abc