17/7/2010 |
Su trabajo fue magistralmente proteico. De la opereta a la ópera, de la música antigua a la sinfónica.
El 14 de julio moría el director sir Charles Mackerras (Schenectady, Nueva York, 1925) víctima de un cáncer que llevaba tiempo tratando de curar. La esperanza por conseguirlo estaba presente hasta el punto de que se espera su presencia en el Festival de Edimburgo dirigiendo «Idomeneo» y en los Proms londinenses para finales de este mes. Mackerras era fiel a este festival, donde llegó a ser el primer director no británico que dirigió una de sus famosas últimas noches. Allí estuvo el año pasado para dirigir una opereta de Gilbert y Sullivan, género y autores que defendió con verdadera autoridad a lo largo de su carrera.
En este sentido el trabajo de Mackerras fue magistralmente proteico. De la opereta a la ópera, de la música antigua a la sinfónica. Siempre demostrando ser un músico comprometido, alejado de la parafernalia del espectáculo con todo lo bueno que esto es para la música y lo malo que resulta para el beneficio propio. Mackerras fue un pionero en la interpretación con instrumentos de época, como acredita una famosa grabación del Mesías, a donde llegó animado por un constante afán por la investigación. Pero el legado de Mackerras ha de quedar inevitablemente vinculado a la ópera checa, fundamentalmente la escrita por Janácek que difundió por el mundo, sin dejar de proclamar la maestría absoluta de Jenufa y su particular preferencia por Katia Kavanova.
Atendiendo a repertorios muy distintos dirigió la primera grabación completa de «Roberto Devereux», llevado por una afinidad hacia el género que le hizo visitar grandes teatros del mundo, trabajar en la Ópera de Hamburgo, y mantener una estrecha relación con el Convent Garden donde a punto estuvo de ser su director musical. En el terreno sinfónico fue especialmente fructífera la relación con la Philharmonia Orchestra y Filarmónica Checa, la Orquestra of the Age of Enlightment y la Scottish Chamber Orchestra. En todos los casos demostrando amor al trabajo y honradez, aspectos muy valorados por amigos como el pianista Alfred Brendel a quien acompañó en varios de los conciertos en su reciente despedida de los escenarios. Con Mackerras muere también una forma de hacer que jamás perdió actualidad pues a la curiosidad constante por otras maneras y obras unió algo más difícil de transmitir: la genialidad de quien fue un artista con fundamento.
ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE
Abc