30/6/2010 |
Emociona ver a Plácido Domingo en la piel de Simón Boccanegra. Y no sólo porque haya asumido un reto insólito al exponer su voz de tenor a un papel que exige la tesitura de un barítono. También porque no es difícil adivinar en él los rasgos del viejo corsario italiano: orgulloso y revestido de los atributos del poder pero frágil y humanizado por el sufrimiento.
No es la primera vez que el español se mete en la piel del Dogo de Génova. Ni siquiera la primera desde que en marzo le extirparon un pólipo canceroso. Pero la angustia de los últimos meses se deja entrever en las escenas finales de la obra, que Domingo interpreta con una profundidad escénica desconocida y escalofriante. Primero cuando se desvanece por los efectos del veneno. Y luego en el último acto, cuando entra ayudado de dos bastones en el escenario y se desploma al ir a dar un beso a su hija.
Son escenas que el español arropa con su magnetismo interpretativo y transforma con el color oscuro de su voz, que al borde de los 70 años ha encontrado un desafío al que no se había enfrentado antes y por el que a partir de ahora se le recordará.
Domingo había obrado el milagro en Berlín, Nueva York y Milán. Y ayer volvió a hacerlo en la Royal Opera House: el foro operístico de más prestigio de Londres. Un lugar donde debutó con 'Tosca' en 1971 y donde anoche celebraba su interpretación número 225.
Foto: Catherine Ashmore.
Es una cifra sobrenatural y da idea por sí sola de las proporciones de la carrera del español y del privilegio que tuvieron quienes pudieron verlo el martes en la piel de Boccanegra. Un personaje que Domingo soñaba para su despedida y que no será sino un éxito más. En julio repetirá con él en el Teatro Real de Madrid y en agosto volverá a Londres para un concierto lírico.
Al español no se le adivinan lagunas como barítono. En parte porque es un cantante con oficio y en parte porque su 'gravitas' se ajusta como un guante a los requerimientos del libreto, que pinta a Boccanegra como un gobernante fuerte pero magnánimo, al que la edad ha ido despojando de las aristas de sus años mozos.
Rodeado de un elenco extraordinario
A Domingo lo acompañó anoche un elenco extraordinario. El primero, el tenor Joseph Calleja, que borda el papel de Gabriele Adorno, que en otro tiempo interpretara sobre el mismo escenario el cantante español. Ni por voz ni por presencia cabe reprocharle nada al joven maltés, capaz de salir ileso del símil con el maestro y de recibir el aplauso generoso del público de Covent Garden.
A una altura menor rayaron la soprano Marina Poplavskaya y el bajo Ferrucio Furlanetto, y la orquesta de la casa, dirigida por Antonio Pappano.
Hizo las veces el montaje clásico de Elijah Moshinsky, que se estrenó en 1991 y que desde entonces se ha rescatado en cinco ocasiones. Ni los escenarios ni los trajes son especialmente brillantes. Pero no estorban a la acción ni distraen de su desarrollo. Y facilitan escenas inolvidables como la del tumulto en el consejo de Estado. Como sacado de un fresco histórico de David o Delacroix. Teñido del rojo de la sangre y de los ropajes de los consejeros.
En lo musical, cabe decir que 'Simón Boccanegra' es una ópera de duetos. Un detalle en el que se aprecia la calidad de los miembros del elenco de anoche, que los cantaron con las voces empastadas, ajustando su timbre al de su 'partenaire'. El mejor lo protagonizaron Domingo y Poplavskaya: padre e hija redescubriéndose en la partitura de Verdi.
La ovación final duró cerca de siete minutos. Pocos si se comparan con los 25 que Domingo cosechó en Berlín. Muchos si se tiene en cuenta la frialdad proverbial de la platea de Londres. El español volverá a cantar este viernes. Y luego el 5, el 13 y el 15 de julio. Las entradas están agotadas. Pero queda alguna a la venta por Internet. Y quien pare por la ciudad podrá disfrutar de la obra en una de las pantallas gigantes en las que se transmitirá en 13 de julio. La más populosa, la de Trafalgar Square. Junto a la columna de Nelson.
Eduardo Suárez
El Mundo