20/1/2010 |
El músico, que presenta nuevo disco y su autobiografía, toca la «Iberia» de Albéniz y actuará la semana próxima con la ONE.
Lang Lang no esconde los difíciles comienzos de su carrera como pianista, a la falta de medios económicos se sumó la dureza con la que fue tratado por un padre autoritario -que le llegó a pedir que se suicidara por no haber sido admitido en el Conservatorio-, y cuyo objetivo era lograr lo que hoy ya es una realidad: convertir a su hijo en un ídolo del teclado. «Era una manera de curar sus frustraciones», justifica su hijo, pues sus padres -su madre era cantante y actriz- sufrieron en primera persona los efectos de la Revolución Cultural que durante dos décadas condenó a muchos artistas e intelectuales a trabajar en granjas. La prohibición de tener más de un hijo añadió aún «más presión» a su educación «algo que parece haber cambiado ya», indica.
De Larrocha, una inspiración
De todo esto habla Lang Lang en su autobiografía «Un viaje de miles de kilómetros» (Ed. Alba), título que ha tomado prestado del filósofo chino Lao Zi («Un viaje de miles de kilómetros empieza con un paso») y que acaba de publicarse en español. Ayer lo presentó en el Auditorio Nacional, donde por la noche abrió su gira de recitales por España (que le llevará a Barcelona, Zaragoza, Valencia y Pamplona), con un programa que incluye obras de Beethoven, Prokofiev y algunas piezas del primer cuaderno de la «Iberia» de Albéniz, «para las que Alicia de Larrocha ha sido una gran inspiración», confiesa.
Con apenas 25 años, este músico que se ha convertido en un ídolo para los jóvenes de su país y que es invitado indispensable en los actos más mediáticos, como la entrega del Premio Nobel de la Paz a Obama el pasado mes de diciembre, quiso verter en este libro sus comienzos y su fulminante ascenso, en el que no faltaron tropiezos y decepciones, como la profesora que no le quiso admitir en el Conservatorio porque decía que no tenía talento. Alabado por los críticos y por algunos de los mejores músicos del mundo -como Barenboim, Eschenbach, Stern, Fleisher-, que se han convertido en sus mentores, y requerido como icono por marcas comerciales -Adidas y Steinway-, terreno vedado sólo para estrellas del deporte y del rock, justifica esta decisión temprana por narrar su vida: «Quería mostrar las diferencias culturales y educativas entre Oriente y Occidente, donde la música clásica ha pasado de moda, arrinconada por el rock o el hip-hop, mientras que en China 40 millones de niños estudian piano». Un país en el que Lang Lang llena auditorios de jóvenes, menores de 20 años, que pernoctan a sus puertas para lograr una entrada.
Entre Oriente y Occidente
Nacido en 1982 en Shenyang, Lang Lang comenzó a estudiar piano a los tres años, más tarde ingresó en el Conservatorio de Pekín y prosiguió sus estudios en el Instituto Curtis de Filadelfia. Esta trayectoria hace que el músico se sienta deudor de varias culturas: «China, mi amado país; Europa, la tierra de mis héroes musicales; y Estados Unidos, el país que me transformó y me guió hacia la edad adulta», afirma en el libro.
Comprometido con la enseñanza y con los países desfavorecidos -tiene su propia fundación y colabora con Unicef-, el pianista reivindica la lucha por mantener la educación musical en las escuelas, y tender puentes entre ésta y la realidad social. «La música puede romper barreras y tenemos que trabajar para ello».
Lang Lang también presentó ayer su último disco, editado por DG, que supone su primera grabación de música de cámara en la que ha contado con excepcionales compañeros de viaje, como el violinista Vadim Repin y el chelista Mischa Maisky, junto a los que interpreta páginas de Rachmaninov y de Chaikovski. «Ha sido un gran desafío colaborar y compartir la música con ellos. He aprendido mucho y me ha permitido tener una visión más completa de estas obras».
Los días 29, 30 y 31 de enero Lang Lang participará en el monográfico que la ONE dedica a Tan Dun, «un amigo muy cercano», bajo cuya batuta intepretará el «Concierto para piano «The fire»».
SUSANA GAVIÑA
Abc