1/12/2009 |
La ópera de Verdi vuelve tras 17 años con un gran elenco y aires épicos en el 10º aniversario del coliseo de la Rambla.
Aunque la obra habla de la guerra, no tendrá metralletas. Serán lanzas. Y, ambientada originalmente en el siglo XV, no incluirá metáforas sobre los conflictos en Afganistán o Iraq, asegura divertido el director de escena, Gilbert Deflo, en referencia poco velada a algunas tendencias de la ópera contemporánea. Pero, prosigue, Il trovatore que mañana se estrena en el Liceu –el coliseo de La Rambla no programaba la ópera de Verdi desde hace 17 años– tampoco será una producción al uso. Para su puesta en escena, Deflo ha huido del melodrama romántico y muy truculento –en la obra no se salva ni el apuntador– y ha decidido que la historia del rebelde trovador Manrico, de su contendiente, el Conde de Luna, de la gitana Azucena y de la dama amada –por ambos enemigos– Leonora sea teatro épico. Narrado con distancia brechtiana. Con un escenario casi vacío, sin castillos ni claustros ni prisiones a la vista. Pero con grandes voces. Enrico Caruso ya subrayó que para tener éxito en Il trovatore sólo hacía falta una cosa, los cuatro mejores cantantes del mundo. Y el Liceu ha reunido para el estreno las voces de Marco Berti, Fiorenza Cedolins, Luciana d'Intino y Vittorio Vitelli, que sustituye a Roberto Frontali. Un póquer de ases que el director artístico del Liceu, Joan Matabosch, no duda en definir como "inapelable".
Es más, augura que pese a que Il trovatore es "una de las óperas más difíciles de cantar de la historia", habrá "sorpresas muy agradables" para los que contemplen los otros dos repartos –en esta ocasión habrá tres, ya que se ofrecen nada menos que 19 funciones–, puesto que incluyen voces como las de Krassimira Stoyanova, Anthony Michaels Moore, Irina Mishura o Alfred Kim. Esta nueva producción será el broche de oro de la celebración de los diez años de la reapertura del Liceu y luego rodará por las sedes de los otros tres teatros coproductores: Toulouse, Oviedo y, en enero, el nuevo teatro de La Llotja en Lleida, que inaugurará.
Pero por lo pronto, este drama de hijos robados, madres quemadas, hermanos desaparecidos y en mala hora encontrados y, por supuesto, de amores condenados –sin faltar un envenenamiento a lo Romeo y Julieta–, y cuyo libreto se basa en el drama teatral homónimo de Antonio García Gutiérrez estrenado en 1836, arrancará mañana en Barcelona con la presencia de los Reyes.
Y discurrirá en una escenografía que, subraya Matabosch, "es tan maravillosa por lo que hace como por lo que nos ahorra ver", ya que, bromea, "hay algunas producciones de esta obra que parecen los hermanos Marx en la ópera". Deflo ha ideado un escenario casi vacío, presidido por enormes telones en los que se dibujan grandes astros, evocando los cuerpos celestes que parecen unir y separar una y otra vez a los personajes y guiar la tragedia de ecos griegos que se narra, con fratricidio por error incluido. "Gilbert nos decía que es una ópera zen", sonríe Cedolins, que añade que, acostumbrada ya a esta ópera, le ha gustado mucho el trabajo de control de cada movimiento de Deflo, limpiando viejos clichés. Y admite la soprano que Il trovatore es una obra "muy difícil para los cantantes y que con frecuencia se parece a una corrida de toros, en la que no faltan arañazos ni contratiempos".
El director musical, Marco Armiliato, explica además que la obra se representará completa, con todas las cabalettas, aunque sin sus repeticiones, lo que, subrayó Matabosch, será una novedad para esta ópera en el Liceu.
JUSTO BARRANCO
La Vanguardia