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Enquesta

Luis de Pablo: «Mortier provocará una estampida seria en el Teatro Real»

22/10/2009 |

 

Luis de Pablo (Bilbao, 1930), uno de los grandes referentes de la creación musical española de la segunda mitad del siglo XX, está contento por recibir esta tarde, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el IX premio Tomás de Victoria de música iberoamericana, «sobre todo porque no he hecho nada para que me lo den», bromea. Lo dice, claro, refiriéndose a que no se ha presentado como candidato, pero hacer, sí ha hecho, y mucho por la creación contemporánea. Su amplio catálogo de obras, casi ciento cincuenta -algunas de ellas no estrenadas en España-, así lo refrenda, y así lo ha visto el jurado que le ha otorgado este galardón, que ya han recibido Gramatges, Montsalvatge, Garrido-Lecca, Nobre y García Abril, entre otros, y que está dotado con 60.000 euros.

En el acta de la concesión del premio destacó «la extraordinaria calidad de su obra creadora que, tratando todos los géneros y siempre ligada a una profunda reflexión teórica, ha conseguido articular, a lo largo de su vida, y con un indiscutible reconocimiento internacional, un mundo expresivo propio en el contexto de una generación excepcional de compositores españoles, e influyendo directa o indirectamente en los más jóvenes».

A punto de cumplir 80 años, reconoce que es inevitable hacer balance, «aunque sea de manera inconsciente». «Cuando era muy joven pensaba que sería capaz de cambiar el panorama de la música española, y creo sinceramente haber conseguido algo, pero como mucho el 50 por ciento de lo que me propuse. La base de los problemas sigue siendo la misma: lograr que la música esté más presente en la sociedad, que haya una cultura musical en general más alta, y que España ingrese como país y no como individualidades en la vida musical europea. Algo se ha hecho pero estamos muy lejos de lograrlo», se lamenta.

La causa de que esto no se haya conseguido se debe, en su opinión, a fenómenos como el rock, «que ha raptado a la juventud, y la ha convertido en un simple apéndice consumidor de esta música internacional, y bajo la falsa capa de que ellos son los progresistas. Muchos jóvenes no saben que algunos de los Beatles estudiaron con Berio. Ni siquiera saben quién era Berio». «Es posible que existan más aficionados a una música de calidad -continúa- pero la razón no es por la política dirigida en ese sentido, sino porque somos más».

A pesar de ese incremento, un gran público sigue dándole la espalda a la música del siglo XX, que algunos ya califican como clásicos. Ése es el caso de la ópera «Lulu», de Alban Berg, que ha provocado que un tercio del aforo del Real se haya marchado en cada una de las representaciones realizadas durante las últimas semanas. «Cuando se representó en la Zarzuela fue un éxito -recuerda De Pablo-. El abono del Real es nefasto. Lo primero que tendrá que hacer Gerard Mortier es ver cómo resuelve eso», un fichaje «extraordinario», en su opinión. «Estoy lleno de curiosidad por ver lo que pasa, porque Mortier no es un hombre que ceda. Creo que lo que se va a producir es una estampida seria, y ese público habrá que rellenarlo con otro. A lo mejor tardará un par de años».

Cuando se le pregunta cómo le gustaría que fuera recordada su obra, no lo duda, «como algo que no se repite», pues su objetivo siempre ha sido el de aportar algo nuevo al género en el que tocaba componer. Su catálogo se nutre de obras de cámara, sinfónicas, vocales -ha compuesto cinco óperas- y de numerosas partituras creadas para el cine -ha trabajado, entre otros, con Carlos Saura y Víctor Erice-. «Pero no quiero que se me recuerde como compositor de bandas sonoras», asegura el compositor, que siempre se ha negado a que se realizara un recopilatorio de sus trabajos en este campo. El cine, sencillamente, fue un medio para conseguir un fin: «Poder componer las obras que yo quería».

SUSANA GAVIÑA
Abc