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«Mi madre tenía una timidez enfermiza, una humildad que iba más allá de lo normal»

27/9/2009 |

 

La capilla ardiente de la pianista Alicia de Larrocha permanecerá abierta hoy en el Palau de la Generalitat.

La admirada Alicia de Larrocha, la pianista española más importante de la era moderna, falleció el viernes a las 23.10 h., a los 86 años de edad, en la Clínica Quirón de Barcelona a causa de una complicación cardiorespiratoria, tal y como ABC informara en la segunda edición de ayer. La capilla ardiente de la artista quedará instalada hoy —a partir de las 10 de la mañana y hasta las seis de la tarde—, en el Salón Sant Jordi del Palau de la Generalitat, la sede del gobierno autónomo catalán.
«Aunque ya sabíamos que su muerte era inminente porque desde hace un par de días estaba muy sedada», afirmó a ABC el director y amigo de la pianista, Antoni Ros Marbà, «el golpe ha sido muy duro para toda la comunidad musical internacional. Con ella se marcha una de las referencias absolutas de la música española moderna».

Pésame de la Familia Real
Las reacciones tanto del ámbito de la cultura como de la política no se han hecho esperar ante la pérdida de una de las artistas más particulares de las últimas décadas. La Familia Real envió ayer dos telegramas a la hija de la pianista transmitiéndole sus condolencias. En uno de ellos, los Reyes subrayaban la dilatadísima carrera de Alicia de Larrocha, mientras que Don Felipe y Doña Letizia recordaban con cariño el Premio Príncipe de Asturias que le fue otorgadado en 1994. Fue uno de los muchos galardones que recibió la artista a lo largo de su vida —cuatro premios Grammy, la medalla del Spanish Institute de Nueva York (1980), el Premio Nacional de Música (1985), el de la Fundación Guerrero (1999), la Medalla de Oro de la Generalitat... La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, por su parte, a través de un comunicado, destacó la «extraordinaria embajadora de España» que fue De Larrocha, así como «representante de la más grande escuela pianística española moderna».
<MC>Nacida en la capital catalana en 1923, Alicia de Larrocha ofreció su primer recital a los cinco años y a los doce tocó por primera vez junto a una orquesta tanto en su ciudad natal como en Madrid interpretando a Mozart, el mismo autor con el que se despidió del público en l’Auditori de Barcelona en enero de 2003, dejando atrás una impresionante carrera con más de 4.000 conciertos.
Joan Oller, gerente de la Simfònica de Barcelona i nacional de Catalunya (OBC) y de l’Auditori barcelonés, afirmó a este diario que «no sólo haremos un minuto de silencio en su memoria en los conciertos de este fin de semana (Festival Mozart), sino también leeremos un comunicado para recordarla, ya que fue una persona clave para la historia de la orquesta: con nosotros realizó grabaciones, giras y conciertos inolvidables, incluso escogió a la OBC para despedirse del público, y lo hizo con toda modestia, en el ciclo de abono normal, sin olvidar que estuvo con l’Auditori para su inauguración (octubre de 1999). Incluso después de su retirada, mientras su salud se lo permitió, venía a los conciertos de la orquesta».

Para Ros Marbà, la pérdida significa también la de una compañera de aventuras: «Nos unía una relación muy estrecha, ya que tocamos juntos en muchísimas ocasiones. Viví una Alicia cercana, dentro de ese mundo de una sociedad barcelonesa que ya no existe —junto a Conchita Badia o Xavier Montsalvatge— en la que ella era una persona muy querida. Tenía esa herencia que le venía de Granados a través de su maestro, Frank Marshall. Tocamos un poco de todo, desde Chopin a Mozart, incluso algún autor ruso. Siempre me daba una sensación de gran seguridad, ya que su talento, su técnica y su musicalidad eran una garantía. Por eso hacer música con ella daba un placer especial».

Momentos de dudas
Su hija, Alicia Torra, afirmó por su parte que su madre «vivía exclusivamente para la música y rechazaba todo lo que rodea el mundo de los artistas. Su carrera no sólo se debió a su talento, sino también a mi padre [el también pianista Juan Torra], quien renunció a su carrera para hacerse cargo de mi hermano y de mí; la apoyó siempre, la impulsó, le ayudaba con los programas... Mi madre tenía una timidez enfermiza, una humildad que iba más allá de lo normal, y creía que no se merecía la carrera que estaba haciendo. Tuvo muchos momentos de dudas, y allí estaba mi padre para darle ánimos y confianza. No sabía lo que eran las vacaciones: cuando estaba en casa en un alto de sus giras, ella siempre estaba estudiando. Incluso en Navidad se levantaba en los postres porque decía que tenía que estudiar».

PABLO MELENDEZ - HADDAD
Abc

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