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«En España todavía se mira con recelo a los directores de orquesta jóvenes»

24/6/2009 |

 

Pablo Heras-Casado (Granada, 1977) afirma una y otra vez que no tiene nada cerrado con el Teatro Real, «tan sólo hay conversaciones». Se refiere así a su colaboración con el coliseo madrileño a partir de la incorporación de Gérard Mortier como nuevo director artístico y responsable músical en 2010. Proyecto para el que el director belga quiere contar, entre otras batutas, con la del joven español, al que también invitó a participar en su aventura americana: la Ópera de la Ciudad de Nueva York. Sobre este tema, y ya a toro pasado, Heras-Casado sí confiesa: «Tenía previsto dirigir tres títulos en la primera temporada». No es de extrañar entonces la decepción que sintió cuando Mortier canceló su proyecto por falta de presupuesto.

El director granadino estrechó lazos con el belga tras su paso por la Ópera de París en la que ha sido, durante los últimos años, asistente de Sylvain Cambreling. Tras la insistencia, cede y reconoce que con el Real -del que procede cuando tiene lugar esta entrevista- está barajando «algunos títulos», aunque rehuye desvelar cuáles, «porque después las cosas cambian».

A parte del tema Mortier, Pablo Heras-Casado, con un currículo digno de elogio -en las últimas semanas ha debutado con la Orquesta de la BBC, ha dirigido al Klangforum de Viena en una gira que pasó por Sevilla y en agosto será uno de los tres directores que se enfrenten a «Gruppen» de Stockhausen en el Suntory Hall de Tokio- cobra actualidad porque el sábado estrenará, en el Festival de Música Antigua de Aranjuez, la ópera «L´Isola Disabitata». Con música de Giuseppe Bonno y libreto de Pietro Metastasio, estará a cargo de la Compañía del Príncipe con la que ya ha colaborado en tres producciones.
En apenas unas semanas, Heras-Casado ha dado un salto atrás de dos siglos y medio. Y es que afirma no le gusta que le encasillen en un repertorio. «Para mí es habitual pasar de hacer música barroca con instrumentos de época a dirigir contemporánea». Músico precoz que primero fue llamado por el camino del canto, dirigiendo su primer coro a los 17 años, para ponerse un año después al frente de una orquesta, ambos con música antigua, confiesa que nunca le ha gustado el papel de solista. «Me gusta el trabajo compartido, coordinar y tener la última palabra». Su nombre se suma ahora al de varios jóvenes directores emergentes en nuestro país, como Pablo González y Lionel Bringuier. Una moda, la de fichar a jóvenes batutas, que, asegura, «es nueva en España pero que lleva sucediendo desde hace mucho tiempo en otros países». En cuanto a lo que esta nueva generación de directores puede aportar, además de mucha energía, señala también «una nueva visión social, artística y humana de la música». Es consciente de que para lograrlo «no vale sólo con ser joven, hay que tener una formación muy sólida. Actualmente hay gente muy preparada que tiene muchas ganas de crecer con la orquesta». Sin embargo, reconoce que en España se mira todavía «con recelo y desconfianza a los jóvenes directores».

Orquestas mediocres
Sobre el modelo que Mortier quiere imponer en el Teatro Real, de varios directores musicales invitados, dice que funcionó bien en París, «que tiene a la mejor orquesta de Francia, pero no puedes copiar un modelo de un país a otro». Y elogia a su mentor: «Mortier tiene un criterio muy claro a la hora de invitar a directores, aunque tengan estilos muy diferentes». «Hoy en día, en cualquier orquesta con 35 programas al año, el titular hace nueve. Sólo las orquestas más mediocres son las que hacen más programas con su director titular. En una con cierto nivel, su titular hace un 20 por ciento de la temporada. El modelo ha cambiado», subraya.

SUSANA GAVIÑA
Abc

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