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Cuarteto para cuerda y recesión

7/5/2009 |

 

El grupo, asentado en Barcelona, busca ampliar la audiencia de la música de cámara | El grupo, asentado en Barcelona, busca ampliar la audiencia de la música de cámara | "Hay que recuperar la idea del concierto para entretener de la época de Mozart"

 

Exquisita carta de presentación de España en el exterior –tocaron para Bruni y Sarkozy en su reciente visita a Madrid, y acompañan a los Reyes en viajes oficiales – , el Quartet Casals es ya mucho más que la joven formación de cuerda que revitalizó el panorama español y catalán de la música de cámara. De gran calado internacional, a este sólido y apasionado cuarteto con base en Barcelona le faltan pocos cromos para completar el álbum de auditorios imprescindibles. No en vano figuran entre los tres cuartetos más importantes de su generación.

Es la primera vez que el Quartet Casals toca con Alexei Volodin, el ya reconocido pianista ruso –al que ya no se confunde con Arcadi Volodos– cuyo representante es también Ibercamera. El programa incluye el "Quinteto para piano y cuerdas, op. 57", de Shostakovich, el cuarteto más corto del compositor (el n.º 7), y los "24 preludios, op. 34". Tras sus conciertos en Lisboa, Madrid y Valladolid, le toca hoy el turno a la sala de cámara de L'Auditori de Barcelona, donde los Casals completan con este sus cinco quintetos de esta temporada.

No se trata de una sala cualquiera: el Quartet Casals cuenta en Barcelona con un público especialmente fiel –el aforo está vendido– y, ojo, bastante joven. "Es sin duda el mejor público que tenemos, muy entusiasta. Y el más joven", comentan. "Tal vez en España haya menos audiencia interesada en general por la clásica pero, curiosamente, para la música de cámara es juvenil. Puede que haya muchos estudiantes nuestros de la Esmuc y que apliquen el boca oreja", subraya Abel Tomàs.

 

"Llevamos tres años alquilando este local. Primero ensayábamos en mi casa, pero había estrecheces y discusiones", comenta con humor el chelista Arnau Tomàs (Barcelona, 1973). Junto a Vera Martínez-Mehner (Madrid, 1978, que en las piezas románticas y contemporáneas asume el primer violín), Abel Tomàs (Barcelona, 1980, que lo asume en las clásicas) y Jonathan Brown (Chicago, 1974, viola) forman un grupo bien avenido, consciente de que es necesario un "equilibrio psicológico". "Hemos desarrollado un lenguaje con el que podemos criticar y exigir, pero sin ofender", explica Brown.

Entre sus encomiables objetivos –a parte de seguir cosechando premios como el de Cuartetos para Cuerda de Londres o el "Johannes Brahms" de Hamburgo – está el de atraer público a las salas de clásica. "A un público feliz de venir a oír música, porque eso de la tos en los auditorios es un síntoma de aburrimiento", asegura Arnau Tomàs. "Al menos durante la crisis, se debería programar lo más inspirado. Los "cuartetos" ni siquiera eran piezas compuestas para ser tocadas ante audiencias, son el repertorio más experimental de los compositores, donde dejaban volar más su ingenio, por lo que es importante tender a tocar las obras más inspiradas. Es una manera de atraer al público. Después de eso volverán".

Tampoco hay que abusar, según Tomàs, de los programas demasiado largos. Desde luego, el suyo no será hoy un grupo tocando tres pedazos de cuartetos largos, sino que alternarán con el pianista Alexei Volodin e interpretarán junto a él un quinteto de Shostakovich. "Hay que recuperar la idea del concierto para entretener como en la época de Mozart, donde los conciertos se hacían mezclados. Hay programas que lo certifican. Se pueden hacer combinaciones, un trío con piano, seguido de una sonata con chelo, luego otra con violín o un solo al piano, por ejemplo", dice Tomàs.

Aún más: el Quartet Casals proyecta colaboraciones con actores que reciten textos relacionados con la música que interpretan. O incluso entrelazarse con la danza. "Eso sería genial", apunta Brown. "¿Por qué no? Mark Morris tiene algo fantástico para el Quinteto Schumann. Así atraes también al público del teatro y la danza".

Formados en la Escuela Reina Sofía de Madrid, de la que surgieron como cuarteto en 1997, en la cátedra de Antonello Faurlli, los Casals han registrado varios cd"s con el sello Harmonia Mundi. La pregunta es… ¿les ofende que la gente adquiera piezas sueltas de sus discos por iTunes? "Mejor esto que nada, aunque es más coherente comprar la pieza entera, al menos en clásica, porque hay una relación entre los movimientos. Si no es como comprarse un trozo de película", apunta Arnau. "Aunque también puedo entender que algunos movimientos concretos, muy inspirados, puedan funcionar aisladamente. El adagio del quinteto para chelos de Schubert, por ejemplo, tiene personalidad en sí mismo", apunta.

¿Y qué les parece eso de ser los músicos de la Corte? "Es un poco un viaje en el tiempo, ja, ja", ríen. Los Reyes de España se los llevan a veces en viaje oficial a otros países –como un regalo de monarcas a monarcas-, y en la reciente visita de Sarkozy y su esposa Carla Bruni, fueron contratados para tocar los Stradivarius del Palacio Real tras la cena de gala. "Al día siguiente la prensa contaba que habían estado en el Prado, viendo unos cuantos Velázquez, pero no se hablaba de una formación de cámara tocando un cuarteto de Arriaga con los Stradivarius del Palacio Real, instrumentos de tremenda carga histórica", se lamenta Arnau. "Estamos en un país donde la música siempre ocupa un segundo lugar, mientras que el acto pictórico se considera más importante".

Entre los invitados a aquella cena de gala, José Luís Rodríguez Zapatero y su esposa Sonsoles Espinosa se dirigieron a los músicos tras el concierto, explican los Casals, para agradecerles la pasión con la que tocaron y lamentar que hubiera sido un concierto breve. Por su parte, la princesa de Asturias se interesó por el estado de los callos que el violín y la viola llegan a producir en el cuello de los intérpretes, mientras que Sarkozy fue instruido por parte del Rey Juan Carlos sobre la historia y excelencias de los Stradivarius ornamentados que se conservan en las vitrinas del Palacio Real.

Maricel Chavarría
La Vanguardia

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