Decker y Schneider vuelven a perseguir la utopía de Wagner, ahora en «Sigfrido»
2/12/2003 |
El encuentro con la prensa que mantuvieron ayer Willy Decker y Peter Schneider, director escénico y musical, respectivamente, de «Sigfrido», tercer título -y segunda jornada- de la Teatralogía de Wagner, se convirtió casi en un duelo por demostrar quién de los dos lo tenía más difícil a la hora de trasladar la monumental y «profunda» obra del compositor alemán al escenario. Mientras Schneider afirmaba que era muy distinto el aspecto musical del artístico «porque en el primero hay menos margen para crear o interpretar, ya que todo está marcado en la partitura, el director escénico tiene más libertad para incorporar su punto de vista personal». Decker lo rebatía explicando que su trabajo no era más fácil puesto que «si bien la música no cambia, yo tengo que inventar un lenguaje moderno que llegue al espectador, por lo que esa libertad se convierte en una inmensa carga». El director alemán, que ya ideó los dos montajes anteriores de la Tetralogía presentados en el Real, ha vertido en esta «Sigfrido» toda su experiencia y ha apostado por un «montaje sencillo desprovisto de complicaciones», en el que su objetivo sigue siendo «comprender la profundidad en la obra de Wagner y transformarla en un proceso escénico que funcione para el hombre moderno». Asimismo, reconoce la dificultad que supone «actualizar una obra que no deja de ser una utopía».
Entre «La Walkyria» y «Sigfrido» Decker ve una «ruptura», pues en la segunda jornada se deja ver la influencia de la filosofía de Schopenhauer sobre el compositor alemán. «Mientras en los dos primeros títulos se representan aspectos primitivos del ser humano, en «Sigfrido» se aprecia una evolución en la visión del cosmos», argumenta.
A la hora de acercar esta obra a todos los públicos, incluidos los más pequeños, el director de escena afirma que en ella Wagner plantea un mito, «con distintos niveles», y que él entiende como una «llave maestra que permite el acceso o bien al cuarto de los niños, al dormitorio o al libro de los siete sellos», matiza. Considerada la Tetralogía, así como su compositor, una de las grandes cumbres de la cultura alemana, Decker espetó que «no se puede consentir que se rodee a Wagner de ese germanismo y de esos elementos obscenos». A lo que Schneider añadió que son «insoportables las exageraciones sobre la cultura alemana. Me entran vómitos cada vez que en cada acto nacionalista se hace referencia a Wagner», un compositor al que Decker califica como «un rebelde e inconformista que fue muy mal entendido por los amigos que se valieron de él para justificarse a sí mismos». Por último, Schneider difinió la Tetralogía como «una sinfonía» donde «El oro del Rin» representa el primer movimiento «y la acción»; «La Walkyria», es el segundo, y en ella se encuentra la emoción, y «Sigfrido» es como «un scherzo».
S. Gaviña
Abc