ClàssicsWeb, el teu espai

Almanac

Cerca de notícies

Paraules:
Tema:
Inici: Escollir data inici
Fí: Escollir data fi
Ajuda
Verso

NOTÍCIA

CLÁSICA

10/11/2003 |

 

Estoy escuchando una de mis músicas favoritas, el «Concierto para violín» de Mendelssohn Bartholdy, versión de Isaac Stern. Siempre me sorprende la cadenza del solista en el primer movimiento, un pasaje bordeando lo atonal y de un timbre excepcional. Uno de esos grandes momentos de la música.

Escuchando esta cadenza tan rompedora, la cabeza vuela un poco y da en preguntarse por qué, de todas las grandes artes, la música académica es la única que prefiere referirse a un pasado lejano en vez de al presente.

Es como si todo lo que se leyera hoy en día fueran los grandes novelistas del XIX, o toda la pintura que se contemplara fuera la renacentista y barroca, o como si toda la poesía hubiera acabado en Dante. Ya sabemos que hay compositores modernos, algunos incluso viven, como Arvo Pärt, Steve Reich, Gavin Bryars... pero tengo frente a mí el programa de conciertos del Royal Festival Hall de Londres y el 90% de los compositores ejecutados nacieron entre los siglos XVIII y XIX.

Esta es una situación a todas luces anormal. En la misma música «seria» lo normal era la sucesión de estilos. Durante el romanticismo apenas se conocía la música barroca (excepto en Inglaterra) y en la ópera lo habitual es que el autor representado estuviera vivo.

¿Por qué se ha producido una fijación tan exclusiva en un periodo tan lejano y que en realidad apenas abarca siglo y medio de nuestra cultura occidental? Es posible que existan razones puramente ideológicas, que la música sinfónica de teatros y liceos fuera la más acabada representación cultural de la todavía dominante burguesía.

También puede deberse a que en el proceso de reconstrucción semántica por el que pasaron todas las artes cuando las vanguardias, la disolución del lenguaje tradicional en la música fuera el más radical. Sociológicamente lo que ha sucedido es que la música popular ha ocupado un amplio terreno que incluye las experimentaciones más trascedentes.

La cuestión es que ir a un concierto significa regresar a la época de las pelucas o de las chisteras. Mientras tanto, las fronteras del sonido se emplían en otros lugares donde conceptos como armonía carecen de gran sentido y donde el virtuosismo de las cuerdas ha sido sustituido por el de los botones y el ordenador. ¿Cuánto tiempo podrá seguir manteniéndose esta historia?

José Manuel Costa
Abc

Catclàssics, música clàssica de Catalunya a internet