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Rolando Villazón: "La ópera es una religión para todos los públicos"

1/3/2008 |

 

El próximo martes Rolando Villazón (Ciudad de México, 1972) presenta en la sede de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid su primer disco en solitario con Deutsche Grammophon. El trabajo, titulado Cielo e mar, es un viaje emocional del belcanto al verismo a través de una selección de las arias de amor más conmovedoras. Con este motivo, el tenor mexicano, que el año pasado sealejó de los escenarios durante cinco meses por problemas de salud, ha hablado con El Cultural.

El médico le había aconsejado -exigido- cinco semanas de descanso el pasado verano. Rolando Villazón aprovechó la prescripción para tomarse cinco meses. Una terapia física, psicológica, estructural que el tenor mexicano necesitaba en estrictos términos de supervivencia. La carrera comenzaba a devorarlo. Demasiada prisa, demasiada voracidad, demasiados contratos, aunque Villazón ha sabido "recogerse" a tiempo. A tiempo de preservar el instrumento y de volver ahora sobre la alfombra del sello amarillo (Deutsche Grammophon). Cielo e mar, se llama el nuevo disco.

-Cielo e mar como el aria de Ponchielli (La Gioconda), aunque la grabación no es precisamente una selección de obras bastante conocidas. Usted interpreta, entre otros, a Gomes, Mercadante, Petri, Boito.
-Es un trabajo distinto. No porque me hubiera tentado la idea de hacer arias desconocidas. Sino porque esas arias menos conocidas tienen en común la belleza, la intensidad. Es un viaje emocional del belcanto al verismo, aunque no he seguido un criterio de carácter cronológico. La coherencia está en la conexión de unas y otras arias. Se suceden entre sí como si hubiera entre ellas un nexo invisible que las emparenta. Es un disco de arias de amor. Dicho sin ñoñería. Del amor primero, ideal, al amor desesperado, violento. Mi criterio de selección ha sido más bien visceral. He investigado como un ratón de biblioteca, pero no me he guiado por criterios académicos ni estrictamente musicológicos. Seleccionaba aquellas arias que, al descubrirlas, provocaban que mi corazón latiera más fuerte, más intensamente. Necesitaba sentir ese latigazo más o menos irracional.

Un disco de autor
-¿Cree que un disco "distinto" tiene especial sentido en un mercado tan saturado? ¿Es una de las razones de este proyecto en DG?
-No lo he concebido pensando en el mercado. No lo he hecho haciendo cálculos mercadotécnicos ni buscando la originalidad como un fin en sí mismo. Soy consciente de que el mercado está saturado, pero no he caído en la tentación de cantar unas arias "olvidadas" que están merecidamente en un baúl y que nunca deberían haber salido de ahí. Mi propósito es buscar un equilibrio entre poesía, filosofía y acción.

-Una especie de disco de autor.
-Me he sentido como si hubiera hecho una selección de poemas predilectos. Algunos de pasión contenida. Otros de pasión desbordada. De ahí que me preocupara concederle a cada aria la atmósfera y el estilo más idóneos. No es lo mismo el estilo donizettiano, pulcro en los detalles, en la línea, que el impresionismo de las arias de Boito o Cilea.

-Sin menoscabo de Verdi. Aparece en mayúsculas con las arias de Simon Boccanegra y de Luisa Miller.
-Es un compositor extraordinariamente exigente. Te pide la pasión, la entrega, las vísceras. Y al mismo tiempo exige enorme atención a las líneas, a las sombras, al claroscuro.

Sin discriminaciones
-¿Sobrentiende, por tanto, este disco la condición polifacética de Rolando Villazón?
-De verdad que no me ha guiado el propósito de demostrar la versatilidad. Nunca subo al escenario ni grabo un disco con este sentido de la exhibición. No soy un exhibicionista. No canto para ser admirado. Con el arte no hay que impresionar. Soy un instrumento. Y utilizo ciertos medios, como los agudos, o el legato, o el fraseo, para hacer sentir cosas. Se trata de un discurso emotivo, emocional. La ópera, el teatro, son experiencias compartidas. Acontecen en torno a la idea de una comunión. Mi papel consiste en crear una comunicación entre almas. Si canto la Fosca de Gomes es porque el efecto tan poderoso que tiene sobre mí, necesito de algún modo hacerlo mío y, a su vez, transmitirlo al público. Ése es mi papel.

-Habla usted como un sumo sacerdote, como un místico.
-La ópera es una religión para todos los públicos. No excluye ni discrimina a nadie. Y ofrece sensaciones espirituales, yo diría que casi místicas, en según qué circunstancias y situaciones. Hay teatralidad en una misa. Hay espiritualidad en una función operística. Por este motivo, soy consciente de este papel de catalizador. Y, del mismo modo, evito convertirme en protagonista. Eludo desplegar los agudos como un alarde, como una prueba de egocentrismo.

-Los agudos y la voz misma le dijeron "basta" el pasado verano. ¿Qué ha ocurrido realmente? ¿Cómo se explica este periodo de tanto silencio? ¿Cuántos de los rumores y chascarrillos vertidos sobre usted tienen sentido?
-Sucedió que no podía más. Los límites se presentaron por sí solos. El médico me recomendó cinco semanas de reposo absoluto, y yo interpreté que se me presentaba una ocasión perfecta para detenerme, reflexionar, salirme de esta inercia que empezaba a ser perniciosa para mí.

-¿Tenía la sensación de que había perdido el control de su carrera?
-Perdí el control de mi instrumento, que es todavía peor. ¿Las razones? Ha pesado mucho el entusiasmo, la inexperiencia y la velocidad. Era muy difícil para mí negarme a ofertas y proyectos muy tentadores. Estaba envuelto en un ritmo del que yo mismo no percibía los riesgos. He pasado del anonimato a un lugar destacado en muy poco tiempo. Y me creía capaz de hacerlo todo. No por ambición, sino por apasionamiento, curiosidad y entusiasmo. Entonces se produjo la "rendición" de mi voz. Estaba exhausto, pálido, vulnerable... Enfermaba con facilidad. Era un ritmo de locura: óperas, recitales, discos, conciertos, viajes. La presión era enorme. Y la voz se apareció para decirme: 'o paras tú, o paro yo'. Así es que ella tomó la iniciativa. Pero he llegado a tiempo de entenderla.

-¿Y cómo ha vivido esta retirada? ¿Qué cosas le han pasado por la cabeza? ¿Le ha costado pasar de la hiperactividad al descanso absoluto?
-Se aprenden muchas cosas. Empezando porque el mundo sigue dando vueltas sin que Rolando Villazón esté en los escenarios. No existen personas irremplazables ni insustituibles. Ni siquiera los tenores (se ríe vistosamente Villazón).

Más espacio entre funciones
-¿Cree que el ejemplo de Plácido Domingo ha sido pernicioso? No como cantante, ni como maestro, sino como exponente de una vitalidad y de una ubicuidad que puede resultarle muy tentadora a otros cantantes.
-Yo había sobrevalorado mi propia capacidad. Pero no por seguir el ejemplo del maestro Domingo, sino por la inexperiencia. Jamás he querido emular esa impresionante naturaleza porque siempre he sabido que Plácido tiene una voz de acero e indestructible. Ya sé que se tiende a establecer comparaciones, pero creo que están fuera de lugar. Porque somos distintos y porque él ocupa una plaza histórica en la ópera. Me siento un aprendiz a su lado. Y puedo decir ahora que Plácido Domingo ha estado cerca de mí en estos meses de "suspensión" profesional. Me ha enseñado cosas y me ha ayudado a elegir repertorio. Me ha dado algunos consejos muy importantes.

-Ya que menciona los consejos, Alfredo Kraus recomendaba a los colegas dejar a salvo el capital y cantar con los intereses. ¿Qué opina usted de esta equivalencia lírico- especulativa?
-Yo canto con el capital y hago todo lo posible para que siga entrando dinero en el banco. Mire, en el escenario no puedo hacer otra cosa que entregarme. No puedo subir y especular con la energía. Otra cuestión es que esté aprendiendo ahora a no malgastarla. En este periodo de silencio y de reflexión he visto algunos vídeos míos. Me daba cuenta de que me entregaba y lo daba todo aún cuando estaba callado. Eso es lo que hay que evitar. No se puede dar el 100 por cien de uno mismo cuando estás en silencio y nadie te está escuchando.

Programación de diseño
-Tras el escarmiento imprevisto del pasado verano, ¿tiene pensado replantearse la carrera, cantar menos, rebajar el calendario de óperas? De momento sólo aparece anunciado en un Don Carlo londinense y en un Romeo y Julieta programado en el Festival de Salzburgo.
-He deshecho y desdicho bastantes contratos. Creo que la carrera puede plantearse con más cordura. Hay que dejar más espacio entre funciones. De hecho, haber alcanzado la posición en que me encuentro en este momento me permite la posibilidad y el privilegio de poder elegir. Las fechas, los teatros, las óperas... Con el único problema del calendario, puesto que muchas temporadas se cierran con cuatro y cinco años de antelación. Es como una hipoteca. Un modo bastante absurdo de planificar. ¿Cómo voy a comprometerme a cantar ahora mismo, en 2008, tal o cual obra en 2013? Pues, muchas veces, no queda otra alternativa.

-En ese mismo contexto de programación de diseño, usted se ha convertido en pareja artística de la soprano rusa Anna Netrebko. Los teatros los reclaman como tortolitos o actores hollywoodenses. ¿No le asusta una cierta instrumentalización del fenómeno Villazón-Netrebko? ¿Cuánto hay de construcción mediática? ¿Cuánto hay de artificio comercial?
-La respuesta es muy fácil. Anna y yo nacimos como pareja musical en un teatro. Cuando éramos en ambos casos desconocimos. Sintonizamos enseguida. Y enseguida descubrimos que existía una excelente complementariedad. Somos del todo ajenos al uso que quiera hacerse de la "pareja". Nació espontáneamente. Nuestra "unión" está legitimada por el teatro, de modo que huelga hablar de un proyecto de marketing.

-Sin embargo, la presidenta del Festival de Salzburgo les acusaba a ustedes de representar la dimensión más caprichosa del star-system. Ocurrió el verano pasado, cuando ambos se cayeron del programa. Exactamente el mismo día y con partes médicos diferentes.
-Fue una absoluta casualidad. No hubo capricho ni frivolidad. Y me hace gracia que se critique el star-system. ¿Sabe por qué nos contratan? Porque llenamos los teatros con 12 meses de antelación. Cuando el star-system beneficia, nadie se atreve a criticarlo. Pero cuando perjudica, entonces se maldice y se considera el origen de todos los males. Me parece un planteamiento hipócrita. Lo qué yo sé es que el star-system me ha dado libertad artística. Gracias a él puedo hacer proyectos que ningún intendente ni empresario osaría a hacer. Todos vivimos de este estado de cosas, así que me resulta demagógico cuestionarlo.

-Menciona proyectos nuevos. ¿Tiene en la cabeza un nuevo papel? ¿Dónde encuentra ahora el horizonte de su repertorio?
-No sé si debo confesarlo, pero la realidad es que me gustaría hacer un Wagner. No me refiero a los grandes papeles heroicos. Pero sí creo que estoy capacitado para cantar Lohengrin. Es una ópera que le encaja a las cualidades y a las características de mi voz. Sería una buena manera de entrar en ese repertorio, aunque, ya digo, tampoco me veo capaz de prolongarlo. Anúncielo por ahí: tenor mexicano se ofrece a cantar Lohengrin.

Raíces austríacas
-No sería exactamente su debut wagneriano. Ya lo hemos escuchado participar en la versión discográfica de Tristán e Isolda que Plácido Domingo tiene grabada.
-Era un papelito, pero no quería perderme por nada del mundo ver y escuchar al coloso de Domingo hacer el personaje de Tristán. Participar en el proyecto a su lado era una manera de iniciarse.

-Aunque usted es relativamente mexicano. Buena parte de su sangre es de raíces austriacas. Y usted mismo habla alemán.
-Ésa es también la razón por la que me he atrevido con el lied. El motivo que me ha llevado a hacer el Dichterliebe de Schumann. Que es arriesgado porque conlleva un esfuerzo de sensibilidad, de comprensión poética, de intimismo. Quiero perseverar en el lied. Y sigo abierto a nuevas experiencias. Y no sólo "germanas". De hecho, otros de mis focos de interés en este momento conciernen al mundo del barroco. He disfrutado mucho haciendo Monteverdi. Y me gustaría seguir explorando la música de los siglos XVII y XVIII.

Rubén AMÓN
El Cultural

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