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ONE año cero

11/10/2003 |

 

El 10 de octubre se abre el curso de la Orquesta y Coro Nacionales de España con la Tercera Sinfonía de Mahler en lo que será la presentación de su nuevo titular. La llegada de Josep Pons ha levantado una oleada de ilusión a su alrededor. La errática situación de la formación en los últimos años había llevado a pensar que sus problemas ya no tenían solución. La excelente labor realizada en Granada ha servido para catapultar a Pons, con el que hablamos en “La última palabra”, al reto más complicado de su vida.


En todo caso, esta temporada que se inicia no es más que un preámbulo de lo que él califica como su “proyecto”, sobre el que se proyectan muchas zonas oscuras en torno al conjunto que ha sufrido, como ninguna institución, las incoherencias de nuestra vida filarmónica. El primer problema de la ONE entra en los dominios de la Ministra que le ha contratado y viene de la necesidad de dotar a la ONE de un proyecto “político” que lo sustente.

En el mundo apenas hay ejemplos a los que remitirse. El número de orquestas de titularidad estatal ahora es mínimo. Las únicas que existen pertenecen a países que, como el nuestro, han podido tener o tienen algún problema de identidad. Tal es el caso de Bélgica o Irlanda, (o en su caso Escocia) si bien ninguna de las dos destaca por su fama. Más recientemente Mijail Pletnev fundó la Nacional Rusa, con fondos particulares, pero la peculiar política cultural de Vladimir Putin todavía no permiten aventurarle un gran futuro. La Nacional gala, pese a su adjetivo, depende de Radio France y la de Washington, lo es sólo de nombre. El único caso similar es el de la Nacional Húngara que entró en una inmediata decadencia a la muerte del carismático Janos Ferencsik, agravada con la caída del muro de Berlín y que sólo en los últimos tiempos parece haber encontrado el norte de la mano de Zoltan Kocsis. Pero ni España es Hungría, ni la proyección de la formación magiar es actualmente la de la ONE.

El nombre no tendría más trascendencia si no fuera porque su dependencia económica se vincula al diseño que la sustenta. En España, las formaciones de las comunidades autónomas han asumido con el apellido “nacional” su proyección. Así, la Sinfónica de Barcelona se transformó en Nacional de Catalunya al entrar la Generalitat a formar parte de su patronato. La Sinfónica de Euskadi, dependiente del Gobierno Vasco, tiene temporada en San Sebastián, Bilbao, Vitoria y Pamplona. La de Valladolid perdió su nombre original cuando fue absorbida por la Junta de Castilla, trasladando una gran parte de su programa a Salamanca, Burgos y León.

La ONE (Orquesta y Coro) está subvencionada por el Ministerio de Cultura, vía INAEM, con un presupuesto que supera los doce millones de euros, lo que la convierte en la número uno del Estado. Pero no deja de ser singular que el ochenta por ciento de su programación se lleve a cabo en Madrid, convertida para todos los efectos en un ente local. Eso ha hecho que Madrid sea una de las contadísimas capitales europeas que no dispone de una orquesta que le sirva de imagen musical, caso de Londres (con la London Symphony), París, Estocolmo, Helsinki, Viena u Oslo.

Viajar por España
Josep Pons señalaba que la ONE “debe viajar por España a aquellas grandes salas sabiendo que la programación habitual ya viene sustentada por las orquestas locales que hacen su labor” y la califica como “la punta del iceberg de ese entramado además de referente del repertorio español, teniendo en cuenta que las orquestas vascas o las andaluzas ya lo son en su ámbito”. Pero eso tiene sobre todo de principio de voluntades. Pese a su presencia en los festivales de Granada, Santander y San Sebastián, está lejos de plantear un costoso proyecto “nacional”, por el encarecimiento de dietas y viajes. A ello debe añadirse el hecho de que los medios de comunicación no trasladan por las ondas hertzianas sus conciertos. Es la formación española con menor presencia en Radio Clásica. En televisión, brilla por su ausencia, pese a que el Ente Público y la ONE dependen económicamente del mismo Gobierno. En cuanto al exterior, las giras internacionales han sido escasas, cuando no económicamente ruinosas y ahí está la reciente por EE.UU. que lo constata.

El proyecto político que la sustenta es determinante para establecer sus reglas de juego. La ONE tiene por sede el Auditorio Nacional, que también depende del Ministerio de Cultura. Regido con mano de hierro por la incombustible Isabel Vázquez, ha seguido un estricto régimen (con cierre domingos tarde y lunes) que obliga a las numerosas formaciones en visita a Madrid a adaptarse a unos horarios temibles que dejan atónitos a los visitantes extranjeros y que ha llevado a reclamar la construcción de otro edificio musical en Madrid. Si con el actual sistema el Auditorio Nacional está prácticamente saturado, entre octubre y mayo, la posibilidad de ampliar las actividades que ha diseñado Pons, dependerá de que se relaje la disciplina casi bismarckiana con que se lleva desde la cúspide, de que se usen inexplotados espacios dentro de la casa o, sencillamente, al ser la ONE usufructuaria del centro, esa mayor presencia podría empujar a las instituciones que organizan regularmente conciertos en el Auditorio a malvivir, cuando no a desaparecer, teniendo en cuenta la falta de otras infraestructuras.

Decena de programaciones
La ubicación de la ONE en Madrid plantea otras consecuencias. En la actualidad, además de una decena de programaciones privadas o universitarias, en la capital se llevan a cabo las temporadas de la Orquesta de la Radiotelevisión (titular Adrian Leaper), de la Comunidad (titular José Ramón Encinar), que compatibiliza su labor en la Zarzuela, y de la Sinfónica de Madrid (titular Jesús López Cobos), conocida por su trabajo en el foso del Real. Salvo la primera, de actividad semanal, el resto convive en el Auditorio Nacional. De todas, la ONE oferta las entradas más caras. Para viernes y sábado dobla a la Orquesta de la Comunidad en sus precios máximos (de 28 a 14 euros), aunque el domingo se quede en 15 euros que es, curiosamente, el precio más alto para cualquier concierto, tanto de la Orquesta de RTVE en el Monumental como de la Sinfónica. El ciclo de viernes y sábados de la ONE, de hecho, tiene los precios más altos de Madrid después de Ibermúsica y Juventudes Musicales. El precio es determinante porque los conciertos de la ONE siguen manteniendo un público fiel y numeroso pero que está muy lejos de los abarrotamientos de otras épocas. Para conquistar nuevos frentes deberá abrirse a otros sectores de la población y guiñar el ojo a aquellos públicos que han abandonado sus series por otras programaciones más sugestivas.

Y si la Orquesta es protagonista, no lo es menos el coro. La salida de Rainer Steubing-Negenborn ha sido tan discreta como sus éxitos, apenas publicitados. Su reciente sustitución por Lorenzo Ramos, un valor de indudable talento, ha sido recibida con más sorpresa que emoción. Porque si la Orquesta ha tenido problemas de identidad, no son menores los del coro, a la espalda de una formación sinfónica, carente de temporada propia y de relativa proyección. Esta situación ha vuelto a recordar el hecho de que Madrid sea la sede de ¡cinco! coros profesionales o semiprofesionalizados (Nacional, Radiotelevisión, Comunidad de Madrid, Sinfónica y Teatro de la Zarzuela), todo un lujo que no tiene igual en ninguna capital del mundo y que suena casi a derroche.

Para recuperar su prestigio, la ONE debe atraer nombres con gancho. En esta temporada hay una docena de ellos, caso de Jennifer Larmore, Matthias Goerne, Dezso Ranki, Frank Peter Zimmermann o Joshua Bell. Menos entusiasmo despiertan los directores invitados, con batutas de incontestable oficio, como Rizzi, Steinberg o Bertini. En todo caso, las gestiones para atraer figuras de más peso en el futuro van en buen camino.

Para que el coche funcione es imprescindible que la autopista no esté llena de baches. Los músicos de la ONE siguen negociando su convenio-marco. El aumento de actividad y la diversificación de la formación deberá plasmarse en el correspondiente incremento de su cuenta corriente que ya deberá estar apuntado en los Presupuestos Generales del Estado. De lo contrario, Pons podría llegar a dar portazo al entender que las promesas que le auparon al podio distan mucho de ser ciertas.

Luis G. Iberni
El Cultural

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