Plácido Domingo convertido en El primer emperador
22/12/2006 |
El tenor protagoniza la ópera de Tan Dun en el Metropolitan neoyorquino.
El Lincoln Center neoyorquino acoge la noche del 21 de diciembre uno de los acontecimientos del año lírico, el estreno mundial de El primer emperador. La ópera, inspirada en el fundador de la Dinastía Qin, lleva la firma del compositor Tan Dun, ganador de un oscar por la música de Tigre y Dragón. La puesta en escena, de dos millones de dólares, supondrá la mayor inversión del Met en su historia y corre a cargo del cineasta Zhang Yimou. El reparto, de auténtico lujo, está encabezado por Plácido Domingo.
Entre todos los grandes teatros de ópera del mundo, el Metropolitan está considerado como uno de los más conservadores, si no el más. En los 16 años en los que ha durado el reinado de Joseph Volpe, que gracias a su mano firme ha dejado a la compañía con muy buena salud económica, apenas se habían estrenado tres obras nuevas, algo que hasta los medios más cercanos le reprochaban. Quizá por ello y ante la responsabilidad de legar tan escaso resultado artístico a la posteridad, el manager que mejor conoce esta difícil casa, tras más de cuatro décadas de vínculo, anunciaba su despedida con un estreno, cuyo nombre, El primer emperador, parecía tener connotaciones simbólicas. Pero, no contento con ello, le proporcionaba una producción de más de dos millones de dólares, la mayor cantidad invertida en un montaje en la historia del Met. El elegido, el chino Tan Dun (Si-Mao, 1957), un compositor que alcanzó gran popularidad tras haber logrado un Grammy y un Oscar por su película Crouching Tigger, Hidden Dragon de Ang Lee–que en España se tradujo por Tigre y Dragón– y que ya venía avalado por una producción operística de cierto peso, con títulos como Marco Polo y Tea. Volpe puso a los pies de Tan (recordemos que en China, el apellido precede al nombre), todos los medios y su capacidad de convocatoria.
Para la dirección de escena se acudió, siguiendo la tendencia creciente de las grandes compañías, al cineasta Zhang Yimou, amigo del compositor y su colaborador en películas como Hero, filme que alcanzó el récord de espectadores en su país. Sin embargo, la experiencia escénica de éste se limitaba a la Turandot producida en la Ciudad Prohibida y en la que colaboraron las fuerzas del Maggio Musicale Fiorentino dirigidas por Mehta, en una experiencia que fue acogida con disparidad de opiniones. Sin embargo, su tirón como figura mediática se ha considerado suficiente como para que el Met arriesgue una cantidad de dólares tan considerable. El vestuario ha sido realizado por la también oscarizada Emi Wada, habitual en películas de Peter Greenaway o Akira Kurosawa. Y para el libreto se optó por otro nombre de moda, el novelista Ha Jin, autor de Sombras del pasado, En el estanque o La espera, títulos bien pertrechados de premios literarios en los Estados Unidos.
Como no podía se menos el reparto estará encabezado por la gran estrella neoyorquina, Plácido Domingo, junto a cantantes de prestigio como Paul Groves, Michelle DeYoung y Elizabeth Futral. Ni que decir tiene que todo el equipo de producción del Met se ha visto obligado a recibir lecciones urgentes de mandarín, ante tan increíble desembarco.
Dinastía Qin
Como tema se optó por adaptar al teatro una película de Zhou Xiaowen, La sombra del Emperador, cuyo argumento está centrado en la fascinante figura del emperador Qin Shi Huang padre de la célebre dinastía Qin, más conocido en Occidente por haber unificado el país y como constructor de la Gran Muralla. Los cientos de guerreros de terracota que hoy día se pasean ante la admiración de medio mundo, formaban parte de su peculiar séquito funerario. La temática, al tratarse de una ópera, rehuye la épica con la que podría vincularse este visionario personaje legendario, famoso también por su crueldad, y se centra en el potencial poético aportado por su biografía. En alguna medida Tan lo vio como una especie de continuación de la película Hero, intentando establecer un perfil algo diferente del emperador, papel que asumirá Domingo. El punto de partida de la obra surge ante la necesidad de Qin de encontrar un símbolo sonoro de su poder, un himno nuevo, que se aleje de modelos pretéritos para lo cual acude al compositor Gao Jian Li, que será interpretado por otro tenor Paul Groves. El conflicto se provoca cuando ordena a su general Wang que traiga, por la fuerza si es preciso, al compositor, para lo cual ha de conquistar la tierra donde vive, todavía fuera de su poder. Si lo logra, Wang será honrado con el matrimonio de la hija del emperador. Convertido en esclavo, el músico se debatirá entre su ansia de venganza y el deseo que surge al ver a la princesa (que interpreta Elizabeth Futral). Pese a la expectación que, en líneas generales, ha levantado la obra no todo han sido aplausos a priori. Un gestor de reconocido prestigio como Pierre Audi, para más inri amigo de Tan, que es director artístico de la Nederlandse Opera, afirmaba que: “Plácido, con vestidos chinos, con un director que no tiene experiencia en la ópera moderna y que hizo una pobre Turandot no me parece demasiado interesante”.
Tonos románticos
La posibilidad de llevar a cabo un producto kitsch no deja de sobrevolar sobre los cielos del Met. Y es que, además, la historia acentúa sus tonos románticos, hasta el punto que, su ambientación en el siglo III antes de Cristo, establece algún vínculo con Turandot. Algo que no es casual. Como ha señalado su autor, fue a raíz de su primera visita al Lincoln Center con este título pucciniano, también protagonizado por Domingo, cuando le surgió el deseo de llevar a cabo algo tan ambicioso: “Si yo pudiera escribir algo sobre este héroe en esta casa, sería lo mejor de mi vida”. Lo que en origen parecía un “deseo inalcanzable” expresado con sinceridad a su esposa, se ha convertido en una realidad.
Teniendo en cuenta el conocimiento medio del aficionado, el nombre de Tan Dun es relativamente popular, si bien las bandas sonoras de las películas de Ang Lee y Zhang Yimou fueron bastante bien acogidas. En el terreno sinfónico, su Water Concerto ha conseguido ser escuchado con fortuna en las temporadas tanto de la Filarmónica de Gran Canaria como en la Nacional de España, a instancias de Pedro Halffter y Josep Pons. En todo caso, no es mucho teniendo en cuenta que en su país es una figura de referencia y que teatros como los de Amsterdam o Múnich han acogido títulos previos. En realidad, Tan Dun no es una figura aislada, sino fruto de la primera promoción del Conservatorio Nacional de Pekín, surgida con su reapertura en 1978, una vez superados los últimos estertores de la Revolución Cultural y que ha producido toda una generación de proyección internacional, con nombres del prestigio de Guo Wenjing, Chen Yi o Zhou Long, cuyas composiciones se han ido filtrando entre los filarmónicos europeos, eso sí, con cuentagotas.
Música tradicional
Antes de su etapa en la capital, este hombre se había formado en la música tradicional china, siendo sensible a nuevos timbres algo que no ha abandonado a sus creaciones actuales: ruidos de piedras, combinaciones de sonidos acuáticos, batir de cerámicas o la utilización de instrumentos occidentales tañidos de modo inusual. Nadie mejor que el propio compositor para responsabilizarse del foso que demanda requerimientos excepcionales a unos músicos sólo curtidos en la ópera más clásica.
Sin embargo, Tan Dun no lo ve como un gran problema. “Mi música es mi firma personal. Cuento con esquemas instrumentales y expresivos que han ido conmigo a lo largo de mi carrera. Cuento con la ventaja del apoyo de determinadas instituciones para comunicar mis ideas. Pero ellas se refieren a la cultura humana general. Ademas, la mezcla de razas producen los niños más hermosos”.
La expansión del nuevo imperio musical chino
Con la muerte de Mao en 1976 y el arresto de la Banda de los Cuatro, la Revolución Cultural se deshacía y China comenzaba un periodo de apertura. El Conservatorio de Pekín rompía las cerraduras después de décadas de clausura. Catorce mil solicitudes se presentaron para ser admitidos en la primera promoción de la que sólo iban a ser elegidos cien, y sólo treinta en composición. Este ambiente tan competitivo favoreció una generación, que había nacido a mediados de los años cincuenta, dotada de una buena base teórica y de las ansias de proyectarse que requería una China que se abría a Occidente y que se trasladó a las siguientes promociones. En el campo de la creación, además de Tan Dun, encontramos algunos nombres importantes como los esposos Zhou Long y Chen Yi– esta última, la primera compositora de relevancia en su país– que dictan sus clases en la Universidad de Kansas, sin olvidar otras figuras que también han ido conociendo un hueco en Occidente, caso de Ye Xiaogang y Guo Wenjing. Treinta años después, China es ya el país que más músicos produce en el mundo teniendo en cuenta su impresionante demografía y la capacidad para asimilar los modelos de enseñanza de Occidente. Los pianistas en ejercicio se cuentan por miles, lo mismo que violinistas, cellistas y un amplio etcétera. No es de extrañar que en los concursos, si ya el peso de nombres asiáticos (japoneses, coreanos y vietnamitas) empezaba a ser considerable, con la apertura china, el desequilibrio se ha tornado absoluto. Por otro lado, China está dispuesta a asimilar el mundo de la ópera, y la inauguración, coincidiendo con las Olimpiadas de Pekín, de un nuevo teatro de impresionante factura, la proyectará al mundo.
“Estoy abierto a nuevas obras”
Nadie duda que el tenor Plácido Domingo supera a casi cualquier otro intérprete de los últimos tiempos, tanto por repertorio como proyección. Quizá el título de esta ópera, El primer emperador, pueda tener algo de simbólico, si se piensa que se alcanzan los cuarenta años de vínculo con el Met. Para Domingo, “ya tenemos demasiadas obras tradicionales en los escenarios, es necesario dar posibilidades a los compositores de nuestro tiempo. Uno de mis hijos lo es. Por lo que me siento muy feliz de participar en una obra de estas cacterísticas. Siempre tengo tiempo para las obras nuevas”. Lo dice quien ha participado en el estreno de Don Rodrigo de Ginastera, El poeta de Moreno Torroba, Divinas Palabras de García Abril, Goya de Menotti o Nicholas and Alexandra de Deborah Dratell. “Hasta ahora no había podido llevar a cabo un estreno mundial en el Met. Hubo diferentes tentativas, pero no se plasmaron. Para mí es importante porque he desarrollado una estrecha amistad con Tan Dun”. Ello le ha llevado a colaborar directamente con el compositor. Éste le señalaba cómo iba a ser todo un “sastre, a la hora de adaptar la obra a las características del cantante”. De hecho, hasta que esta noche no suba a las tablas del Met, no podrá considerarse como completada. “Creo que es muy positivo que Tan Dun sea el director porque él sabe lo que tiene en la cabeza, lo que quiere obtener de la orquesta y cómo trabajar con nosotros”. Sobre la música, señala que no es fácil: “Está escrita en una atmósfera china. Escrita en escalas pentatónicas, tiene aspectos muy difíciles, sobre todo para memorizarlos, pero está llena de elementos interesantes”.
Luis G. IBERNI
El Cultural