Victor Pablo Pérez: “Nuestro sistema de enseñanza no produce músicos preparados”
28/4/2006 |
Con el War Requiem de Britten, la Sinfónica de Galicia concluye este fin de semana una ambiciosa temporada en torno a la guerra y su reflejo en la historia de la música. Su responsable desde hace casi tres lustros, Víctor Pablo Pérez, se volverá la próxima semana a poner al frente del conjunto en la inauguración del Festival Mozart. El maestro burgalés, que se despide el próximo junio de su puesto de director principal de la Sinfónica de Tenerife, ha hablado con El Cultural de sus dos décadas junto a la formación canaria, sus compromisos futuros y sus recientes retos discográficos.
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Acaba de cumplir 52 años y más de un cuarto de siglo de carrera desde que en 1980 asumiera su primera titularidad, al frente de la Sinfónica de Asturias. Un tiempo en el que ha cumplido su sueño de quedarse a trabajar en nuestro país “para construir dos grandes orquestas a la altura de cualquiera europea”. Lo ha conseguido con creces si atendemos a los resultados en Tenerife y La Coruña, a cuyas formaciones ha dotado de indudable calidad. De la primera se despide el próximo mes de junio tras dos décadas de duro trabajo, lo que le va a permitir “ampliar horizontes, aceptar invitaciones nacionales e internacionales que antes, por tiempo, no podía plantearme”. Aún así, reconoce que tampoco supondrá un cambio radical: “No soy dado a dirigir muchas cosas o demasiados programas”. Porque su intención es seguir en La Coruña “para consolidar mi proyecto a la perfección que incluye afianzar el complejo coral, la joven orquesta y el Festival Mozart”.
–¿Ha cumplido en Tenerife el propósito marcado hace 20 años?
–Cuando llegué era una orquesta recién reformada de apenas 50 músicos. Hoy cuenta con 85 profesionales impecables y su propio Auditorio, de nivel internacional. Su rendimiento musical es netamente europeo. Espero que eso se mantenga, que quien venga se enamore de la orquesta, de la ciudad y sus gentes, implicándose en el comportamiento con la sociedad tinerfeña. Y que, sobre todo, priorice la orquesta a su carrera personal. Eso sería lo ideal para una formación que no deja de ser joven. Pero una cosa son los deseos y otra las realidades. La próxima temporada será de puente, de observación, con directores invitados que podrían demostrar su afinidad. Un proceso donde también van a intervenir los propios músicos.
Emoción y versatilidad
–Se dice que la de Galicia es la formación mejor preparada de España.
–Es muy versátil, capaz de tocar bastante bien algo tan comprometido como Rossini o Mozart, como ha demostrado en los Festivales de Pésaro y el Mozart. Puede hacer de un modo fantástico a cualquier otro autor, desde Brahms a Shostakovich. Posee un gran sentido de la limpieza musical, de la disciplina. Tiene también intacta toda la ilusión por hacer música, por emocionar, algo fundamental en el devenir de una orquesta.
–¿Cambia su forma trabajar de Tenerife a La Coruña?
–La música la producen los integrantes de la orquesta, un director induce un tipo de sonido, de tempo, de ideas o articulaciones, pero el que lo produce y lo trasmite al público es el músico y hay que contar con él. Y en cada caso poseen distintas personalidades, humanas y técnicas, por lo que no puede hacerse una dirección abstracta sino siempre dirigida a personas concretas.
–¿Ve necesario ampliar la plantilla?
–Siempre me ha gustado lo que decía Fernández Cid, que una Sinfónica era una centuria, esa palabra tan romana, cien músicos. Casi todas las orquestas autonómicas en España se mueven en torno a 85 músicos. De momento no queremos dar el salto a la centuria ya que tenemos la esperanza de que, dentro de unos años, sean los jóvenes los que motiven ese aumento. Será más bien una evolución natural conforme salgan promociones regulares de músicos.
–Sorprende la escasa presencia de españoles entre los músicos.
–Nuestro sistema de enseñanza no produce todavía promociones de músicos perfectamente preparados para incorporarse a una orquesta profesional. Hay casos individuales que siguen perfeccionándose fuera. Pasan unos años tocando con orquestas importantes, como la Mahler o la Europea, o incluso se colocan en el extranjero. Pero son excepciones. Tanto en Tenerife como en La Coruña han empezado, después de muchos años, ha incorporarse músicos de la tierra provenientes de las propias jóvenes orquestas. Es un proceso lento. Ahora lo importante es que los músicos de la orquesta profesional también enseñen para que cambie el panorama. El futuro pasa por establecer y fomentar este tipo de escuelas no regladas, que son las jóvenes orquestas que proliferan en nuestro país. Allí es donde el músico complementa su formación de los conservatorios. Como los cambios en los planes de estudios son tan lentos, hemos optado por ir al corazón del problema a través del terreno práctico. Hacer que el joven se pueda formar cuanto antes y de la manera más directa con la práctica orquestal.
–No ha dejado de cuidar a los solistas invitados.
–Siempre he querido conseguir lo mejor, desde Zimerman, pasando por Pollini o Sokolov. Contar con artistas de este nivel significa para la orquesta la posibilidad de madurar a través de su ejemplo y mejorar así su nivel artístico y técnico.
–¿Qué tipo de director invitado ha buscado?
–Siempre he creído que las orquestas nuevas necesitaban de un tipo de director que partiera del entusiasmo y no tanto ese modelo de maestro experimentado que apenas llega con tiempo para un par de ensayos y se va corriendo a otro sitio. He buscado batutas con ganas de entrar en el fondo de las obras, en sus problemas técnicos, que ayudaran a crear una buena base para la orquesta. Estoy pensando en Giovanni Antonini, Eduardo López Banzo o Günther Herbig, con sus especiales acercamientos al repertorio y capaces siempre de introducir un cambio radical en el sonido de una formación.
–¿Cómo es su relación con el mundo de la ópera?
–En general no tengo un especial interés por involucrarme más en la ópera. No más de una o dos veces al año. Seguiré haciendo algunos títulos en el Festival Mozart y también debutaré en el Liceo, con Manon, la próxima temporada.
Debut accidentado
–Su debut en el Teatro Real con Don Giovanni fue algo accidentado.
–Fue un buen trabajo con la orquesta, en un intento de acercamiento estilístico con instrumentos modernos, algo muy comprometido. Incluida la polémica servida que hubo. Parece que desde un mes antes había gente predispuesta a meterse con lo que hiciéramos. El mundo de la ópera es así. Creo que tanto Pasqual como los cantantes hicieron un gran trabajo. Fue una polémica estéril, pero ésa es la salsa de la ópera. En cualquier caso fue excitante.
–¿Cómo ha evolucionado su manera de dirigir en estos 25 años?
–He hecho un esfuerzo por autovigilarme, para poder progresar. Desde que empecé a los 26 años en Asturias hasta hoy he madurado a través de muchas obras. Algunas de ellas las he podido dirigir en muchas ocasiones y observarlas desde distintos prismas. Al final pasa como a casi todos los directores, empieza a surgir un listado con el que tienes una especial afinidad que, a medida que pasan los años, incluye las obras que deseas acometer con mayor profundidad.
–¿Se considera un director duro?
–Un músico asturiano me calificó como un director recto. Demando una gran disciplina musical, en el sentido rítmico, de afinación, técnico en general. Pero lo pido de un modo amable y cariñoso, para nada tirante.
–Ha multiplicado el repertorio contemporáneo en las programaciones. ¿Cómo lo elige?
–Parto del gran repertorio, de Beethoven a Bruckner o Mahler, que hay que cocinar a fuego lento, para que queden los materiales, los arcos, las respiraciones, las indicaciones en la conciencia colectiva de la orquesta. Ese poso es muy importante. Luego he querido presentar autores del siglo XX importantes, como Gerhard. Entre la música más actual lo que he mirado básicamente es que estuviera bien escrita, que la música que vamos a tocar esté técnicamente bien escrita.
–Hay que reconocerle su empeño por grabar zarzuela.
–Ha supuesto una nueva presentación a nivel internacional del género, que estaba como denostado y daba la sensación de que cualquier nivel era suficiente. Estaban los registros históricos, algunos estupendos, de Argenta o Frübeck, pero en todos ellos había algún elemento de calidad irregular. Nosotros hemos intentado que sea lo mejor de lo mejor, que se grabe como se graba una ópera en Berlín. Hay que reconocer la gran financiación de Caja Madrid, a la que se deberá la implantación en el mundo de nuestra música, pues se había quedado aquí, prácticamente aislada.
–¿Nos alcanzará algún día la crisis musical europea?
–Hay una crisis finaciera y de ilusión bastante seria. Un proceso de tristeza del que deberían salir pronto. Aquí vivimos un auténtico renacimiento musical, en el sentido clásico, con esa cantidad fantástica de auditorios buenos, teatros rehabilitados, de orquestas nuevas, de festivales... Hoy en España hay tres o cuatro orquestas perfectamente armadas, que habitualmente tocan bien, que no tienen que esperar un día mágico para que se produzca el milagro.
Carlos FORTEZA
El Cultural