«Ópera fáustica» en Francia
13/7/2003 |
El riesgo de quiebra para muchas compañías independientes y el paro de millares de artistas conllevan además un elevado costo económico, que se cifra en decenas de millones de euros
PARÍS. Esta situación está provocada por una modificación de 12 a 8 meses en el seguro de paro del estatuto más favorable del mundo para los trabajadores intermitentes, artistas y técnicos del espectáculo y las industrias audiovisuales. Hasta el 27 de junio, el seguro de desempleo de los trabajadores intermitentes, artistas y técnicos, reposaba en estos principios cardinales: trabajando 507 siete horas durante 12 meses, se tenía derecho a otros 12 meses de seguro de paro. Ese sistema data de 1969, estuvo apoyado por Gerard Philippe, y no tiene parangón en Europa, EE.UU. o Japón. Trabajando entre 60 y 65 jornadas de 8 horas por año, los artistas y técnicos tenían derecho a otros 12 meses de seguro de desempleo.
Un seguro de paro tan beneficioso lleva años alimentando todo tipo de abusos e injusticias. Actores y directores como Catherine Deneuve, Alain Delon, Costa Gavras o Claude Chabrol tienen derecho a cobrar el seguro de paro, entre película y película. Las maniquíes pueden acogerse al mismo sistema. Las sociedades de producción audiovisual (públicas y privadas) son beneficiarias privilegiadas. Es el caso de importantes figuras del cine que tienen empleados a trabajadores intermitentes: los primeros no deben pagar cargas sociales, y el trabajador puede cobrar el paro al mismo tiempo que un segundo salario en dinero negro.
Un déficit inquietante
La generosidad del modelo de paro y los abusos han precipitado un déficit inquietante, pagado con los presupuestos de la Seguridad Social, gracias a las cotizaciones de trabajadores que no se benefician de ese sistema. Tras largos años de reflexiones y aplazamientos, con un sentido catastrófico de la oportunidad, la patronal y tres sindicatos decidieron firmar una reforma del modelo nacional de seguro de desempleo para trabajadores intermitentes, artistas y técnicos del espectáculo.
Firmado el 27 de junio, sin intervención gubernamental, modificó el sistema tradicional: trabajando 507 horas durante 10 meses se tiene derecho a 8 meses de seguro de desempleo. Se mantienen los 60 ó 65 días de trabajo, se reduce de 12 a 10 los meses de referencia y se reducen de 12 a 8 los meses del seguro de paro: ésa es la modificación que ha precipitado el incendio más devastador para la cultura francesa de los últimos años. ¿Porqué? Hay muchas razones. Casi ninguna de tipo cultural. La reforma ha sido aprobada por la patronal y por la CFDT, el sindicato francés más semejante a la UGT española. Por el contrario, está contra la reforma el sindicato CGT, ligado históricamente al PCF. En la primavera pasada, la CFDT firmó con el Gobierno la reforma de las pensiones, «humillando» a la CGT. Semanas más tarde, la CGT se «venga», echando aceite al incendio. En París, uno de los grandes directores del teatro francés, Jérôme Savary, ha tomado partido contra los intermitentes: «Los intermitentes que amordazan el trabajo de otros no merecen el nombre de artistas».
Voces disconformes
Arianne Mouschkine, personalidad legendaria del teatro francés, también se ha opuesto en una asamblea del Festival de Aviñón: «Os estáis equivocando de batalla. Estáis arruinando vuestro trabajo y el de muchos artistas y compañías independientes. Tenéis el sistema de paro más ventajoso del mundo y estáis dinamitando el trabajo de millares de colegas que no van a cobrar y no pueden mostrar sus obras. Vuestra huelga lo destruye todo». En el bando opuesto, el todavía director del Festival de Aviñón, Bernard Faivre d´Arcier, que debe dejar el cargo en breve, declara: «No me agrada asistir al espectáculo de los artistas divididos y enfrentados, ante la patronal y el Estado. Cuando deje la dirección tomaré partido por los intermitentes para dar un empujón a su movimiento».
Al principio de la crisis, varias estrellas importantes, como Deneuve y Depardieu, firmaron un texto solidarizándose con los intermitentes. Tras la propagación del incendio, se quedaron mudas para no agravar un conflicto que tiene un gran costo económico y cultural. Para las alcaldías, los presupuestos del Estado y la supervivencia de muchos festivales es un costo gravoso, pero ajustable. Las entradas devueltas, los espectáculos anulados, volverán a financiarse con impuestos.
¿Cómo evaluar todos los daños?
Más problemáticos son los daños causados a los artistas y compañías más modestas. En Aviñón, dos tercios de las compañías independientes querían presentar sus espectáculos: en bastantes casos han pedido créditos para montar espectáculos de difícil comercialización, a la espera de encontrar público y reconocimiento. Anulado el festival, ellos tendrán que pagar sus deudas y el público no habrá conocido sus creaciones. En términos culturales, ¿cómo se evalúa la supresión de varias decenas de espectáculos con artistas de medio mundo? Es evaluable el costo material del desastre, pero ¿cómo evaluar la supresión forzosa de una relación tan elevada de festivales?
Quizá sea la primera ocasión en que, en un país democrático, la diferencia laboral entre dos sindicatos y la patronal provoca un desastre de tan impresionantes consecuencias culturales, ante la impotencia o indiferencia aparente de un Gobierno que no ha sido capaz de anticipar, evaluar, disuadir y tomar las medidas necesarias para evitar un incendio tan espectacular, una «ópera fáustica» a escala nacional.
Juan Pedro Quiñonero
Abc