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Riccardo Chailly: “Se necesita sosiego tras el terremoto en la Scala”

3/3/2006 |

 

Después de dieciséis años al frente de la Orquesta de Concertgebouw de Ámsterdam, Riccardo Chailly, una de las grande figuras de la dirección de orquesta, se presenta esta tarde y mañana en Madrid con su nueva formación, la Gewandhaus de Leipzig. Considerado el conjunto más antiguo del mundo, con un prestigio avalado por la tradición de una ciudad que acogió a Bach o Mendelssohn, Chailly ha asumido plenos poderes en la ciudad sajona donde también llevará la responsabilidad de su teatro de ópera. De estos nuevos retos, de su colaboración con la Scala de Milán y de las dificultades económicas que vive el mundo de la música clásica, ha hablado ampliamente con El Cultural.

Sin duda, el traslado de Riccardo Chailly del Concertgebouw de Ámsterdam a la Gewandhaus de Leipzig ha sido uno de los grandes terremotos recientes habidos en el campo de la dirección de orquesta. Lo que algunos vieron como un paso atrás, otros lo valoraron como un reto en la renovación de la orquesta más antigua del mundo. “Es toda una tentación para mí”, comenta Chailly a este suplemento. “Nos presentamos en Madrid, con obras de Brahms o Mahler, autores que forman parte íntima de la tradición de esta orquesta. Con esto me refiero a que los músicos se identifican con estas obras de una manera que me atrevería a calificar de ‘histórica’. Y con Mahler también mantuvieron una estrecha vinculación, pues Vaclav Neuman, que la dirigió en múltiples ocasiones, era un gran traductor de su obra”.

La comparación con otra formación mahleriana como la Concertgebouw resulta inevitable. “El color de Leipzig es romántico, transparente, un sonido típico propio de las formaciones sajones, desde luego diferente pero no de menor calidad que el de la Concertgebouw”.

En una primera impresión, el paso de una de las grandes como es la Concertgebouw a otra, sin duda de prestigio, pero valorada en un ranking menor, parece una bajada de escalón. “Después de dieciséis años en Ámsterdam, de entrada, es un cambio enorme. Pero la Gewandhaus es una orquesta muy especial y no me refiero sólo a su valor histórico. Es una de las mayores del mundo, compuesta por 185 músicos que atienden la temporada sinfónica, la ópera y un ciclo religioso en la Thomaskirche. Es un instrumento, pues, de características muy flexible. Además el teatro es uno de los mejores de Europa en su estilo. Su potencialidad es muy notoria, para mí un reto que abre múltiples posibilidades”, afirma contundente.

Situación difícil
La situación económica en Alemania no es fácil y es bien conocido el problema que sufren tantas infraestructuras culturales que se han obligado a apretarse el cinturón, cuando no han desaparecido. “Sin embargo, después de la experiencia de nuestro primer montaje de Un ballo in maschera, creo que se puede alcanzar el nivel deseable”.

Pese a todo, lo que entusiasma a Chailly es la pasión musical lipsiana. “Pocas ciudades he percibido que apuesten tan decisivamente por la música en el mundo como ésta aunque no sea muy grande. Lo ven como uno de los elementos integrantes de su identidad y, dentro de la cultura, la música es el ámbito donde se hace mayor esfuerzo. Posiblemente estemos ante la ciudad de Alemania que más invierte en relación con el número de ciudadanos lo que le da un sello único”.

Y es que grandes nombres como Bach, Mendelssohn, Schumann o Brahms, formaron parte, entre otros muchos, de su paisaje. “¿Cómo no me voy a sentir orgulloso de estar en una ciudad donde se huele, se percibe el pasado como aquí? Bach legó su inmenso corpus de cantatas y Mendelssohn llevó a cabo una de las mayores reformas históricas del pasado. La idea de éste, de propia concepción de la Gewandhaus venía a cubrir, de un modo moderno, el aspecto pedagógico y la construcción de una orquesta ambiciosa. Leipzig transpira Goethe, Schumann, Brahms... Aquí se creó un mundo musical que, cualquiera que deseara alcanzar un nivel, debía visitarla, desde españoles a rusos, pasando por ingleses o nórdicos”. Por otro lado era el corazón musical centroeuropeo. “El triángulo que formaron Praga-Dresde-Leipzig fue uno de los motores del siglo XIX”.

En todo caso, Chailly es consciente de que pueda llegar a repetirse esa situación. “No vamos a engañarnos, es muy probable que esto no vuelva a darse nunca. Pero la sensibilidad musical de los habitantes de Leipzig perdura porque viven la música como algo cotidiano. Es una apuesta cultural fortísima desde todos los estamentos sociales”.

Sin embargo, también tiene en cuenta sus limitaciones. “He aprendido a controlarme, no aspiro a cambiar el curso de la historia. Ámsterdam siempre fue una ciudad abierta a la novedad, mientras que aquí hay establecido todo un vínculo con la tradición, entiendo que el público quiera reconocerse en su pasado. Pero hay que renovarse de algún modo si no queremos morir”. Y sus primeras impresiones son positivas. “En Ámsterdam llevamos a cabo un ciclo, ‘Discovery’, dedicado al repertorio desconocido o contemporáneo. En Holanda nos llevó años llenarlo. En Leipzig, en el primero ya acudieron 1.200 personas”.

Niña de sus ojos
Pero aunque Leipzig sea su apuesta fundamental, la otra niña de sus ojos es Milán. Este año ha dejado la Orquesta Verdi, que él fundara, “para centrarme en Leipzig. No quiero dividirme entre dos instituciones y, desde luego, mi prioridad es la Gewandhaus” Eso no quiere decir que no sea consciente de que su nombre suena mucho como posible sucesor de Muti en la Scala, un director con el que mantuvo una relación difícil. “Durante los siete años que estuve con la Orquesta Verdi no tuve ocasión de actuar en la Scala, y ahora que Lissner me ha invitado, no voy a decir que no. Este año dirigiré Rigoletto, el siguiente recuperaremos la Aida de Zeffirelli y en 2008 haremos una nueva producción de Manon Lescaut en el estreno de la versión original que Puccini modificó en posteriores representaciones. Hay algunos fragmentos olvidados muy interesantes”, comenta quien está considerado uno de los mejores puccinianos del momento. A pesar de todo, el teatro milanés no le tienta de momento. “La Scala ha vivido un gigantesco terremoto del que está saliendo. Necesita tiempo para encontrar la luz y, sobre todo, mucho sosiego. Luego, ya se verá”. Ahora bien, reconoce que “Milán será, con Leipzig, el único sitio donde dirigiré ópera en la temporada”.

Chailly se ha sumado a la lista de nombres que grita de desesperación ante el abusivo –asesino lo han llamado los medios– corte de presupuestos desde el gobierno. “Italia ha sido un lugar privilegiado para la cultura durante años pero en los últimos tiempos hay una necesidad de contención en los presupuestos públicos. He vivido con la Orquesta Verdi, que es una formación privada, siete años de sufrimiento económico y de alegría artística. Ahora, lo que más inquieta en Italia, viene del brutal corte del gobierno. Instituciones como el Maggio Musicale, el Massimo de Palermo o la misma Scala se van a resentir. Teatros tan emblemáticos como el San Carlo de Nápoles o el Comunale de Bolonia podrían estar al borde del cierre. Es una locura”.

Quizá es porque la música ha vivido en un despilfarro económico que ha acabado por dañarla. “Se debe llegar a un equilibrio en los presupuestos públicos y habrá que ceder por todas las partes. Pero el arte debe vivir y no sólo sobrevivir. A quién no le cabe en la cabeza es que la Scala es una bandera cultural de Italia y con esta política sólo se puede llevar al teatro al abismo. En Leipzig ha habido problemas pero, comparado con lo que está pasando en Italia, somos unos privilegiados”.

El problema es mundial. Muchas instituciones se resienten y habrá que preguntarse por qué. “En muchos sitios la crisis nace del miedo, de la obsesión, por evitar el riesgo. Eso conduce a la muerte. Hay que arriesgarse por difícil que sea”.

Riccardo Chailly es uno de esos directores que han sabido adaptarse a las circunstancias difíciles de la vida musical actual. Su larga relación con el Concertgebouw, una de las formaciones más prestigiosas del mundo acabó, como muchos “matrimonios”, por el agotamiento de ambas partes. Ahora tiene plenos poderes para recuperar el prestigio de una ciudad que tiene en Bach y Mendelssohn sus grandes totems. Visita Madrid con el Primero de Brahms, con Nelson Freire –cuya grabación conjunta está al salir– y del que Chailly valora como “el mejor pianista romántico”, y la Séptima de Mahler una obra muy querida.

Luis G. Iberni
El Cultural

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