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Cecilia Bartoli: «En épocas de prohibiciones el hombre acentúa su creatividad»

17/2/2006 |

 

Hacía trece años que Cecilia Bartoli, una de las más grandes figuras de la ópera de hoy, no pisaba nuestros escenarios. Estos días está de gira por España y hoy debuta en el Teatro Real.

Mira Cecilia Bartoli con ojos curiosos. muy abiertos siempre, ojos azabache que contrastan con el oro que tiene encerrado en la garganta y que le han convertido en una de las más importantes cantantes de nuestros días. Fue una de las últimas voces que se pudo escuchar en el Liceo barcelonés antes de su incendio, y desde entonces (trece años) no había vuelto a España. «No sabría por qué -dice casi con sentimiento de culpabilidad-. Mi carrera no me ha traído aquí, pero me siento muy cercana a los españoles, me siento muy feliz y muy a gusto en este país». El martes comenzó en Valladolid una gira que hoy continuará en el Teatro Real y que le llevará después a Valencia, Barcelona, Pamplona y Bilbao. No ha incluido Sevilla, pero el miércoles quiso escaparse unas horas para conocer esta ciudad. Y no salió defraudada. «¡Qué belleza!», dice. «Quiero regresar pronto».

-Ahora apenas canta ópera. Se ha dedicado más al recital.

-Hago una o dos producciones al año, pero me concentro más en el repertorio concertístico, en los lieder... Me gusta muchísimo la escena, pero me tiene que motivar mucho el libreto, y eso no es tan sencillo. Aunque cuando uno se encuentra con un buen libro y un buen director de escena es algo maravilloso. Pero una nueva producción requiere dos meses y medio de trabajo, y yo necesito tiempo para estudiar, para descubrir nuevas partituras, para trabajar en ellas e investigar.

-¿Por eso graba discos como «Opera proibita», que es el que presenta en esta gira?

-Ése es un proyecto musicalmente muy hermoso, pero que también tiene un gran significado. En el siglo XVIII el Vaticano había prohibido la ópera, y tampoco las mujeres podían cantar en los escenarios. Así que toda la música que se incluye en el disco y en los recitales es música escrita para hombres, para «castrati». Para una mujer cantar estas piezas supone un esfuerzo físico suplementario, al margen de lo expresivo. Me siento muy a gusto en este repertorio barroco, el juego de la voz con los otros instrumentos, convertirse en parte de la orquesta... Históricamente Roma era entonces una ciudad apasionante. Haendel llega a ella con 19 años y escribe una música que tiene textos religiosos pero que posee una sensualidad, una energía, una pasión que no son en absoluto religiosos. Recorrer ese camino es un trabajo apasionante, lo mismo que buscar los orígenes, las fuentes de la ópera.

-¿Con este repertorio siente que es algo más que una intérprete, se siente más integrada en la música?

-No sólo en este repertorio; con el tiempo he crecido y he comprendido que el control de la voz es muy importante, pero también lo es abandonarse a la emoción de la música.

-¿Alguna vez le ha traicionado la emoción sobre un escenario?

-Es posible... Pero en ese momento es cuando el cantante ha abierto el corazón al compositor, y cantar al fin y al cabo no es sino estar al servicio de la música y del compositor.

-¿Hay muchas ofertas a las que tiene que decir que no?

-Alguna hay, sí. Los conciertos al aire libre, en espacios grandes, no me gustan. No creo que sean necesarios. Y menos con un repertorio como el que yo frecuento, que requiere espacios íntimos y cerrados. Yo afortunadamente puedo decidir lo que quiero hacer, lo que es importante para mi voz y para mi persona.

-¿Y procura cuidar más a su voz o a su persona?

-La voz es la que manda, es la que decide si puedo cantar o no una ópera. A veces hay conflictos porque a mí me gustaría encarnar un determinado personaje pero mi voz no está de acuerdo. Y por eso siempre que puedo vuelvo a Rossini, que además de ser un maravilloso compositor es un gran profesor de canto, por la manera en que ha escrito para los cantantes.

-¿Cree que el mundo de la ópera atraviesa un buen momento?

-Cada día es más popular pero no podemos olvidarnos del mensaje cultural; tenemos que sensibilizar al público y divulgar calidad, no sólo comercializar la ópera. Y eso es responsabilidad de todos: intérpretes, casas discográficas, los teatros de ópera.

-No es de las que cree que la ópera sea para minorías.

-No. Mozart o Rossini escribían para el pueblo. Mozart era como una estrella del pop. Y siempre el mensaje es para el pueblo, no para una élite. Pero el público también tiene que comprender esto y perder el miedo a la ópera. La ópera es emoción sobre todo.

-Su disco se titula «Opera proibita» ¿Prohibiría usted alguna música?

-Yo creo en la frase «Prohibido prohibir»... Pero también es cierto que en épocas de prohibiciones el ser humano es un vendaval de creatividad.

Julio Bravo
Abc

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