La frescura de Schäfer en la Zarzuela
26/3/2005 |
No es muy conocida en España la soprano alemana Christine Schäfer, nacida en Frankfurt en 1965. Límpida sonoridad, claridad de emisión, luminosidad tímbrica y extensión son algunas de sus virtudes. La voz, que podríamos considerar de soprano lírico-ligera, con tendencia a ensanchar, fue encauzada por buenos maestros: Ingrid Figur, que la desbravó, allá por 1984, en Berlín, Arleen Auger y Sena Jurinac. Más tarde alcanzó a recibir consejos de Dietrich Fischer-Dieskau –¿a quién no ha ilustrado este hombre?– y el compositor Aribert Reimann.
Desde siempre sintió una gran inclinación por la música de Bach, de algunas de cuyas cantatas y obras vocales en general hace excelentes recreaciones. Un amor que comparte con el que dedica a Mozart, de cuyas heroínas líricas, de las más frescas y núbiles, ha hecho magníficas interpretaciones: las criaditas en general, pero también Ilia, Constance y Pamina, bien que para éstas y para alguna otra su timbre ande falto de carne, de cuerpo, de densidad. La extraordinaria extensión del instrumento le permite acercarse a las tesituras estratosféricas de las más bellas arias de concierto del salzburgués, como “Mia speranza adorata” o “Vorrei spiegarvi, oh Dio!”, en las que asciende con relativa facilidad a las alturas del mi y el fa sobreagudos sin perder esmalte y con buen control del aliento.
La sonoridad un tanto acerada, penetrante, la convierte también en una de las más solicitadas Lulu de Berg del presente: resulta impecable en la compleja coloratura; aunque, como ya sabemos, la soprano ideal para esta parte es en realidad una dramática de agilidad. Es asimismo una estupenda Sophie de El caballero de la rosa y una sensacional Zerbinetta de Ariana en Naxos de Strauss.
Una cierta ausencia de misterio, de sugerencia en la expresión, no la hacen tan convincente en los lieder del mismo autor. Sorprendentemente, se ha esmerado, con lisonjeros resultados, en los de los románticos, Schubert en primer lugar. Es precisamente este compositor el protagonista único de su recital madrileño en el Teatro de la Zarzuela del próximo lunes día 28: junto al experto y conocedor pianista Graham Johnson va a cantar 24 lieder, con textos de 16 poetas, agrupados bajo el apetecible epígrafe “Schubert a través de las cuatro estaciones”.
La carrera de esta soprano empezó cuando era aún muy joven: con un recital berlinés en 1988. Se dio a conocer internacionalmente en La Moneda de Bruselas en 1991 como Papagena. Su gran espaldarazo fue la Lulu de Glyndebourne de 1996. Hoy posee una discografía de cierta extensión en la que se incluyen las óperas Lulu, El rapto, Der Freischütz, varios oratorios de Bach, el Elías de Mendelssohn y recitales con música de Debussy, Mozart y Schubert. Hay que anotar finalmente su colaboración con Boulez, con grabaciones excelentes de obras del propio músico francés y Pierrot lunaire de Schönberg.
Arturo Reverter
El Cultural