Luis Olmos: “No tengo miedo a transgredir para modernizar la zarzuela”
11/3/2005 |
El Teatro de la Zarzuela se suma mañana a las celebraciones del IV Centenario de Don Quijote con el estreno de una nueva producción de dos obras cortas: La venta de Don Quijote de Chapí y El retablo de Maese Pedro de Falla. El montaje corre a cargo de Luis Olmos que ejerce también desde el pasado junio como director del coliseo. En una entrevista concedida a El Cultural profundiza sobre los problemas del teatro.
Luis Olmos es el cuarto director del Teatro de la Zarzuela después de la reinauguración de su hermano, el Real. Después de Emilio Sagi, Javier Casal y José Antonio Campos, asumió la responsabilidad del popular coliseo, cuando este último fue nombrado director general del INAEM, heredando una temporada prácticamente diseñada por su antecesor. Dentro de ella se incluía la programación de estos dos títulos de sabor cervantino, el primero de los cuales, La venta de don Quijote, se ha realizado a partir de la edición crítica que el compositor Manuel Moreno Buendía ha firmado para el ICCMU. “El leit motiv es Don Quijote para las dos obras, programadas coincidiendo con las celebraciones del Centenario”, señala el director venezolano. “Ambas son piezas muy contrastadas. Por una parte, la zarzuela de Chapí cuenta con un argumento de Carlos Fernández Shaw que transmite el encuentro de Cervantes con Don Quijote en una venta. Tiene bastante sentido del humor, ya que después de todo está concebida en el espíritu del género chico. Es una pieza corta, con sólo cinco números musicales. Y, por otro lado está el Retablo, mucho mas popular y que, particularmente, valoro como una joya. Como es conocido, estaba originalmente pensada para ser representada en teatro de títeres por lo que la hemos transformado. Y para unir las dos, estableciendo una relación espacial, en un momento, a la vista de todos, la venta se transforma en un retablo”, comenta a EL CULTURAL.
–Aunque no son muy lejanas en el tiempo, son obras muy diferentes.
–Musicalmente lo son. Particularmente me fascina el Retablo porque cuenta con una música muy sofisticada, pero estéticamente, no hay un salto extremo. La de Chapí tiene una temática mas realista aunque yo he querido darle un toque irreal porque la situación (el encuentro del escritor con su personaje) no deja de ser algo fantástico.
–Y donde aparecen, tan omnipresentes, esas seguidillas manchegas.
–Es una especie de leit-motiv que parece un homenaje a la seguidilla. Cuenta también con una romanza preciosa. Del libreto lo que más aprecio es esa defensa de los ideales frente a todo. Don Alonso es el personaje mejor trazado y su ensoñación contagia. Sabiendo cómo son los textos de zarzuela se aprecia una gracia considerable así como un ritmo interno muy ágil.
–La venta es, casi, una recuperación. ¿Cuáles son los criterios para rescatar este repertorio?
–Sí, la verdad es que La venta no se representa, al parecer, desde hace unos treinta de años. En mi opinión, hay zarzuelas que a lo mejor musicalmente son valiosas pero el libreto no merece la pena o no hay forma de meterle mano para adaptarlo a nuestra mentalidad. Hay obras que resultan muy tontas para el espectador actual. La clave es que además de la música lo que pasa dentro funcione o se pueda arreglar. La obra de Chapí está un tanto estirada en el texto. El final es un largo recitativo de Cervantes que se cae.
Estreno irregular
–El último estreno, El Asombro de Damasco, era bastante irregular.
–Jesús Castejón hizo un milagro con ella. Le intentó sacar partido además de toda la gracia posible a la hora de fortalecer el espectáculo ya que los textos son muy frágiles. La labor de Jesús y Miguel Roa fue muy brillante, si tenemos en cuenta el material de base. Creo que recuperar por recuperar, cuando hay tanto en los archivos, es peligroso. Tenemos que ser más selectivos.
–¿No habrá que mirar más al XIX que al XX?
–Es posible que el XIX sea más interesante. De hecho, La venta, aunque se estrenó en el XX, mantiene el espíritu decimonónico.
–El Teatro aborda en breve el centenario de su apertura.
–Se cumple el 10 de octubre de 2006, así que la fecha está a caballo de las dos próximas temporadas.
–¿Cómo se va a celebrar?
– Haremos un diseño para las dos temporadas en bloque. En ellas y con una única excepción, todo lo que se va a programar va a ser zarzuela, incluyendo algunas composiciones que no se han repuesto en años. Entre ellas, estará Mirentxu de Guridi que tiene una música y unos textos excelentes.
–En España todavía no hemos conseguido darle el espaldarazo a los autores de un género que, en otros países, sí se ha conseguido, con Offenbach o Johann Strauss.
–Uno de mis objetivos es acudir a directores adecuados que puedan dar otro concepto más moderno de lo que puede ser la zarzuela. El Asombro, de hecho, es un intento aunque quizá la materia prima no sea la misma. Pero la aspiración artística camina por esta vía.
–Ha habido ejemplos, en todo caso, como La corte de Faraón de Alfredo Arias o el Barberillo de Calixto Bieito que eran revisiones muy valientes. ¿Se van a reponer? ¿Tiene miedo a escandalizar?
–Yo no tengo ningún miedo a transgredir. Y concretamente, el Barberillo se repondrá. Puede que haya un cierto público que muestre reticencias pero no podemos limitarnos a él, sino apostar por lo que yo considero buenas propuestas.
–La Zarzuela es el único centro prácticamente en España que se dedica a este género, ¿no es demasiado para sus hombros?
–No tengo la sensación de soledad. Al ser el único, eso sí, sé que hay una responsabilidad añadida de que cualquier cosa que se represente aspire a un máximo de calidad en todos sus aspectos. Hay que ser cuidadosos y puede que, en ocasiones, metamos la pata. También tenemos la obligación de ampliar el espectro popular, captar la atención de la gente joven con lo que debemos hacer una apuesta diferente en la estética y en la forma de comunicarnos. De ahí la necesidad de elegir las obras adecuadas para el público nuevo sin perder al de siempre.
–¿Se va a cerrar el teatro después de estas celebraciones?
–Se están haciendo estudios arquitectónicos pero, en principio, no. La idea del Ministerio es que no haya tantos teatros públicos cerrados a la vez. Tiene muchos problemas que van desde los camerinos a la falta de algunas infraestructuras básicas. Pero es un teatro sólido ya que, al menos, después de la reconstrucción que se llevó a cabo tras el incendio de 1909, los cimientos están bien. De entrada, hemos conseguido una sala de ensayos en condiciones gracias a las gestiones de Ministerio, algo que era imprescindible.
–La impresión es que el Teatro tiene una actividad escasa.
–Con los 15 millones de euros que tenemos de presupuesto (unos 2.500 millones de pesetas) no podemos hacer más allá de cinco producciones al año, ni por presupuesto ni por infraestructura. Hablamos de trescientos empleados más la orquesta, cuyo coste asumimos en parte. Aquí los tiempos muertos –unas tres semanas por título– son imprescindibles porque no hay capacidad. Además están las giras y el festival que se lleva a cabo en Oviedo.
–¿No pide más al Ministerio?
–Siempre se aspira a aumentar los presupuestos. En el centenario seguramente vamos a contar con patrocinios. Pero es lo que hay.
–¿Cómo ve el que, al final, la Zarzuela se integre en la fundación Teatro Lírico junto al Real?
–Particularmente, no lo veo descabellado. El problema es que la Zarzuela es un teatro del Estado y sus trabajadores siguen el régimen laboral estatal, cosa que no pasa en el Real. Por las características de ambos teatros veo muy complicada la integración de ambos.
Cantar y hablar
–¿Cuándo empezarán los otros teatros líricos (el Real, el Liceo) a programar zarzuela?
–Intuyo que, en el futuro, no estaremos solos. El género tiene muchas posibilidad y hay que intentar darle esa dimensión necesaria. Pero las dificultades están ahí: no sólo hay que cantar sino que hay que hablar. Y muchos artistas que hacen muy bien lo primero, cuando dicen “buenas tardes” pues... ¡qué le voy a decir! Así que vamos a ir por ese camino dentro de nuestros presupuestos, que son muy limitados.
–La formación de nuestros cantantes de cara a la zarzuela se hace cada vez más imprescindible.
–Tenemos la intención de llevar a cabo, a partir de 2006, unos cursos dedicados a éstos para que reciban una formación completa, tanto como actores como bailarines. Sabemos que si tienen calidad serán tentados en el futuro por la ópera, pero debemos pensar en las características de un género que demanda un trabajo escénico muy exigente.
–Los directores del Teatro parece que tienen miedo a reclamar al Ministerio.
–Yo he venido aquí sin miedo porque me parece un trabajo apasionante, lleno de dificultades, que te absorbe todo el día. Pero no creo que haya que estar saliendo a los medios a diario reclamando más dinero. No es la fórmula. Si estuviéramos ante una situación grave, sí habría que denunciarlo, pero no es el caso. En el Ministerio conocen nuestros problemas muy bien.
Teatro y danza
Miembro fundador y director de la compañía Teatro de la Danza de Madrid, Luis Olmos (Caracas, 1952), comenzó como actor para luego convertirse en director de escena. Con la excepción de La bruja, en un montaje que llevó a cabo en 2002 para la Zarzuela, su labor ha estado vinculada sobre todo al mundo dramático y, especialmente, al coreográfico. En el primer caso ha realizado obras de Brecht, Ionesco, Lorca, Fernán Gómez o Molière. En el segundo, algunas colaboraciones con Antonio Canales (Torero), Sara Baras (Juana la Loca) y Aida Gómez (A ritmo y compás). Cuenta con varios y destacados premios como el MAX.
Luis G. Iberni
El Cultural